[EN PROCESO]...
"...Es como si no te importara la vida". El sonido de esas palabras me hizo estremecer, pero, aunque intentara actuar sorprendida de alguna forma, no tenía manera de refutarlo, mucho menos negarlo; como una catarata las emociones o al menos el recuerdo de ellas cayó sobre mí, sin embargo, mi rostro no era capaz de reflejar lo que pasaba por mi mente. Hace mucho había aprendido a no demostrar nada de lo que sentía por dentro. De todas maneras, ¿para qué hacerlo? No es como si realmente a alguien le importara lo que piensas. Mi profesora no estaba equivocada. No tengo ninguna pasión, nada en la vida me provoca alegría ni consuelo alguno, vivo simplemente por inercia en un mundo vacío, un mundo en el que perdí la esperanza, uno donde no vale la pena luchar por nada ni nadie, y entre más pronto aprendamos a aceptar esta realidad, será mejor; muy en el fondo de mi corazón era consciente de eso, pero igual intentaba negarlo; luchaba contra eso... no, intentaba escapar de eso. Mis ojos recorrieron el salón de clases, las sillas y mesas vacías donde las personas que estudian conmigo habían estado hace unos minutos. Podía sentir como la mirada de la profesora buscaba mi rostro. Por un momento me recordó a la forma en la que mi madre solía verme. Yo no quería eso.
—Debo irme— dije con una voz fría y cortante, mientras daba la vuelta, siempre sin mirar a los ojos de la que parecía ser la única profesora que se interesara por mi rendimiento académico o por mi vida en general, era extraño, hace mucho que nadie parecía interesarse de verdad en mí, y al igual que con todas las cosas a las que perdemos la costumbre no sabía cómo responderle y aunque estuviese muy agradecida por eso, creo que tampoco valía la pena hacerlo. No me haría cambiar. Me encontraba cerca de la puerta cuando escuché otra vez su voz.
—Espero que consigas eso que te falta Aria—. Con una breve sonrisa y un pequeño gesto de la mano me despedí de ella, siempre sin mirar a los ojos. Creo que es lo más hipócrita que he hecho en mucho tiempo. —Cuídate—. Creo que le escuché decir al final, cuando ya me encontraba en el pasillo, tal vez fue mi imaginación, no le di importancia. —Eso que me hace falta—por un momento me detuve y me encontré diciendo esas palabas en voz alta en pleno pasillo, qué estúpida me sentí. Eso que me falta... si tan sólo supiera qué es... simplemente seguí caminando.
Eran ya cerca de las cuatro de la tarde cuando salí de clases, debido a la hora el campus se encontraba bastante vacío, muy pocas personas en los pasillos, callado, solitario, en paz, exactamente como me gusta. Cerré los ojos un momento para relajarme y dejé soltar otra vez una leve sonrisa, una a mí parecer mucho menos hipócrita, más real. No había nadie conocido en los alrededores. Es impresionante como un campus repleto de estudiantes se puede vaciar en unos pocos minutos, sólo debes decirles que se acabó el horario de clases o que el último profesor no llegó y huirán como ratas de un barco hundiéndose. Supongo que no es su culpa, muchos tienen trabajos a los que ir, amigos con quienes verse, relaciones, algunos incluso familias, hijos... ¿Yo? No tengo ni un puto gato. Es mejor así, los gatos y yo somos demasiado parecidos, a pesar de que siempre me han gustado más los perros. Y así, me vi envuelta otra vez en mis pensamientos solitarios, mientras contemplaba el arrebol que ya se empezaba a formar en el horizonte y teñir las estructuras de concreto de tonos dorados y rojizos. Prefiero quedarme un poco más de tiempo en la villa cuando está sola, de cierta manera es relajante. El espacio abierto, la ligera brisa del lago. Normalmente iría a la biblioteca y le pediría un libro a la señora Kathy. Esa señora refunfuñona y amargada que es casi tu cliché de una bibliotecaria amargada. Me preguntó si terminaré como ella. Extrañamente conmigo es amable, o por lo menos no me mira con cara de perro como a la gran mayoría, además de que cuento con su permiso de sacar algunos libros de la biblioteca para leer en las bancas del exterior, algo que generalmente está prohibido. No tengo idea de cómo diablos conseguí ese honor. Tal vez es un cambio para ella. Debe ser aburrido que siempre te pidan libros de cálculo y que la biblioteca esté llena de estudiantes de ingeniera friéndose el cerebro con números. ¿A mí? Prefiero los clásicos. La Odisea, Don Quijote (Dios bendiga a ese maldito loco), La Divina Comedia... Recuerdo que un día le pedí La Ilíada, estaba escrito en un español estúpidamente antiguo y a pesar de que entendía un poco se me hizo extremadamente frustrante, debí haber parecido una presa fácil ese día para la señora Kathy, así que se sentó a mi lado en una mesa y terminamos teniendo una conversación de literatura bastante amena, al final... no tanto, me contó de su nieta, una chica de mi edad que andaba de viaje visitando a unos familiares en algún país europeo, nada que de verdad me importe. Pero me gusta leer, así que es un precio justo. No soy una bibliófila, simplemente me gustan las historias, vengan del modo que vengan. Películas, juegos de video, libros, series, música. Son escapes, te permiten bombardearte a ti mismo con una dosis de irrealidad, una bala de litio directo al cráneo, tan necesaria para personas como yo, que no pueden tener la mente quieta. Sobre todo, cuando es una mente totalmente autodestructiva. Creo que he vivido y sentido más a través de esas historias que de lo que nunca sentiré en la vida real.
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The Shadowplayer
Fantasy"El Sol atraviesa mi ventana, como polvo áureo sus rayos se estrellan contra mi piel, sin embargo, no siento su calor. Sólo quiero que se apague, sólo quiero desaparecer". Aria Lucina Lambert es una chica de 20 años, su corazón parece estar en el lu...