—¡Tweek!— llamó alertado Tucker, que había sido llevado para curar al mencionado en aquella oscura habitación, ya que no podía ser llevado a las celdas por su mal estado.
—¡No puedo creerlo!, viejo hubieras visto cómo peleó— decía un extasiado chico de cabellos marrón— Primero hizo ¡Así, y luego así!, oh viejo fue fantástico. Algún día reclamaré a ese demonio como mío, ¿Cuánto quieres por el?
El chico de ojos pardos al notar que era ignorado por las rápidas manos de un concentrado Tucker, que quedó callado.
—No está a la venta— contestó después de unos minutos, en los que checaba una y otra vez el rostro que presentaba varios desgarres. Ni Heidi había quedado así en su primera pelea, antes de ser llevada a experimentación —¿Qué demonios pasó allá?
—¡Oh!— exclamó el chico, tronando los dedos. Prontamente se acercó Token, su esclavo personal al ser alguien de piel negra — Quieres cuantas, cinco, ocho bolsas de oro.
—Contéstame, Clyde— reclamó Craig, colocándose de pie ante el chico que sonrió al mirar los colmillos de su compañero.
—Peleó hasta con el demonio de la familia del señor Randy.
—¿El cantante?
—El mismo, tiene un demonio de cuatrocientos años a su poder— comenzó a decir, mirando como el chico se tensaba y regresaba su mirar al demonio — no eres uno de ellos, Craig.
—Tú tampoco eres totalmente humano, Clyde. Tu especie no define con quién sientes piedad y con quien no— contestó con el ceño fruncido Tucker, haciendo que el castaño abriese sus ojos.
—¡Nací humano, bastardo!
—Pero tu madre era mitad demonio, como yo. Por eso la hoguera, no tienes la apariencia como yo, pero tienes sangre. No eres humano y no irás al cie-
Y prontamente el esclavo del castaño reaccionó, golpeando al chico en el rostro para acto seguido arrinconarlo con la pared más cercana, tomándolo del cuello. Clyde tocó la espalda de su esclavo, felicitándolo en silencio.
—No eres el más indicado para decirme eso, Craig. Que yo recuerde fue tu madre quien se metió con un demonio, engañando a quien llamas padre. Por eso estas aquí, Craig. Estas pagando el pecado de haber nacido — contestó el chico con una sonrisa arrogante.
Y en ese momento Craig sólo logró ver cómo una sombra se alzaba.
Tweek se había levantado de golpe y había lanzado a aquellos dos lejos sin causar daño real; sólo una poderosa advertencia. Luego gruñó.
—¿Sabes Craig?, cada día te pareces más a esos salvajes— comentó el chico que en su niñez hubiese llorado por aquella caída. Donovan era alguien dulce, y a la vez tan egoísta.
Clyde miró cómo el azabache era protegido por el demonio que no despegaba su mirar del suyo. Y luego rió.
—Algún día vas a aceptar mi oferta. Ahora quiero esos cuernos en mi pared.
Y sin más, se marchó.
Permitiéndole a Tweek caer al suelo con la tranquilidad de que el de ojos verdes no pasaría peligro.
Craig prontamente se agachó lo suficiente como para ver el rostro del blondo bañado en sangre tanto seca como fresca. De ahí en más su cuerpo ya estaba limpio.
—No deberías esforzarte demasiado— susurró, a lo que el blondo rió suave y se sentó como si tuviese todas las energías del mundo.
—Quería probar que puedo protegerte— aceptó con una tímida sonrisa.
—No debes probar nada— contestó Tucker, besando al fin una vez más los maltratados labios del rubio.
—Craig— llamó sorprendido, había olvidado lo que se sentía ser besado. Pronto los labios de su contrario volvieron a abrazar los propios.
—Calla, sabes que esto no significa nada— contestó él, sintiendo cómo las garras de Tweek pasaban suave por su ropa hasta posarse en sus hombros. Si era honesto, había estado más que tenso por no volver a ver al demonio. Así que tenerlo ahí, aún dispuesto a pelear en su nombre le enamoraba aún más.
Amaba a Tweek, como el demonio a él.
Pero aquello sólo hacía daño a ambos, porque él estaba destinado a morir entre las luchas, y su persona a ser juzgado por su padre algún día.
Craig Tucker no se caracterizaba por ser una paloma blanca. Pues era consciente de que manipulaba al blondo y era causa de su locura, si es sincero. Por esa misma razón no lo dejaba morir desde un principio.
Porque necesitaba a alguien que diese su vida por la suya, si el juicio que le daban por ser un mitad demonio y ser servidor de la iglesia salía mal.
Casi nunca ha besado esos fríos labios con una que otra coqueta peca a los lados de las comisuras. Mantenía a Tweek lo suficientemente cerca como para mantenerlo a su merced, y sólo a la suya. Y a la vez lo mantenía lo suficientemente lejos como para él no sentir la culpa necesaria como para poner un alto a todo su teatro.
Después de todo la vida era uno y el mundo un escenario.
—Lo siento— susurró entre el beso, a la vez en que pasaba sus manos por la piel caliente del demonio, quien se separó para negar hacia al amor de su vida.
—¿Por qué?— cuestionó con una sonrisa honesta — nunca me has lastimado.
Y sin más Craig le volvió a besar. Se sentía en veces un tanto miserable, qué tan egoísta debía ser como mantenerlo preso de sus emociones, para ser el culpable de la miseria de aquel chico.
"Estoy en mi derecho, yo le salvé"— es la manera en la que se consuela cuando se da cuenta de lo que es capaz de hacer con tal de no ser él quien acabe en una hoguera.
Siempre empujando al pobre en donde el blondo cree que estarán juntos. Por su culpa está así, por incitarlo mediante su comportamiento a mantener un temperamento agresivo. Uno que llamaría la atención de su padre, que adelantaría las peleas.
Confiaba en la fuerza del pecoso, a quien besaba de manera fogosa. No por nada le dio comida de la mejor calidad durante años. Si Tweek avanzaba, si el público aumentaba, si las peleas se adelantaban.
Su juicio lo haría igual, y tendría incluso más probabilidades de salir libre al fin. Después de años de vivir en un sótano.
Uno no hace las cosas sin nada a cambio, ¿Verdad?
[...]
—Au— se quejó por lo bajo el demonio cuando le sentaron en su celda. Su espalda y rostro estaban muy dañados, incluso dejarían cicatriz.
—¿Estás bien?
—Sí— contestó, el de ojos azules y mil colores. Una sonrisa apareció de inmediato en su rostro, recordando lo que había pasado dos noches atrás. Craig al fin le había correspondido sus sentimientos, sus palabras no lo indicaban pero sus acciones sí.
Por ello había tenido relaciones sexuales con él, ¿No es así?, ¡Nadie tendría tal acto tan íntimo sin ningún sentimiento de por medio!
—Hey Tweek— llamó Michael una vez Tucker estuviese alejado, su celda ahora era la de Heidi. Por lo que estaba al frente de la suya y a un lado de la de Pete. Los únicos restantes —No te ilusiones— contestó, siendo consciente desde un principio de lo que aquel mitad demonio mitad humano tenía entre manos.
Pero Michael, había un error en sus palabras. El tiempo, era demasiado tarde. Tik Tok, Tik Tok, el corazón del demonio ya tenía un dueño, y dependía de él el rumbo de ésta historia.
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Cielo
FanfictionPorque ahora no sabía cómo llegar al cielo, así que se conformó con quedarse en el infierno; a su lado. [...] -historia corta. -Los personajes no me pertenecen, sólo la trama.