Estanque De Estrellas

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Cada tarde en cuanto el sol se ponía tras las montañas, salía de su casa un duende regordete con gorrito de algodón, echaba a su maleta un par de fresas dulces y un poquito de miel. Se ponía su oruga al hombro y se iba feliz cantando tiernas melodías.
Al entrar por la gran puerta del castillo de las hadas podía ver grandiosos tesoros, pensaba que los humanos perderían la cabeza si vieran toda esa riqueza, pero a él no le parecían ni un poco interesantes.
Al llegar al estanque de estrellas vio que dos estaban brillando, sonrió pensando que el trabajo ese día seria sencillo. Puso las dos estrellas bajo su gorro y salió volando en un meteorito camino a la tierra a buscar a esas dos personas que hoy debía unir con la luz de ese par de estrellitas.
Al bajar sobre una antigua ciudad donde el mapa indicaba la señal de la estrella el pequeño duendecillo se encontró en un olvidado orfanato y dentro de ese orfanato se encontraba una pequeña jugando con su osito, la luz que salía de ella era maravillosa. Cuando la niña noto su presencia en la ventana le dijo:
- ¿Quieres ver algo? - Sus grandes y lindos ojos parecían ya conocerlo.
Dejo al osito de lado y comenzó a mover las manos sobre su cabeza formando una pequeña galaxia, la tomo entre sus manos frente al duende y soplo el polvo hacia su cara, el pequeño cayo dormido y soñó con un campo de flores de todos colores.
Al despertar, la niña lo miraba detenidamente y solo le dijo:
-Tu puedes ver mis sueños, nadie más los ve- Él pensó sobre los sueños hermosos que ella tenía – ven después de nuevo y para cuando sea más grande encuéntrame un amor, pequeño amigo.
El duende asombrado y algo dormido partió hacia donde la otra estrella se encontraba, pero en el mapa no tenía un lugar exacto.
El duendecito visitaba de vez en cuando a la niña que siempre le decía lo mismo “Encuéntrame un amor”.
La niña se volvió mujer y después anciana y a cómo iba creciendo el duende se desesperaba y entristecía por no poder encontrar aquel amor que tanto quería su amiga, llevaba la otra estrella a todos lados con la esperanza de encontrarlo en algún lugar, pero nunca lo logro.
Una tarde de otoño, mientras las hojas caían sobre el cabello de ella, el duendecillo le pidió perdón entre lágrimas por no cumplir su sueño, le explico que no encontraba la luz de la otra estrella. Un viento cálido llego a ellos y con una sonrisa ella le dijo:
-Si lo encontraste- y toco su mejilla para que luego su alma volara con la brisa del atardecer.
Cuando eso sucedió el pequeño cuerpo del duendecillo brillo intensamente y encontró que a su lado estaba la estrella de la niña y entonces supo que de ahora en adelante las dos estrellas estarían juntas porque si había encontrado el amor de su amiga y que siempre estuvo con él:
Tomo las dos estrellas y volvió a su casa al anochecer.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2019 ⏰

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