El mundo era distinto a como había sido en un inicio.
De cómo había sido esa noche.
Aunque también eran muy parecidas.
En aquel entonces vagaba por las calles de Londres, hambriento y necesitado, solo otro desecho de la sociedad.
Ahora se encontraba recostado en un caro sillón, en un alto piso de Nueva York, observando a la ciudad bajo sus pies como un rey observa su reino.
Recuerda cuando vio por primera vez a Celestine, se encontraba bajando de su carruaje, la pesada capa no hacía nada por ocultar la figura delicada ni la blanca piel que parecía brillar en la lúgubre noche.
Al menos los siglos habían mantenido más o menos en orden la apariencia de su especie.
El se encontraba a la entrada de un pasaje, lejos de la luz de la farola, intentando ver en el rostro de la mujer alguna señal de que le otorgaría ayuda si se la pidiese.
No tuvo que hacerlo.
−Sal de alli niño y ven aquí.
Su voz era suave y parecía fluir a su alrededor.
−Yo... yo no quise espiarla señorita. Yo solo...
No sabia que mas decir. Por la ropa era lógico asumir que ella era una noble. ¿Le denunciará? ¿Diría que intentó asaltarla? No era raro que los nobles denunciarán a los callejeros solo por existir.
−Silencio niño, esta es una bella noche para alterarla con tu ruido. Ahora ven y acompañame.
Lo siglos han convertido esa noche en un recuerdo borroso pero aun puede sentir el peso de la mano en su espalda. El perfume de rosas a su alrededor.
Ante su primer toque pareció sumirse en un sueño y cuando reaccionó se encontraba en una lujosa habitación. Celestine estaba a lo largo de un sillón con solo su vestido y él se encontraba arrodillado frente a ella.
Su mente corrió en frenesí. No recordaba haber llegado allí. Haber adquirido esa postura.
La miró y vio como en sus manos movía perezosamente una copa con un espeso líquido rojizo de olor muy dulce.
La boca se le hizo agua.
−¿Deseas beber cariño?− Le miro y por un segundo creyó ver sus ojos parpadear en rojo. Luego extendió la copa. −Bébelo niño, bébelo todo. Más tarde hablaremos.
El extendió las manos y tomó la copa bebiendo su contenido como un hombre que muere de sed. El sabor dulce calmó su hambre y su sed. Pero lo que parecía un regalo pronto se convirtió en un castigo.
Cayó al suelo convulsionando. Su corazón latiendo en sobremarcha. Su sangre ardiente y su garganta desgarrada en agónicos gritos.
Más tarde aprendería lo que había ocurrido, descubriría su nueva herencia y su nueva vida y sus manos acabarían con la vida de Celestine al igual que ella acabó con la de él.
Ahora, siglos después, en la soledad de su sala de estar, lo único que permanecía en su memoria fue ese último latido.
Ese último aliento como humano.
Esa última noche en la que se convirtió en vampiro.
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Esa ultima noche
VampireEn las noches de soledad recuerda esa ultima noche, el olor a rosas, el sabor dulce en su boca y los ojos de Celestine. . . . Relato ganador al apartado de vampiros del Diciembre dinámico creado por @AmbassadorsES