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El agua cristalina de unas olas besando la orilla de una playa con arena fina y acariciando el inicio de un bello amanecer... Un viento cálido meciendo de un lado a otro a las palmeras...Un cielo azulado...No. No era una buena idea. Joaquin abrió los ojos y los fijó en aquel cuadro que estaba apunto de ser subastado. No tenía sentido intentar calmar los latidos de su agitado corazón mientras notara aquellos ojos marrón clavados en el. 

Aunque no le había visto entrar, estaba seguro de que aquel hombre no se encontraba en la sala de subastas cuando el ocupó su asiento. A partir de cierto momento, había empezado a sentir un hormigueo en la piel y en la boca del estómago. Al girar en la dirección de aquel hombre lo descubrió mirandolo. Le lanzó una mirada furtiva. Seguía apoyado contra la pared y ni siquiera fingía estar interesado en seguir la subasta. Joaquin desvío la mirada  para no observarlo tan descaradamente y comprobar si su boca era tan perfecta como le había parecido. Por un instante pensó que tal vez lo conocía, pero de ser así, estaba convencido de que no lo habría olvidado.

Apretó sus manos e intentó seguir recordando las instrucciones de la carísima terapeuta que su hermana Renata le había recomendado. El hombre no dejaba de mirarlo. Joaquin dejó que sus chinos le cayeran sobre la cara para que lo ocultara de aquella intensa mirada. Se removió en el asiento al tiempo que el cuadro que el quería se ponía en subasta. Si se inclinaba hacia delante Joaquin podía apreciar perfectamente a un hombre que portaba el cuadro, el cuadro que antes le pertenecería y tras cuya adquisición podría dejar aquella sala, y al inquietante desconocido. Fijó la mirada en la casa grisácea sobre un fondo verdoso que ocupaba el centro de la imagen. Se trataba, sin lugar a dudas del regalo perfecto y de no ser porque Joaquin estaba decidido a dejar de creer en el destino, habría pensado que éste había intervenido en su favor. Pero su terapeuta insistía en que debía asumir la responsabilidad de sus propios actos en lugar de culpar a vagas energías fuera de su control, como el azar o el destino. Suspiró. Lo cierto era que no le resultaba facil. Había llegado el momento. Con una renovada determinación, intentó olvidarse de la mirada del hombre y centró su atención en el subastador.

—Lote cuatro, seis, cinco —anunció en tono serio, inconsciente de que iba vender una pieza de la historia familiar de Joaquin—. Un encantador cuadro amateur de una casa en la campiña francesa. Precio de partida: 40 dólares.

Tras un pequeño movimiento en la primera fila, continuó:

—Cincuenta por aquí -dijo una señora mayor de cabello castaño.

Le siguió una rápida sucesión de ofertas que hizo que el precio aumentara hasta noventa dólares. Desde que había acabado sus estudios de arte y había empezado a trabajar en la galería de Celia,Joaquin se había convertido en una experto en subastas, y sabía esperar al momento adecuado. Éste llegó cuando el subastador anunció cien dólares y la mujer de la primera fila sacudió la cabeza.

—¿Cien dólares a la una?

Joaquin alzó la mano.

—¿Ciento veinte?

Joaquin asintió y estuvo a punto de dar un grito de alegría al ver que los demás se retiraban.

—Ciento veinte a la una...

Joaquin metió las manos en los bolsillos de su chaqueta de lino negra y cruzó los dedos. No podía pagar un precio más alto.

—A las dos... —tras una pausa, el subastador continuó—. Por tercera y última...—calló con gesto asombrado—. ¿Señor? Justo a tiempo. ¿Ciento treinta?.

Joaquin no necesitó mirar para saber quién había hecho la oferta. Lanzando una mirada molesta al suelo, descruzó los dedos y apretó los puños. Debía recurrir a una combinación de osadía y determinación. Alzó la barbilla y adoptó una actitud de extrema seguridad mezclada con un toque de aburrimiento e indiferencia. No era la primera vez que le sucedía algo así. Debía dar la imagen de alguien dispuesto a comprar a cualquier precio, como si fuera un hombre acostumbrado a conseguir lo que se proponía.

Pleasure and Revenge ~emiliaco~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora