LA CUEVA

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La araña descendió por ese hilo de plata que refleja la luz de Luna, esta no es una cueva como las demás, el agua es cristalina y los destellos del astro nocturno y su reflejo hacen que se ilumine como si miles de luciérnagas tintinearan, además dentro endosada al techo de la roca cuelga un cielo nocturno de musgos luminiscentes que crean caprichosas figuras semejantes a constelaciones de todas formas y tamaños, a la entrada crecen orquídeas rojas, blancas y negras y abundan los insectos que pululan con el día cuando la cueva duerme, cuando la tarde va cediendo la vida dentro va naciendo, las luces se van encendiendo una tras otra, arañas descienden y tintineos de gotitas cayendo se hacen más intensos. Pero no es lo único que habita el lugar, en el fondo, muy en el fondo siguiendo el camino del musgo habita una criatura de aspecto celestial, pequeña frágil y diminuta, pero de un temperamento de hierro, y una cólera como el fuego, de trato amable e infantil, juguetona, pero guarda una sombra bajo el rostro, su sola presencia ilumina todo, dos pares de alas negras adornan su espalda de extremidades cortas pero finas, y una tez pálida que contrasta con su pelo ahora corto y des prolijo, pero en otros tiempos eran finos mechones de plata y oro, a veces se escucha su llanto en lo profundo y la cueva guarda silencio, a la mañana siguiente las flores brotan como nunca, y los insectos proliferan, de alguna manera las lágrimas bañan las aguas y originan vida, aunque cuando esto sucede la cueva enluta y la luz desaparece por esa noche.

Cierto día apareció una figura parada en la entrada, un extraviado de esos que van por el mundo sin saber qué rumbo tomar, la curiosidad puede ser mala consejera o traer la mejor de las dichas y dudando entró sin saber qué esperar o sin esperar nada, brincó por aquí y por allá, nada parecía llamar su atención, a sus ojos todo le parecía corriente, hasta vulgar, aunque vio un detalle en el agua, una peineta de plata, esas que sujetan el pelo con un rubí a fuego vivo en el centro, estaba entre las rocas y la cristalina agua dejaba traslucir toda su belleza, así que trazó un plan y lo llevó a cabo extrayendo el artefacto, ¿quién podría haber perdido semejante tesoro?, no importaba ahora era suyo, se puso a juguetear y aún con la escasa luz podía apreciarla en toda su belleza, se sentó un momento, lo apretó en el puño y lo puso junto al pecho, quedó dormido casi al instante y soñó...en un campo de otoño una hermosa princesita de largos cabellos oro-plata jugueteaba, dando brinquitos y cuando encontraba algo divertido se acercaba a verlo, muchas veces cayó sentada riendo ya sea por intentar alcanzar algo o por un sustito, los raspones parecían no importarle y hacía girones sus vestidos y corría tras colibríes, ratoncitos y ardillas, las mariposas captaban especial atención, cuando las atrapaba procuraba no herirlas y las soltaba casi al instante al saciar su curiosidad, se la pasaba cantándole a las cosas vivas y soñando en que algún día serían sus amigas y amigos y ella cuidaría de todas las criaturitas del bosque.

Pero el invierno no espera y llegó de pronto y sin avisar, borrascosas nubes arrastraron su vida, lo que llamaba hogar fue barrido como una hoja al viento, su padre había desaparecido devorado por la catástrofe y sin siquiera despedirse tuvo que verse forzada a guardar los recuerdos, parte de sus sueños se fueron con él, los animalitos ya no estaban, su mente se nubló y su corazón empequeñeció, el dolor era muy grande y decidió que lo mejor era olvidarlo todo y comenzar de nuevo, y se fue montaña arriba a vivir por sobre la vista de los pájaros.

Comenzó a sanar lentamente y un día inesperado se ilusionó nuevamente, alguien había tocado a su puerta y era lo que los cuentos de niñas llamaban un príncipe azul y se enamoró y entregó su corazón, fue feliz, muy feliz, esa felicidad que deja marcas para toda la vida, y comenzó a cantar y a bailar y a reír, curioso es el destino y las nubes de sombras no siempre te abandonan, poco a poco y casi sin notarlo fueron construyendo una cárcel sobre ella, primero con promesas, luego con sombras y hechizos, se sembró la desconfianza en ella, un títere a quién manejar, la mano que te da cariño también es la mano que te tortura, pero el amor es sordo y ciego y no quiso ver, no quiso oír, las mentiras eran dulces a sus oídos y creer era más soportable que la verdad y decidió hacer como si nada pasara, al tiempo las canciones comenzaron a menguar y sus bailes pronto desaparecieron junto a su voluntad, ciega, y con la inseguridad de la soledad aceptó su destino, dejó que la maltraten y su corazón empequeñeció más y más...

La cuevaWhere stories live. Discover now