Mis ojos solo veían sangre, mis oídos solo escuchan gritos y mis manos únicamente sentían la piel fría de otro soldado caído de nuevo a manos de los titanes, pero este no era un soldado más, era aquel hombre al que había respetado y querido en silencio, aquél que me había mostrado tantas cosas y que me acababa de salvar la vida.
Su bengala de auxilio había llamado mi atención inmediatamente, y no dudé en dejar a compañeros atrás por ayudar a mi capitán. Gasté todo mi gas para llegar hasta él, y cuando al fin le encontré, la situación no era favorecedora.
—¡Capitán!
—(T/N), ¿Qué haces aquí?—. Preguntó agitado, parecía molestó pero sorprendido por mi presencia.
—Vi tu bengala.
—No me queda gas—. Dijo con seriedad, echando un rápido vistazo a los alrededores. Los titanes comenzaban a rodearnos.
—Tienes que salir de aquí.
—¿Y dejarle a usted solo? De ninguna manera.
—Alguien más vendrá.
En aquél momento un estruendo acabó con nuestra discusión. Un titán nos miraba cual niño a una piruleta. Una de sus manos se alzó hacia mi.
—¡Cuidado!
La situación, el gruñido de Levi y su empujón me dejó aturdida por un instante, pero cuando regresé a la realidad, el horror de ver a Levi en una de las manos del titán fue algo que no había sentido jamás.
—¡Levi!
Mis ojos se abrieron de repente y me recosté, jadeando pesadamente. No tardé en ser consciente de que me encontraba en mi cuarto. Me froté el rostro con ambas manos tratando de apartar aquél vivo recuerdo convertido en pesadilla. Una semana había pasado desde la fatídica expedición, y desde entonces mantenía la misma rutina.
Me levantaba, me ponía el uniforme y me dirigía hacia otro cuarto. Una vez allí golpeaba la puerta con los nudillos dos veces de forma firme para que se abriera mostrándome a una mujer que me miraba con cansados ojos a través de sus lentes.
—¿Ha despertado?
Cada día realizaba la misma pregunta para recibir la misma respuesta.
—No, pero está mejorando.
Suspiré adentrándome en el cuarto y acercándome a la cama donde descansaba el capitán, con prácticamente todo el cuerpo vendado y carente de movimiento. Su única señal de vida era la subida y bajada de su pecho y su corazón aún latente. Me senté en la silla que mantenía junto a la cama y observé su rostro pacífico. Nunca había tenido el placer de verle con esa expresión, pero ahora era doloroso. Verle así hacia preguntarse qué le pudo pasar al soldado más fuerte de la humanidad.
—¿Cuando despertará?—. Preguntaba después, pero esta vez Hange parecía tener una respuesta diferente.
—Escuchame, (T/N)... Estoy haciendo todo lo posible por recuperarle. Su cuerpo es muy resistente y gracias a ello sigue vivo, pero no deja de ser un ser humano aunque a veces se nos olvide. Sus heridas necesitan tiempo para sanar, al igual que su cerebro. No sabré cuales han sido los daños recibidos hasta que despierte, y cuando lo hará es incierto. No creo que estar aquí sea bueno para tí. A Erwin le gustaría verte retomar el día a día y confiar en mí para cuidar de Levi.
—Confio en tí, Hange. Solo quiero estar aquí—. Murmuré manteniendo la mirada en el capitán.
—Lo sé, pero estar aquí no va a cambiar nada. Él está a salvo y bajo constante vigilancia, va a estar bien—. A la vez que pronunciaba las últimas palabras, su mano dio un ligero apretón a mi hombro. —Sabes que Levi no querría verte de esta forma.
Suspiré sabiendo que tenía razón. Levi me estaría regañando ahora mismo si pudiera, y había descuidado mi deber como soldado. Acepté despejar por un momento la mente.
—Cualquier cosa, por pequeña que sea, por favor, avíseme.
—Serás la primera en saberlo—. Respondió Hange con una suave sonrisa.
Salí de allí teniendo una idea clara de hacia donde me dirigía. Llegando al campo de entrenamiento, llamé la atención de algunos compañeros, pero como no tenía ganas de hablar, decidí ignorarlos esperando que todos comprendiesen mis deseos de soledad.
Comencé a lanzar patadas y puñetazos al aire. No era capaz de entrenar con el equipo. Empuñar una cuchilla me hacía recordar en lo vulnerable que se vio el capitán en mis manos temblorosas al pensar que podría estar muerto por mi culpa. Me había salvado, empujándome lejos cuando un titán de los muchos que nos rodearon tras quedarnos sin gas trató de agarrarme, cogiéndole en mi lugar. De no ser por Hange, ambos habríamos muerto.
Entrené hasta el anochecer, cuando mi cuerpo no podía entregar más de sí mismo, aunque sabía que era debido a la falta de nutrientes. Me duche y caminé por los pasillos medio vacíos ya que todos se encontraban cenando, pero cuando iba a entrar en mi cuarto fuertes pisadas llamaron mi atención.
—¡(T/N)!
Era Hange.
—¿Qué ocurre?—. Pregunté con urgencia, sintiendo que el temor se apoderaba de mi. Sí algo malo había ocurrido...
—Está despierto.
No recordaba ni como lo había hecho, pero de un momento a otro está de pie junto a la puerta mirando con lágrimas en los ojos al capitán, quién recostado me devolvió la mirada.
—(T/N)...
Avancé un paso, después otro, y finalmente corrí a su lado, arrodillándome y hundiendo mi rostro en su regazo.
—No vuelva a hacer algo así...—. Pedí, mi voz amortiguada contra las sábanas.
—Lo haría de nuevo, mocosa—. Dijo a la vez que posaba una mano en mi cabeza, acariciando el largo de mi cabello.
—No me cabe duda, en cuanto ha despertado lo primero que hizo fue preguntar por tí, y no te he dicho aún que ella ha estado aquí cada día cuidándote y...
—Hange, déjanos solos—. Pidió Levi acabando con los delirios de la mujer.
—¡Oh, claro!
La puerta se cerró y un silencio tranquilo envolvió el lugar.
—Oi, mírame—. Le miré, las lágrimas recorrían mis mejillas enrojecidas.
Alzó una mano y con el pulgar limpió los rastros de mis lágrimas y me miró a los ojos mientras me apoyaba suavemente contra su toque. Después, se inclinó y pude sentir su aliento golpear contra mis labios entreabiertos. Pude sentir mi corazón latir con furia. Cuando los cálidos labios del capitán encontraron los míos mi cuerpo se estremeció. Mi mente tardó un breve instante en asimilar que estaba siendo besada por mi superior, y entonces correspondí. Aquél beso transmitía pasión comprimida, deseo y añoranza. Cuando nos separamos para coger aire, jadeantes, su frente se apoyó en la mía. Le miré buscando alguna explicación, pero solo me encontré con su mirada suave. Así que él también...
—Me alegra que estés viva, mocosa.
—Me alegra que esté vivo, capitán.
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Lᴇᴠɪ Aᴄᴋᴇʀᴍᴀɴ ♡ Oɴᴇ Sʜᴏᴛs「𝑂𝑝𝑒𝑛」
FanfictionHιstorιᥲs ᥴortᥲs sobrᥱ Lᥱvι Aᥴkᥱrmᥲᥒ. Lᥲs ρᥱtιᥴιoᥒᥱs ᥱstᥲ́ᥒ ᥲbιᥱrtᥲs. Trᥲᥒsmιtᥲᥒ sᥙs ιdᥱᥲs ყ ყo ᥣᥲs ρᥣᥲsmᥲrᥱ́ ᥴoᥒ ρᥲᥣᥲbrᥲs ᥣo mᥱjor qᥙᥱ ρᥙᥱdᥲ. ^^