Lo sabía, sabía que no debía haberme ido, tendría que haberme quedado, pero ya era demasiado tarde para lamentaciones. Ahora simplemente debía aguantarlo, tanto a él como a sus duros golpes, ésos que iban directamente a mi cara o a mis brazos, después iban esas tiradas de pelo que me hacían torcer el cuello y esos gritos que me daban miedo.
Ya no podía más, sabía lo que debía hacer, pero sin embargo no sabía el como. Tenía que denunciarlo por maltratarme. Él actuaba horriblemente, eso era obvio, pero ¿por qué cada vez tenía que llegar a ese extremo?¿por qué quién me pegaba era ni más ni menos mi padre? Yo no había elegido que él fuera mi padre. Es más, si hubiera tenido la opción de elegir, él ni si quiera hubiera sido un candidato. Lo odiaba. Lo odiaba todo lo relacionado con él, incluso el simple hecho de tener que llamar papá a ese hombre sin nombre que me pegaba y me amenazaba cada vez que me portaba mal por mínimo que fuera. ¿Por qué no podía tener un padre normal o simplemente no tener padre?¿Por qué?
Las lágrimas iban derramándose sobre mis mejillas. Me prometía a mi misma que todo acabaría algún día. El día que cumpliera dieciocho años me iría de este lugar llamado "casa" y que nunca más volvería. Sabía que no era fácil, pero lo conseguiría al igual que seguía aquí a pesar de todo. En ocasiones atrás, mi prima me había dicho que siempre tendría un lugar en su casa y que podría mudarme con ella el tiempo que lo necesitara.
Mi dolor aumentaba cada segundo mientras mi cerebro me decía: "Coge el cuchillo y acaba con todo esto", pero mi corazón no podía, me decía que pensara en mi prima, en mis amigas y en mi amigo. Mi corazón solo pensaba en ellos y en cómo reaccionarían si me ocurriera alguna cosa. Sabía que ellos sufrirían mucho y ésa era la mejor razón por la cual aun seguía aquí. Prefería seguir mi vida de mierda a verlos una vez mal. Odiaba mi vida, pero no les podía hacer eso. Temía a tomar la opción incorrecta, pero me daba cuenta que eran ellos o yo los que iban a sufrir, por eso no sabía como actuar.
Las lágrimas y el dolor tanto físico como interno seguían aumentando. Sentía que mi cabeza iba a explotar o que mi corazón saldría de mi pecho. Todo iba empeorando y no había ni una señal que fuera a parar. Debía salir de ese lugar, pero hasta los dieciocho no me era permitido, porque si lo hacía mis padres no pararían hasta encontrarme y todo acabaría muchísimo peor.
Y entonces mi padre volvió a entrar en mi habitación y el miedo se volvió a apoderar de mí. No podía ser, no podía estar pasando, pero antes de que me diera cuenta lo volvía a tener delante pegándome. Cada golpe era peor, la sangre iba recorriendo mi cara y fue entonces cuando empecé a marearme. Él no se paraba. Él seguía dando golpes. Primero en mi cara, luego venían tirones del pelo en los cuales mi cuello se doblaba y en el cual en uno de ellos sentí un clack y el dolor fue mucho más intenso y punzante que las otras veces. Me dolía todo, pero sobretodo el cuello.
Mi respiración cada vez estaba más agitada y mi corazón cada vez se aceleraba más. El miedo se apoderaba de mí mostrándomelo porque temblaba como nunca antes lo había hecho. Sentía mi cara arder mientras que mis manos eran simples trozos de hielo. Tenía los labios cortados por la cantidad de veces que me los había mordido para aguantar todo el dolor.
Mi padre me miraba riéndose en mi cara mientras decía: "Te voy a pegar las veces que quiera y nadie lo impedirá". Notaba como no podía más. El frío se iba apoderando de mí aun sintiendo mi cabeza y mi cara arder. La espalda me dolía cada vez más y entonces caí, ese dolor que siempre había sentido en ella era ni más ni menos que sus duros golpes. Tal vez si me la mirara podría ver marcas y golpes pero no me atrevía, tenía mucho miedo.
Sin que nadie se diera cuenta, mi hermano se acercaba a mí e intentaba tranquilizarme pero no podía joder. ¿Acaso creía que no lo intentaba?¿De verdad?¿Acaso creía que estaba viendo lo mal que lo pasaba? Pues no, la verdad es que no, por dentro estaba infinitamente peor.
Quería salir de mi casa corriendo e ir hasta la policía, pero no llegaría, él era mucho más rápido que yo aunque eso no fuera muy difícil. Solo debía esperar a los dieciocho y en ese momento aprendería a ser feliz alejándome de él. ¿Por qué todo era tan doloroso?¿De verdad me lo merecía?¿Tan mala persona era?¿Debería desaparecer? Mira que era fácil eh, sin embargo mi corazón me lo impedía.