El cuervo y las mariposas.

Ella era un cuervo en un mundo de mariposas.
Era diferente, rara, especial, aunque ni ella misma creyera eso.
Le gustaba sentirse superior, ir contra la corriente, desafiar al mundo.
Si la respuesta era rosa ella decía azul, si la vida le decía no, ella decía sí.
Era muy peculiar.
Su personalidad, su verdadera personalidad, desafiaba toda ética y moral.
Su yo verdadera representaba peligro para el mundo, como igual para su salud mental.
No cumplía ningún estándar supuesto por la sociedad.
No era hermosa.
Ni una genio.
En ella tampoco habitaba la bondad.
Reía tanto del mal ajeno como del propio.
Nunca sabías cual era su humor, estuviera cansada, feliz, enojada o triste, en su cara siempre había una sonrisa.
Carecía de amor, en el sentido de que no se sentía especial para nadie.
Desbordaba felicidad, para ella, la más plastica y falsa felicidad antes vista.
Entre mariposas de diversos colores, ella era un cuervo.
Monótona.
Fría.
Insensible.
Un ser defectuoso y con un sin fin de errores.
Era todo lo que para el mundo estaba mal.
Pero ella no nesecitaba al mundo, ni el mundo la nesecitaba a ella.