Fase Tres: Reunir y conquistar

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Haven Merrick fue reclutado como Eberlyn y Adler; a la fuerza. O algo así. 

Su abuelo lo había obligado a levantarse temprano a él y a su hermana melliza Barbara. Habían conducido por horas, hasta que el auto paró; habían llegado a su destino. Con suma pereza Haven miró por la ventanilla; el lugar a donde habían llegado era un edificio construido en forma de árbol y predominaba el color dorado en este.

Barbara, su abuelo y él bajaron del vehículo y caminaron hasta la entrada, donde se toparon con una mujer de baja estatura que usaba zapatos de tacón, y sostenía unos papeles en la mano; se le notaba nerviosa. Barbara se burló por lo bajo y Haven rodó los ojos exhausto. Era fácil para Barbara reírse de las personas con baja estatura, ya que lo poco que Haven recordaba de sus padres es que eran demasiado altos, suponía que de ahí les fue heredado.

La mujer se aclaró la garganta, forzó una sonrisa y estiró la mano.

—Señor Merrick, es un gusto conocerlo. Soy Vanya Barnes, mano derecha del Señor Lowen Emerson— se presentó.

Tanto Haven como Barbara elevaron una ceja. ¿Representante? 

Su abuelo le estrechó la mano y la mujer los invitó a pasar, y llevarlos con su jefe.

En el camino, Haven miraba a todos lados; eran pasillos muy aburridos sin ningún cuadro de fotografías o pintura en ellas. Todas eran lisas.

Vanya se detuvo en seco.

—Aquí es.

Su abuelo les dedicó una mirada de advertencia, como si les estuviera diciendo al oído «quiero buena conducta», ambos chicos asintieron mientras un escalofrío recorría su espalda.

Se adentraron a la habitación, dentro se encontraban cinco personas. Dos de ellas parecían de la misma edad que Haven, tal vez con una diferencia de pocos años. 

Pasó saliva en seco, esto no le gusta nada.

—Oh, Señor Merrick, un placer— dijo un hombre de mediana edad.— tomen asiento, por favor.

Ninguno replicó y lo hizo.

—Estos deben ser sus nietos— dijo un con una sonrisa falsa. 

Su abuelo asintió orgulloso, «claro, muy orgulloso has de estar» pensó Haven.

—¿Ambos candidatos?— preguntó con cautela.

Su abuelo volvió asentir.

—¿Candidatos para qué?— se atrevió a preguntar su hermana. Su abuelo la miró con reproche y abrió la boca para decir algo, sin embargo, el hombre lo interrumpió.

—Jovencitos Merrick, un placer conocerlos. Soy Lowen Emerson, padre de Laurel— dijo señalando la única chica que había además de Barbara.— y uno de los creadores de Phøbic.

—¿Qué es Phøbic?— cuestionó Haven con más desconfianza que intriga.

—Un programa revolucionario— inquirió alargando la «r»— un programa donde su único propósito es erradicar el miedo en la raza humana. Y, ustedes, jóvenes, son posibles candidatos.

—¿Candidatos? ¿Para qué?— indagó Barbara con la voz quebrada.

—Para probarlo claro, el único problema— dijo cruzándose de brazos— es que solo uno de ustedes puede ser el afortunado de probarlo, ya que, estos dos jovencitos, también son voluntarios. Mi hija, un orgullo ¿no?

Los mellizos Merrick miraron a los chicos, los cuales al ser mencionados, desviaron la mirada importantes.

—No— declaró con firmeza mientras entrelazaba su mano con la de Barbara.

Todos, menos su hermana, lo miraron desconcertado.

—¿No, qué?— preguntó Lowen arrastrando las palabras.

Haven estuvo tentado a cerrar la boca, pero se resistió.

—Ninguno de los dos participará en esa cosa— le espetó— están locos si creen que pueden terminar con el miedo en el ser humano, cuando este mismo lo provoca.

Lowen lo miró boquiabierto y extasiado. Había encontrado a su candidato perfecto. Resistencia; eso era lo que Phøbic requería, y Haven lo tenía.

—Lamento informarte, que eso no esta a discusión.— dijo para después chasquear los dedos.

La pareja que se encontraba dentro tomó a Haven por los brazos y lo obligaron a pararse de su asiento y separarse de su hermana. Haven forcejeó, no quería ir a donde sea que lo querían llevar.

—¡Mamá! ¡Papá!— escuchó gritar al chico, pero los adultos lo ignoraron.

Su hermana se incorporó lo más rápido que pudo, gritaba y rogaba que no se lo llevaran, mientras su abuelo solo lo veía con una pizca de tristeza.

Haven se zafó del agarre de la mujer, pero esta reaccionó demasiado rápido y encajo una aguja en la sien de Haven. Por un momento todo se calmó y Haven se desplomó en los brazos del hombre. 

Lo arrastraron a fuera de la habitación y lo último que escuchó fue la voz de su hermana.

Y luego, al cerrar los ojos, Haven Merrick olvidó todo lo que había vivido aquella mañana.

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