La observé una vez más. Ella jamás había sido tan mala, ni cuando le fui infiel. Sin embargo, ahora era Alexandra quien me estaba dejando.
El viento despeinó su cabello rizado y sentí que su mirada era aún más gélida que ese aire.
-No te quiero -exclamó fuerte y claro-.
-¿Qué fue lo que hice mal? ¿Por qué ya no sientes lo mismo que antes? -pregunté-.
-Ese es el problema -dijo, confundiéndome-. Yo jamás te quise.
Quise poder cabrearme con ella, echarle la culpa por hacerme sentir mal, pisotearla, humillarla; pero no podía, porque estaba enamorado de ella.
-Y siento que esto termine así -continuó-, pero si seguía con esto solo lograría lastimarte aún más.
Alexandra se volteó y le hizo señas a un chico que la esperaba. Entonces, caí a la realidad; ella me dejaba por él.
-¿Es por ése? -cuestioné, cruzando los brazos sobre el pecho-.
-Te mentiría si te dijera que no -respondió apenada-. Lo siento, Alec.
Y así quedé. Solo yo y mi corazón roto.