[One]

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La desolación lo consumía lentamente

Los estragos del insomnio y la falta de alimento se hacían presentes en aquella pulida piel blanca. Su rostro cada vez más demacrado y las ojeras cada vez más visibles. Lo que alguna vez fue un cabello brillante y prolijo, ahora era pálido, opaco sin brillo alguno y difícil de manejar, como si toda su energía se viera drenada a cada minuto de su miserable existencia.

Tenía miedo, mucho miedo, no sabía exactamente que hacer, como arreglar aquel convenio para que no saliera perdiendo toda su libertad, si ahora lo que tenía se podía llamar libertad.

Era un doncel, un perfecto doncel con las mejores medidas que alguien pudiera tener, pero de ello, nada le servía si no había varón alguno que le diera su lugar y por lo tanto, lo tratase como una persona con los mismos derechos y obligaciones que los demás.

Aún recordaba con gran emoción cuando su padrino le decía que era alguien inigualable con un valor sin igual, que cualquier imbécil que deseara tomar su mano, tendría que tener una sería charla con él, dado que no solo tenía que pagar la cuota que estaban pidiendo por ser el primogénito de la familia Malfoy, sino que tenía que demostrarle el hecho que era digno de él.

Aún recordaba con alegría como su padrino y el esposo de este, le consentían y le amaban más que sus propios padres, y no era el hecho de que sus padres no le amaran, solamente que, no eran tan demostrativos como lo eran Severus y Regulus, quienes no solo lo preparaban para el mañana con refuerzo de etiqueta, de magia, y otras habilidades más para ser alguien que no dependiera de un pelele con aires de grandeza , todo ello, acompañado de un gran cariño y paciencia sin limite alguno, la cuál iba de la mano con las recompensas que le daban.

Los matices de aquellos días eran cálidos y muy brillantes, demasiado diferente a lo que actualmente vivía.

Sentía como su corazón retumbaba con fuerza, como salía del ritmo acompasado del que debería tener.

Los pasos eran cada vez más rápidos, casi a nada de que su calzado tocará el piso para que el otro pie estuviera frente al otro.

Las lágrimas gritaban ser derramadas, estaba eufórico de un sentimiento de pura negatividad, con el solo hecho de respirar ya era algo para lamentar.

Tenía miedo, mucho miedo

Nadie era digno de él y no porque pidiera mucho, sino que no había nadie quien lo amara tal y como era, a tal grado de permitirle ser el mismo, porque cada varón que estudiaba en Hogwarts era un maldito bastardo que presumía ser digno de desposarlo y en cuanto tuviera ese derecho sobre su vida, aprendería lo que eran modales, y obediencia, empezando con ser un buen sumiso y abrir las piernas para ser penetrado por un fuerte y hábil varón

Le repudiaba tan solo imaginarse una vida así, con algún imbécil de su misma edad y estatus, y ni los malditos Hufflepuff se salvaban de pensar así, dado que parecía que en cuanto a la idea de ser la pareja de un Malfoy, significará una diversión aberrante el tratar de subyugar lo.

En cuanto a la actualidad, nada parecía cambiar en cuanto a sus antepasados se casaban con alguien del mismo nivel o mayor a ellos, para formar una "familia", sino que todo seguía igual, una clara forma de esclavitud legal.

Este era su último año, y por lo tanto, la última oportunidad de poder por lo menos dar su opinión en cuanto a su futuro esposo, y ni entre los Gryffindor, Slytherin, Revenclauw y Hufflepuff,había un candidato por lo menos aceptable.

Tocó tres veces, hasta que un "Adelante" se escuchó para que al instante se abriera la puerta encontrándose a su padrino cargando a un pequeño de dos años, de cabellos negros y ondulado, que dormitaba entre sus brazos.

El dolor del recuerdo de un funeral, las lágrimas silenciosas de su padrino, la profunda tristeza que sentía al ver cómo el siempre sonriente y tranquilo Regulus, estaba "durmiendo" dentro de un cajón de la más fina madera y los más meticulosos detalles, siendo lentamente enterrado por familiares y amigos cercanos al difunto.

De eso, había pasado casi dos años, y la herida aún dolía

- Ya no puedo más padrino, esto es tortura lenta y despiadada el saber que cualquier imbécil que pueda pagar la cuota que piden mis padres para pedir mi mano, pueda doblegarme y tratarme como una simple máquina de hacer bebés y no como una persona- las lágrimas bajaban lentamente, con cada palabra impregnada del más amargo dolor que gritaba su alma destrozada.

Con pasos cuidadosos, se acercó hasta su ahijado y lo tomo de su manos y lo acercó para abrazarlo lo más fuerte que podía pero sin despertar a su pequeño.

- Draco, hey Draco, escuchame- apretaba con mucho cuidado su hombro, para intentar apartarlo de su pecho y poder hablarle de frente - - Dejame ir a dejar a recostar a Cepheus, y ahorita hablamos con más calma. Entendido-  dicho eso, Draco se recostó en uno de los tres sillones que complementaban el juego de sala.

Minutos después, su padrino regreso seguido de una charola con un juego de té y varios pastelillos que gustaban a ambos. En un cómodo silencio, sirvió a ambos tanto el té preparado, teniendo ya como referencia como lo tomaba Draco y una rebanada de pastel de chocolate.

- Escuchame bien Draco, antes de que me digas una estúpida manera de como meterte en un problema con tus padres para escaparte del compromiso. Tengo que decirte que eh pagado la cuota multiplicado por tres a tus padres, para pedir tu mano en matrimonio, y ellos lo han aceptado gustosamente, por lo tanto no tienes de que preocuparte siempre y cuando estés de acuerdo dado que por lo que eh visto, aún no tienes en mente con quién casarte sin que te quite tu libertad

Decir que estaba aliviado y muy sorprendido quedaba corto. Lágrimas nuevas bajaban de sus ojos color plata, y ningún sonido salía de su boca que había quedado a unos cuantos centímetros para tomar su té.

Con todo cuidado bajo la taza y la puso en su pequeño plato de la más fina porcelana.

-¿Por qué?- fue lo único que pudo articular aún cuando dentro de su cabeza tenía un montón de preguntas

-¿Por qué? ¿Es enserio Draco? Eres mi ahijado y no pienso venderte al mejor postor como tus padres sin tener el más mínimo cuidado de saber o investigar quién será el desgraciado que desea amancillarte

-¿Y Regulus? ¿Que pasara con él y Cepheus?- no deseaba darse esperanzas y mucho menos faltarle el respeto a quien alguna vez considero una madre

- Regulus murió hace dos años, y aunque no lo creas, el también estaría de acuerdo con esto, me mataría sino cuidara a su pequeño Dragon teniendo las posibilidades. El te quería como un hijo, sabes Draco, ya no tienes que seguir llevando este peso tu solo - le sonrió como muy pocas veces lo hacia - En cuanto a Cepheus, aún es muy pequeño para saber que está pasando en estos momentos pero se que cuando sea más grande, entenderá porque se hizo esto. El siempre sabrá que su madre fue el más bello doncel a quien ame y cuide con todo mi ser, no cometer el error de ocultarle una cosa tan importante como esa, y una vez explicado todo eso, aun seguirá viéndote como parte de la familia.

- Dime padrino, si no me estuvieran presionando para que me casará, ¿Tu te casarías con alguien más después de Reg?-

- Si te soy sincero, diría que no, dado que Regulus fue el amor de mi vida pero nunca se sabe con quién te acabarás topando en esta vida, asi que lo dejaría en una posibilidad si encontrará a la persona correcta.

- Gracias padrino- se levantó de su asiento y abrazo al hombre que prontamente se convertiría en su esposo

- No es nada Draco, lo único que deseo es tu felicidad y sobre todo, que si algún día encuentras a ese alguien especial, podrás pedir el divorcio y con mucho gusto te lo dare. No te obligaré a nada, incluido está, tener relaciones sexuales y obligarte a tener un hijo mío. Así que podrás seguir con tus estudios si así lo deseas, ¿Entendido Draco?

Nuevamente las lágrimas le inundaron pero estás eran de felicidad, y una vez más, se quedó sin voz, y lo único que pudo hacer fue responder con un sonido mudo.

La tarde fue más amena entre una charla de lo que deseaba estudiar, té de limón, pastel de chocolate y un alegre Cepheus que los acompaño una vez pasada su siesta de la tarde.

 No Todas Las Maneras De Amar Son Iguales Donde viven las historias. Descúbrelo ahora