Frustración

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Daiya no Ace ni ninguno de sus personajes me pertenece, son obra de Yuji Terajima. Solo escribo por diversión.

— Ve.

— No puedo.

— Sí puedes. Vamos.

Okumura giró el cuello bruscamente hacia Haruichi, quien lo había empujado sutilmente por la espalda obligándolo a dar un paso hacia delante. Pese a que su avance no había sido demasiado evidente y no se había acercado al objetivo inicial, fue suficiente para que sus nervios ya de por sí alterados estallaran del todo; apretó los labios en una fina línea y sus manos comenzaron a sudar de manera incontrolable, pese a que en su rostro seguía figurando aquella mirada inmutable que lo caracterizaba.

Miró hacia delante, luego ladeó el rostro hacia el chico de segundo año; éste se limitó a asentir con la cabeza e instarlo a que avanzara pese a que Okumura se sentía petrificado y clavado en el suelo de aquella habitación.

— Koushuu...¿se puede saber qué haces?

— No sé.

Seto Takuma también se hallaba en ese reducido reducto, casi a su lado; había mirado alternativamente a Haruichi, luego hacia delante y finalmente a Okumura, confuso por el nerviosismo que él sí podía notar en el catcher.

— Da un paso y luego otro. Y así.

— No es tan fácil.

— Sí lo es.

Takuma farfullaba casi en un idioma ininteligible por lo bajo que pronunciaba las palabras, pese a que sabía que nadie más lo oía. Delante de él, frente al pequeño televisor dentro de la habitación, se desarrollaba una especie de batalla campal que, entre gritos y golpes, solapaban cualquier tipo de sonido extra y de atención hacia los demás "invitados" dentro del cuarto.

Esa tarde el entrenamiento había sido más liviano, al menos para los de primer año. Pese a que a los miembros de segundo y tercer año les había tocado sobrellevar la peor parte, aún tenían energías para ocuparse en actividades recreativas como aquella. Kuramochi parecía haber retado a Sawamura a alguna especie de torneo de videojuegos y ambos lo habían llevado a otro nivel, por supuesto.

A Okumura aquello no le sorprendía, para nada. La gente de años superiores manejaba una intensidad que él no había querido ni podido entender hasta ese momento, manteniéndose lo más alejado posible.

Sin embargo, desde que había ingresado al primer equipo, algo en su mentalidad había comenzado a cambiar. Había logrado vislumbrar las energías, expectativas y alegría del equipo en su conjunto y, pese a no querer admitirlo en un principio, se había contagiado. Un poco.

Y el deseo de integrarse más había surgido una mañana durante el desayuno.

Por supuesto, la cuestión no había sido para nada sencilla. La única persona con la que solía interactuar abiertamente había sido siempre Seto, quien no parecía tener los problemas de socialización que él padecía. Tampoco es que hubiese sido del todo sincero con su compañero, porque no le había comentado de sus verdaderas intenciones.

Porque, en su fuero interno, se dijo que aquello era un capricho. Nada más. Una vez que lograra poder incorporarse a las filas, podía quedarse o retirarse una vez más, saciada su curiosidad.

Por lo que en su mente había trazado sus posibilidades y había llegado a la conclusión de que la persona con la que más le interesaba tener un trato más cercano y que casualmente parecía la más fácil con la cual llevarlo a cabo, era Sawamura. El pitcher de segundo año había empezado en malos términos su relación con Okumura, pero podía afirmar que una vez que habían comenzado a jugar juntos, la cosa había cambiado. Al menos para él. Su opinión con respecto al mayor había mejorado enormemente en un par de meses, y hasta incluso había llegado a creer que podían ser algo más que pitcher y catcher dentro del campo de juego.

Intento FallidoWhere stories live. Discover now