I Can Make It Right

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Conocí a Seok Jin en el año 2009

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Conocí a Seok Jin en el año 2009. A principio de enero, mi padre fue enviado por su empresa a Corea del Sur, la sede en Gwacheon que recién comenzaba a funcionar, y necesitaba su ayuda. Mi madre y yo viajamos con él, a pesar de no saber más de las frases básicas del idioma local y tener que empezar desde cero. El choque cultural fue tremendo, pero poco a poco nos acostumbramos y yo me fui enamorando de la comida y la mayoría de las tradiciones coreanas, la inmersión me ayudó más rápido a aprender a leer el coreano, y ser extranjera pareció atraer a algunos amigos que me ayudaron a soltarme un poco más a la hora de hablar.

Con las vacaciones de finales de primavera, tuve un respiro del arduo nivel de exigencia escolar en el país. Decidimos pasar unas semanas en Corea con mi padre antes de volver a México, conocer otros lugares turísticos, acompañar a mi padre en algunos eventos importante, y, en una comida con sus compañeros de trabajo, él estaba ahí. Tenía el típico corte de cazuela de muchos chicos y usaba unos lentes rectangulares. Nuestro padres nos presentaron; parecía que éramos los únicos adolescentes presentes, cosa que nos bastó esa tarde para hablar largo y tendido hasta que llegó la hora de despedirnos. Se me daba fácil iniciar conversaciones, era cosa de hacer las mismas preguntas una y otra vez hasta encontrar -o no- algo de qué hablar. Con nosotros fue la música, luego la comida, películas, videojuegos, gustos y disgustos de ambos. Hicimos un buen clic y compartimos el inicio de verano.

Estaba ahí cuando volví a Gwacheon e intentamos recuperar el tiempo perdido durante mi ausencia, no cabía duda de que nuestra amistad se desarrollaba a un ritmo rápido pero que a ninguno de los dos nos molestaba

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Estaba ahí cuando volví a Gwacheon e intentamos recuperar el tiempo perdido durante mi ausencia, no cabía duda de que nuestra amistad se desarrollaba a un ritmo rápido pero que a ninguno de los dos nos molestaba. Me mostró sus lugares preferidos en la ciudad, compartió sus planes de querer ser periodista y luego actor, me hablaba de los países que había visitado viajando con su padre. Yo escuchaba atenta, a veces lo molestaba con mis bromas porque me gustaba hacerlo enfadar, sobre todo cuando usaba español y él no entendía. Subía la voz reclamando que era injusto y me exigía que le dijera qué significaba lo que decía.

Con el comienzo de las clases, él volvió al sur del país, pero eso no significó que dejáramos de hablarnos. Teníamos más para contarnos, a veces, si los estudios lo permitían, hablábamos un poco por teléfono o coincidíamos en internet. Creo que incluso si la tecnología no estuviese de nuestro lado, hubiéramos esperado al lado del buzón cada semana por la correspondencia.

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