Pasaban 7 minutos de la medianoche. El perro estaba tumbado en la hierba, en medio del jardin de la casa de la seňora Shears.Tenia los ojos cerrados.Parecia estar corrisndo echado,como corren los perros cuando, en sueňos , crren que persiguen un gato.Pero no estaba corriendo o dormido.El perro estaba muerto.De su cuerpo sobresalia un horcón.Las púas del horcón debían de haber atravesado al perro y haberse clavado al suelo , porque no se habia caido.
Decidí que probablemente habían matado al perro con la horca porque no veía otras heridas en el perro, y no creo que a nadie se le ocurriera clavarle una horca a un perro despúes de que haya muerto por alguna otra causa, como por ejemplo de cáncer o un accidente de tráfico.Pero no podía estar seguro que fuera así.
Abrí la verja de la señora Shears, entré y la cerré detrás de mi.Crucé el jardín y me arrodillé junto al perro .Le toqué el hocico con una mano.Aún estab caliente.
El perro se llamaba Wellington.Pertenecía a la señor Shears,que era amiga nuestra.Vivía ennla acera deenfrente, dos casas haca la izquiera.
Wellington era un caniche.No uno de esos caniches pequeños a los que les hacen peinado, sino un caniche grande.Tenia el pelo negro y rizado, pero cuando uno se acercaba veía que la piel era un amarillo muy palido, como la de los pollos.
Acaricié a Wellington y me pregunte quién lo habia matado y porqué.
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El curioso insidente del perro a media noche
RandomA sus 15 años Christopher conoce las capitales de todos los países del mundo, puede explicar la teoría de la relatividad y recitar los numeros primos hasta el 7,507, pero le cuesta relacionarce con otros seres humanos . Le gustan las listas, los esq...