Y allí estábamos las dos, una frente a la otra, mirándonos a los ojos.
Ella empezó a mirarme con ojos de furia, podía ver en ellos un rencor inigualable.
Me empezó a gritar un millón de cosa, de las cuales ni la mitad eran verdad. Me decía cuanto me odiaba desde el principio de nuestra supuesta amistad, que yo era una miércoles de persona, que apartaba a todos de ella, que era una maldita manipuladora, que todo lo conseguía con mis caprichos. Me dijo que todos estaban conmigo por pena, por lástima, por compasión. Decía que todos me odiaban y que nadie me quería.
Yo la escuchaba atentamente, cada palabra que decía era un golpe directo a mi corazón. Quería gritar, ¡QUERIA GRITARLE QUE ELLA ERA MIL VECES PEOR QUE YO! quería llorar, Dios yo quería llorar, pero no, no permitiría que ella me viera sufrir. Le mostraría que era fuerte y que no me lastimaria con simples mentiras.
Cuando ella acabó, la mire directo a los ojos, le dije cuanto la quería, le obsequie mi última sonrisa, di media vuelta y me fui, la deje allí.
Cada paso que daba era un paso más lejos de la persona que consideraba mi mejor amiga, a la que le dije todo, a la que escuche por horas y console inigualablemente.
Y así es como me aleje de aquella chica, aquella chica que un día fue mi mejor amiga.