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Broken Souls

CAPITULO I

Todo había terminado.

Y la persona que más amó, su alma gemela, lo había abandonado.

Se fue sin mirar atrás.

Se fue prefiriendo a otro.

Otro con quién siempre deseó estar en vez de él, su destinado.

Nada pudo hacer para evitarlo.

Porque ingenuamente creyó que a pesar de sus diferencias, al ser almas gemelas, nada podría separarlos.

Se equivocó.

Nadie le advirtió que el aceptar a tu destinado, no implicaba necesariamente que él te aceptara a ti.

Con errores.

Con defectos.

Con traumas.

Con inseguridades.

Con tu pasado.

No es que no hubiese intentado ser una mejor persona por él.

Pero al final...

No fue suficiente.

Siendo Tony Stark, el peso de los pecados que cargaba eran suficientes para desalentar a cualquiera de permanecer a su lado.

Ni siquiera Pepper pudo soportarlo.

Por eso fue demasiado esperar un final feliz para sí.

Ahora, con sus sueños rotos, solo le quedaba enfrentar la realidad.

Solo.

En ese complejo vacío y silencioso que una vez fue un hogar para todos.

Pero ya no más.

Nunca más.

La carta en sus manos se lo confirmó.

Días atrás, al decidirse en leerla, pensó que nada que estuviera escrito ahí podría dañarlo más de lo que su remitente lo había hecho ya.

Nuevamente se equivocó.

Cada palabra fue una puñalada directa a su corazón.

Y su última esperanza murió.

Su viejo amigo, el alcohol, lo acompañó en su dolor, ahogando sus penas del recuerdo de un amor que ni siquiera empezó.

Y durante esos momentos.

Estando fuera de sí.

Deseó morir.

Deseó desaparecer.

Deseó no existir.

Quizá lo hubiese intentado.

Pero entonces, ese extraño apareció.

"—¿Estás cansado de sufrir?"

>>"¿Quieres que el dolor desaparezca?"<<

>>"¿Que su recuerdo ya no te atormente?"<<

>>"Entonces, deshazte del vínculo que te ata a él."<<

>>"Solo así, su rechazo ya no te lastimará."<<

"—¿Lo harás?"

¿Lo haría?

No pudo responder.

"—Piénsalo y en 5 días regresaré por tu respuesta."

Dicho eso, desapareció en un portal.

Han pasado los 5 días.

Su decisión estaba tomada.

No hay marcha atrás.

Mira por última vez esa carta y ese teléfono.

El hombre de ropa extravagante lo observa con atención.

Sus ojos no lo juzgan como los de los demás.

En ellos tampoco ve compasión, solo comprensión.

¿Acaso ha experimentado lo mismo que él?

Tal vez sí.

Tal vez no.

Realmente no importa.

Tomará la mano que le ofrece.

Tan solo para poder conseguir decir:

—Adiós, Steve.

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