Cap. 12: Resurgiremos de las cenizas

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En un éxodo hacia lo desconocido, solo bosques interminables de árboles carbonizados los rodeaban. El agua y la comida escaseaban cada vez más. Lexa, con un gesto maternal, cedía sus porciones a su hija Clarke, quien a su vez protestaba por ello.

—Te necesitamos fuerte, Lexa. Tú también debes comer —le rogaba Clarke.

—Clarke, yo fui entrenada para resistir estas carencias —respondía Lexa con firmeza.

Continuaron su búsqueda incansable. Un día, cuando solo les quedaba medio litro de agua para beber, un sonido familiar resonó en sus oídos: la lluvia. Lexa y Clarke despertaron al unísono, incapaces de creer lo que escuchaban. La lluvia, que en el búnker solo era un recuerdo lejano, los traía de vuelta a la realidad.

Sin dudarlo, salieron del Roven y sacaron todo lo que pudieron para recoger el agua bendita. Aprovechando la ocasión, se despojaron de sus ropas sucias, ansiosas por limpiar sus cuerpos después de tantos días sin aseo. Maddie, aún profundamente dormida en la parte trasera del Roven, no se percató de nada.

Al mirarse, ambas no pudieron evitar admirar la belleza de la otra. A pesar del tiempo transcurrido, su amor seguía intacto, incluso más fuerte que antes. El amor que las unía había crecido al mismo ritmo que Maddie.

Lexa tomó a Clarke por la cintura y la besó con un deseo infinito, una pasión insaciable que solo ella podía despertar en ella. Sus cuerpos desnudos se movían al ritmo de la lluvia fresca, como una danza que nutría la tierra.

Cuando la lluvia cesó, se vistieron con ropa seca, felices de haber llenado todas las alforjas de agua. En ese momento, Maddie despertó y las miró con curiosidad.

—¿Por qué están mojadas? —preguntó la niña.

Las dos mujeres se miraron y sonrieron con complicidad.

Llegaron a un lugar con grandes dunas de arena, el sol las golpeaba duramente, Lexa llevaba a Maddie en la espalda, Clarke llevaba las alforjas de agua y la comida, Lexa iba al frente siguió y no se percató que Clarke se había detenido estaba hincada en la arena, estaba en su mirada la derrota, sentía pánico de no encontrar un lugar seguro para Maddie, Lexa al darse cuenta deja a su hija en la arena y corre hacia Clarke.

— Mi amor ¿qué pasa?, ¿te duele algo?

— No, solo que ya estoy cansada de caminar, no hay nada, todo está muerto.

— Yo sé que encontraremos un lugar lo sé.

En ese momento Maddie sigue caminando porque ve a un ave a lo lejos decide seguirla, subió una duna y no puede creer lo que ve, en ese momento las interrumpe.

— ¡Mamás! Tienen que ver esto.

Clarke y Lexa tienen un momento de preocupación al no ver cerca de Maddie ambas escanean el lugar y al mismo tiempo ven a su hija justo en la punta de la duna que daba hacia el sur, ambas siguen las huellas de su hija dejadas en la arena, la alcanzan en la cima de la duna y tanto Clarke como Lexa miran el paisaje que estaba frente a ellas y se miran una a la otra como confirmando el milagro que estaba frente a ellas. Era todo un bosque intacto, la ola radiactiva no había tocado ese valle, Clarke y Lexa ambas toman la mano de su hija y caminan hasta internarse en el bosque, el clima cambia inmediatamente cuando cruzan el muro de árboles que rodea todo el valle, caminan y en su paso se encuentran un Lago, Clarke y Lexa se miran y se quitan la ropa y Maddie al ver a sus mamás hace lo mismo, al mismo tiempo las tres saltan al agua, al sentir el líquido que las envolvía, sintieron que literal el alma les regresaba al cuerpo, al salir a la superficie, las tres se miraron y se abrazaron Lexa besa la frente de Maddie y besa en los labios a Clarke, Maddie al ver ese acto de amor entre sus mamás pone la típica cara de un niño cuando ve a dos adultos besarse.

Entre El Cielo y La TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora