"Sean bienvenidos, damas y caballeros, al baile real en honor al gran rey y reina, altísimos gobernantes de esta tierra sagrada", era lo escrito en el gran telón colgado en la entrada principal al palacio. Los nobles, ya sean de cuna nativa o de otras regiones distantes, engalanaban con su presencia el baile que conmemoraba el natalicio del más viejo de los gobernantes, el rey. Ya pocos faltaban llegar y así se daría comienzo a la gran celebración.
El gran reloj de una de las torres hizo resonar con fulgor sus gigantes campanas, dando avisos del tiempo de la joven noche, dando inicio al gran festín. Como en toda gran fiesta, así también en la presente, el rey fue quien dijo las palabras del brindis y comienzo al banquete, que gozaba de toda clase de delicias que deleitaban al paladar. Después de degustar tal comida, la música comenzó e inundó la gran sala de su dulce y contagiosa melodía. Todos allí comenzaron a seguir la mágica melodía, unos presumían de sus dotes y otros de su posición. Solo tres no siguieron al resto, la hija del rey y dos pillos ladrones. Apurados se escabullían con gran facilidad por entre los torpes e inocentes de sangre azul y los guardias reales. Entre la distraída multitud, ambos comenzaron con su labor: joyas incrustadas en las elegantes prendas, brillantes collares de perlas, aretes y anillos de diamantes ahora pasaban a ser de diferentes manos malintencionadas. Ambos, felices como lobos entre blancas ovejas, disfrutaban de su divertido acto. Cada uno, riéndose de cómo los nobles estaban encerrados en su propia burbuja color de rosa, sin tomar en cuenta lo que sucedía a su alrededor.
Joyas y más joyas colmaban sus bolsillos, que ya parecían romperse por tanto botín de la noche especial.
Uno de ellos, el más joven cruzó su pícara mirada hacia su próximo benefactor, pero no pudo seguir con su labor, puesto que sus ojos quedaron encandilados por la hermosa figura de una joven allí sentada, sola. Él, ignorante de saber que era la hija del rey, fue, no con prisa, pero sin pausa, a ella y pidió su permiso para bailar. Se lo negó, argumentando que esperaba a alguien más. El insistió, diciendo que no era correcto dejar a tan bella doncella en espera, sin disfrutar de tan especial celebración. Ella lo miró, vio y pensó su atractivo, aún con el antifaz cubriendo la mitad de su rostro. Él, con una cautivadora mirada y la mano extendida esperó la respuesta. La princesa decidió y tomó su mano. Ambos se mezclaron entre la graciosa gente y comenzaron a bailar. El ladrón, con suaves y elegantes pasos danzaba con la joven. Para el, fue amor a primera vista. Para ella, uno más que caía manso bajo sus reductores encantos.
Cuando el vals se acabó, ella se alejó, junto con él, del enorme salón. Se fueron, lejos de la fiesta. Allí, oscura y apasionadamente se besaron, como dos amantes lo harían en una cálida noche con aquella. De improvisto, en medio del éxtasis, ella le pidió que la esperase por un momento. Aceptó, y esperó, pero no por largo tiempo. La siguió y ¡Vaya crueldad que vieron sus ojos! Ella, la que tanto había amado por solo unas horas, lo estaba engañando con otro. Sintió una gran rabia en su interior y se alejó, lo más rápido que pudo. Cruzó la entrada principal y regresó por donde vino. Sin dar la mirada atrás, para ver a la cruel mujer que amó por una noche. Con lágrimas en sus ojos, que se confundían con las frías gotas de la lluvia cayendo, siguió el camino habitual a su hogar. Se detuvo, una sonrisa picarona cruzó por su húmedo rostro. Sacó su lujoso botín del bolsillo y vio los anillos y aretes de plata en sus manos, en especial la diadema de oro y diamante de la princesa.
Luego, siguió su camino, admirando su pieza especial.
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Relatos para matar el tiempo
Short StoryComo bien dice el título, pequeños cuentos, relatos y hasta anécdotas iré subiendo. Dejen que las puertas de la fantasía se abran y adéntrense a mi alocado mundo. Que lo disfruten :)