Cuadragésima carta.

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Querido Daniel:

Esta es mi última carta.

Lo tengo todo planeado.

He decidido que voy a suicidarme en el acantilado. 

En aquel sitio especial.

No estoy llorando.

Y me agradezco a mí misma por no hacerlo.

Cuando termine esta carta la dejaré en un sobre.

Con todas las demás.

Explicando que te las den.

Porque quiero que las leas.

Y, cuando las leas(si las llegas a leer).

No quiero que te sientas culpable.

Todo lo contrario.

Quiero que te sientas agradecido.

Daniel, eres la persona que más confío.

A la que le cuento mis secretos.

Mis sentimientos.

Agradezco tanto tu existencia.

Cuando las leas supongo que te preguntarás:

¿Por qué no me acerqué?

Porque estamos destinados a enamorarnos, no a tocarnos.

Y sí, probablemente tú no lo estés de mí.

Pero yo de ti sí.

Aunque no de ese modo.

Eres mi amor platónico, Daniel.

Y te quiero.

Y por eso tengo que irme.

Y también supongo que te preguntarás por qué me suicide.

Solo quiero que tú lo sepas.

La depresión llegó a mí con un ligero contratiempo.

Nada más y nada menos empezó con la ruptura de John.

Me sentí tan estúpida.

Tan inservible.

Ahí empezaron las inseguridades.

Conocí a otro chico.

Pero hasta yo sabía que un clavo no saca a otro clavo.

Odiaba mirarme al espejo.

Odiaba mi forma de ser.

Yo solo quería ser perfecta.

Era tanto pedir.

Probablemente pensarás que es una tontería.

Todos lo piensan.

Pero soy tan débil, Daniel.

Sería un error echarme atrás.

Nadie puede salvarme ahora.

Ya es demasiado tarde.

Nunca es tarde, suelen decir.

Pero Daniel.

Juro que no entienden nada cuando dicen esa frase.

Hay veces que si que es tarde.

Y esta es una de ellas.

No me veo con fuerzas para seguir en esta vida.

Y soy una maldita egoísta, lo sé.

Pero no hay nada más que hacer.

Daniel.

Tengo que irme.

Para siempre.

Estoy preparada.

Sigo sin llorar.

Nunca se me dieron bien las despedidas.

Pero espero que esta sirva.

Te agradezco el haber estado ahí.

Aunque tú no lo supieses.

Espero que algún día lo comprendas.

Y espero que estas cartas no te asusten.

Pareces una persona fuerte, Daniel.

Seguro que todo te va a ir bien en esta vida.

Y antes de despedirme definitivamente quiero adjuntarte una pequeña nota.

Para cuando te sientas solo.

Y pienses en rendirte.

Adiós, Daniel.

Nos veremos en un tiempo muy lejano.

Querido Daniel [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora