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Desperté. Y no por mi voluntad, sino que el sonido de la puerta de mi casa abriéndose me sacó forzosamente del agradable sueño que estaba teniendo. Me reincorporé y con pereza comencé a caminar hacia la entrada.

«¿Y bien?» —Habló por fin el delgado chico de cabellos castaños claros y ligeramente ondulados, por fin había vuelto—.

Dios mío, su rostro es precioso. Pensé justo al momento de divisarlo cruzando la puerta. Lástima que no todos los días tuviera el ánimo de estar cerca de él.

«No cualquiera tiene la fortuna de conocer mi hogar.» —Agregó con una bella sonrisa sobre sus delicadas facciones, mostrando su resplandeciente y siempre hermosa dentadura, como hacía cada que llegaba a casa—.

¿Por qué estás hablando solo? ¡Salúdame! —Cuestioné enfurruñado, acercándome con un humor bastante malo para ser tan temprano—... ¿O habré dormido demasiado otra vez?

«Es acogedor de una manera muy linda. Como tú.»

Una voz para nada familiar resonó en mis oídos como el chirrido de una tiza contra una pizarra, ¿quién era?

«Basta. Si sigues diciendo cosas vergonzosas como esas, me temo que tendrás que irte.» —Una encantadora risa salió de él—. De ese hombre tan especial para mí. Aún así, me apresuré a llegar a él, me tenía muy confundido aquella voz que no lograba reconocer, ¿con quién estaba hablando?

«Te amo mucho.» Ese alguien habló una vez más, una vez más me molesté. Pasaron sólo dos segundos cuando por fin estuve lo suficientemente cerca y al llegar estaba tan desconcertado como enojado. El propietario de esa voz, un hombre con altura y complexión totalmente contrarias a las del otro, lo tenía apresado entre sus fuertes brazos de manera muy cariñosa, más de la que hubiera preferido ver. No pude más y dejé salir uno de mis más sonoros ronroneos y me froté de manera descarada contra la pierna del notablemente más bajo.

«¡Kkukung!» —Pronunció mi nombre de manera efusiva y con la misma melodiosa voz que juraba que sería capaz de reconocer incluso entre un millón—. Me tomó entre sus brazos, soltando al desconocido. Me regocijé.

«Hyunwoo, él es Kkukung. Este bello gatito lleva conmigo desde que me mudé a este lugar.»

Já.

«Hola, Kkukung.» —La mano del hombre fornido intentó acariciarme como si nos conociéramos de toda la vida—. Me alejé y con celeridad bajé de los brazos de mi amo. Si no lo hacía, posiblemente hubiera arañado a Hyunwoo en la cara. ¿Sí era ese su nombre? No lo recuerdo y no me importa mucho.



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Terciopelo Azul ┃ShowKi OneshotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora