II

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Dos semanas después mamá organizó una reunión con sus amigas en casa, quienes también eran esposas de compañeros del trabajo de papá, y si ellas traían a sus hijos, significaba que Christopher iba a venir a casa.

Terminé de cepillarme los dientes y bajé al primer piso, viendo como ya habían algunas mujeres con mamá bebiendo un café con muffins.

Acomodé mí cabello y mí camiseta blanca, estirándola con nerviosismo mientras alzaba la mirada sobre las presentes en búsqueda de ese castaño.

—Cariño, las niñas están en mi cuarto jugando. —avisó mi mamá.

Asentí y subí a su habitación, viendo a unas cuatro niñas allí, aparentemente una de 6, otra de 8, otra de 10 y otra de 11.

—¿A qué juegan? —pregunté acercándome, sabiendo con certeza que ese chico aún no llegaba.

—Estamos haciendo cosas de chicas. —respondió la más grande de forma formal y agrandada, haciendo sonreír a las demás y la más pequeña llevó sus manos a su boca riendo.

—¿Y qué es? —consulté.

—Nos maquillamos y pintamos las uñas. —respondió la misma.

—Yo también quiero pintarme las uñas —dije dando un paso.

—¡No! —me detuvo la segunda más grande—. Eres un chico, ve a jugar con tus juguetes de niño —las demás rieron.

—Es cierto. Luego vienes y nos dices que estamos lindas, después de todo, nos ponemos bonitas para ustedes, los chicos —dijo la que habló en un principio.

—¿Qué? ¡No! —negué—. Yo no quiero hacer eso.

—¿Qué sucede? —una voz ya conocida para mí se oyó en la habitación.

Esa voz hizo que mi corazón se sacudiera con fuerza.

Volteé y observé a Christopher caminar hasta pararse junto a mí, con su mentón en alto con esa elegancia que me derretía.

—Nada, sólo que él quiere hacer cosas de chicas.

—¿Y qué son cosas de chicas? —dijo el pálido.

—Nos maquillamos y pintamos las uñas. —respondió nuevamente.

—Yo sólo quiero pintarme las uñas de negro —dije.

—Eso es de chic-

—Gaby, ¿Me alcanzas el esmalte negro? La madre de Guada me lo pidió —cortó las palabras de la mayor, quien le alcanzó el esmalte con gusto—. Gracias. Vamos, Erick. —estiró su mano por mí espalda y sujetó mí cintura.

Seguí sus pasos hasta salir del cuarto, quitó el agarre.

—¿Quiéres que te pinte? —preguntó sonriendo de forma traviesa. Reí alegre.

¿Quién no se sonrojaría por él?

—Vamos a mi cuarto —lo guié. Una vez que entramos, cerré—. ¿Hace cuánto llegaste? —pregunté sentándome frente a mi escritorio viendo como Chris se acomodaba a un lado de mí. Estiraba sus labios mientras mojaba el esmalte y limpiaba para que no se pasara de pintura. Sonreí.

—Recién. Se los escuchaba discutír y me pidieron que subiera a ver qué pasaba —tomó una de mis manos apoyándola en el escritorio para comenzar a pintar con cuidado.

—Ah. ¿Sabes pintar?

—Claro. Mamá me pide que la pinte a veces, es que, como no es zurda sólo puede pintarse una sola mano correctamente. —rió y seguí su ritmo, con un poco de verguenza mezclada con felicidad. Aunque apenas nos habíamos conocido, tenía ansias por volver a verlo.

—Ahhh. Y... ¿No te molesta estar haciendo algo de chicas?

—Erick —comentó alegre—. Aprecio tu ternura e inocencia, pero, no hay cosas de chicos ni cosas de chicas.

—¿Cómo?

—Eso mismo, no hay nada para alguien en específico.

—¿En serio?

—Sí, Erick —tomó mi otra mano y comenzó a repetir la acción.

—Eso me parece bien. Me agrada saberlo, gracias. —alzó la mirada y me sonrió.

—Sin embargo, no todos lo entienden —continuó—. Me alegro de que tú lo hayas entendido.

—Claro. ¿Será otro secreto confidencial? —rió con alegría.

—Si quieres que mantengamos todo entre nosotros.

—Sí, eres la mejor persona con la que he hablado. 

—Puedo decír lo mismo.

Continuó pintando en silencio, hasta dar la última pincelada y sopló despacio.

—Deja que se sequen, trata de dejarlas quietas.

—Claro, Chris.

—Bien. Listo. —enseñó mis uñas pintadas.

—¿Entonces se me ve bien?

—Por supuesto, el niño de ojos verdes con las uñas más sofisticadas de todo Ecuador. —carcajeé.

—¿De verdad, Christopher? —lo miré. Él sólo me sonrió y cerró sus párpados al mismo tiempo nuevamente. Esa expresión de nuevo.

—Sí, Erick. Lo eres. —revolvió mi cabello.

—Ahora regreso, voy a enseñarle a mamá —dije feliz y ruborizado a la vez saliendo del cuarto con el mayor cuidado posible. Christopher siguió mis pasos—. Mira, mamá. —enseñé.

—¡Wow, amor!¡Qué bonito!

—¿Verdad que sí? Christopher me pintó —dije en tono orgulloso, completamente valorando el hecho de que ese niño tan dulce me haya cumplido un deseo.

—Qué lindo que pintas, Chris. —halagó al castaño.

—Gracias. —se limitó a decir y sonrió con dulzura.

Una semana después, Yenny volvería a visitarnos, esta vez para verse únicamente con mí madre.

Como no me había comentado nada de Christopher supuse que no vendría, algo que me entristeció en sierta parte, estábamos en plenas vacaciones y estaba solo todo el día, me gustaría verlo todos los días.

Me quedé jugando en el computador, no tenía necesidad de bajar e irme de la comodidad de mí habitación.

Parecía todo estar más aburrido que nunca hasta que unos toques llamaron a mí puerta.

—Pase. —dije sin muchos ánimos, ni siquiera aparté la mirada de la pantalla.

—Hola, Erick. —me giré al instante con mis párpados en grande, esa voz.

—¡Chris! —la emoción me invadió y me puse de pie, él rió divertido.

—¿Cómo estás? —cerró detrás suyo y nos miramos frente a frente, con sus pupilas destellantes y mejillas levemente rosadas, yo debía estar todo rojo.

—¿Bien y tú? —él simplemente me miró sin darme una respuesta urgente.

—Te extrañé. —mís ansias desaparecieron, ese comentario derrivó una gran muralla en mí, estaba atónito.

Sujetó mí mano y me acercó a él para abrazarlo.

—Y- Yo también.

Rió con suavidad mientras acariciaba mí cabello, hasta que nos apartamos de ese gesto que me enloqueció.

—¿Jugamos algo? —preguntó.

—Claro, ven. —me atreví a sujetar su mano y arrastrarlo hasta el escritorio, nos ubicamos cada uno en un asiento y nos pasamos la tarde jugando en mí computadora.


𝐕𝙤𝙡𝙫e͟r͟𝙩𝙚 𝒂 𝐕e͟r͟ ˙ . ⨾ 𖦹 ˙-  𝙘𝙝𝙧𝙞𝙨𝙚𝙧𝙞𝙘𝙠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora