La mano Invisible

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Alguna vez, en la familia de Michael ya había ocurrido que a sus hermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o incluso empujado... La noche en que le ocurrió a Michael este breve episodio dormía solo. Compartía habitación con su hermano pequeño, pero el no estaba.

Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueño estirado y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba agarrada por su brazo izquierdo, y allí permaneció todo el tiempo.

Cuando ya estaba empezando a dormirse ocurrió:

Un golpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis lo despertó de golpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan solo permaneció quieto mirando a su alrededor y analizándolo todo: la almohada no había sido,seguía abrazado a su izquierda... estaba solo, nadie había tenido tiempo de entrar, pegarle y luego salir...

Pensó y recordó otro episodio, cuando un fin de semana se había marchado con unos amigos a celebrar un weekend en una casa de Luke en mitad de una montaña de Ayora. Todos iban a ponerse hasta arriba de tripis, pero el no lo hizo. Tenía el suyo, pero no lo tomó, simplemente lo guardó.

La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía -un amplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón de matrimonio y una litera de madera-, y el salón, donde se pensaban correr la juerga.

Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto permaneció en el salón tomando tripis, fumando porros y bebiendo alcohol. La fiesta no acabaría hasta el día siguiente. Michael, por algún extraño motivo,no hizo nada de eso, y decidió irse a dormir.

No era cómodo tumbarse allí con aquella pareja que -si bien no estaban haciendo nada-sí buscarían algo de intimidad, pero por algún motivo que ni el sabía, Michael decidió tumbarse en una esquina de la litera, con el cuerpo pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección hacia su cabeza, sin apenas un sólo hueco por el que alguien pudiera hacer lo que hizo: tocarle el pecho.

No recordaba si era el izquierdo o el derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánico que sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no había espacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña.

También en aquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y notar como abría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. La pareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más.

Su determinación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufrir alucinaciones, al menos que sea con un tripi en el cuerpo. Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Se comió su tripi, bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo.

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