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Capítulo dedicado a _claaraa__8 gracias por tus comentarios y el apoyo que le estás brindsndo a la historia. 💛

AGATHA

El ascensor del edificio cerró su puerta sin darme tiempo a llamarlo de nuevo, así que decido subir hasta el ático a pie. Me recoloco la mochila, me recojo el pelo en un moño y subo cada una de las seis plantas que separan la entrada del edificio de la planta en la que vivo. Cuando subo una planta me freno para observar el panorama que se despliega desde una de las ventanas que hay en cada descansillo. El mar cada vez se hace más visible e inmenso, entremezclándose con el cielo azul. Apenas habrá veinte minutos en coche y habrá unos pocos más andando. Después de que termine lo que tengo que hacer, me propongo llevar a Joan a la playa.

Desde que empecé la universidad, he estado tan enfrascada en los libros y los apuntes que apenas le he prestado atención a mi hermano pequeño, además de que los dos últimos fin de semanas, a desgracia mía, los he tenido ocupados.

Cuando Carlos me hizo entrega de aquella carta, no había parado de darle vuelta a todo. Intentando descubrir quién podía estar detrás de esto, y lo que es más importante, ¿por qué ahora? ¿Por qué no hace tres años, cuando realmente si pertenecía a un grupo? La tontería de que casi nos mata a todos por culpa de mi insensatez y la curiosidad de Etham, fue cosa de una vez y no comprendo como puede haberse desmadrado tanto... todo.

Estoy tan centrada en mis pensamientos, haciendo todo en completo control remoto que no es hasta que noto como unos pequeños brazos me han rodeadi mis piernas, que me doy cuenta que ya he llegado a mi planta, que he abierto la puerta y que me encuentro en el marco de esta.

Enseguida me agacho para quedar a la altura del pequeño niño de pelo revuelto y ojos miel que me dan la bienvenida con aquella sonrisa enmarcada por hoyuelos tan inocente y divertida que siempre pinta su aniñado rostro.

—Hola, peque —lo saludo sin poder disimular la alegría que me ha embargado ante tal recibimiento. Joan es como mi pequeño, pero reluciente sol personal.

Ahueco sus mejillas sonrosadas y se las pellizco como suele hacer la abuela cuando nos ve. El frunce su ceño e intenta apartarse en vano de mi agarre y la risa que acecha por escaparse de mis labios, lo acaba haciendo. Revuelvo su pelo antes de levantarme de nuevo. La mirada curiosa de Joan se posa en algo —alguien— que se encuentra en mis espaldas.

—¿Y Jairo? —pregunta algo aturdido y confundido mientras su ceño se frunce más y se cruza de brazos. Su mirada baila entre la persona que se encuentra detrás de mí y yo.

—Joan... Él es Etham — le presento.

Escucho unos pasos pesados, que se hacen cada vez más claros y sonoros y sé que se está acercando.

—Etham — dice él, sin poder disimular la incomodidad de su voz y la tensión que se ha apoderado de su cuerpo.

-—Tata, ¿es tu novio? —pregunta Joan con tono soñador en su voz, aunque puedo notar en su postura que está nervioso por la presencia de alguien desconocido cerca de él.

—No. Venga, adentro.

Finalizo, mientras lo cojo en brazos y lo saco del marco mientras le hago una señal a Etham para que pueda entrar. Él asiente y cierra la puerta detrás de sí.

—Espera aquí un momento. Si tienes sed, la cocina está a la derecha.

Él vuelve a asentir. Yo comienzo a andar con Joan en mis brazos escaleras arribas. Antes de decirle algo más a mi hermano pequeño soy capaz de escuchar su respiración pausada y relajada. Se ha quedado dormido. Con cuidado lo recuesto en su cama y le quito los zapatos. También bajo la persiana. Voy a marcharme del cuarto, pero me paro un momento en el marco de la puerta observando aquella imagen tan vulnerable e inocente. Joan tiene el pulgar en la boca mientras no deja de mesar su pelo de forma inconsciente con la otra mano.

No sé si sería capaz de marcharme, por mucho que ansié —y sigo ansiando— la independencia y la libertad, se me rompe el corazón al pensar en la reacción de Joan. Se lo tomaría como otro abandono, igual que nos hizo mi madre y no soportaría ver la mirada tristona y destrozada en sus ojos miel.

Cierro la puerta de su cuarto y me giro sobre mí misma, cuando acabo chocando contra algo definido y blando. Recorro con mi vista su camiseta negra, sus hombros anchos y tensos, su mandíbula marcada, sus labios sonrosados, su nariz griega, sus ojos miel claro, con tonos amarillentos y sus cejas pobladas del mismo tono que su cabello. Puedo notar su aliento mentolado muy cerca de mis labios, enviando millones de distintas sensaciones por todo mi cuerpo. La primera, primordial y más intensa: calor y deseo. Me relamo los labios en un acto reflejo.

Una sonrisa burlona aparece en su rostro y mis ojos se vuelven a fijar en aquella parte de su anatomía. Rápidamente vuelvo a subir mi mirada a sus ojos y estos brillan con diversión y algo más profundo que no comprendo, o que no quiero comprender. Carraspeo e impongo distancia entre nosotros, pegando mi espalda en la puerta del cuarto de Joan.

—¿Empezamos?

—Estaba deseando que lo preguntaras —dice divertido.

Noto como la sangre se calienta por todo mi cuerpo y trago duramente, sabiendo que ahora mismo debo de estar sonrojada. Me agradezco mentalmente, a mí misma, a mi padre y a mis genes por tener la piel de un tono tan oscuro, porque así el rubor es menos visible.

—El trabajo— espeto con la voz ronca por la revolución de sensaciones que este chico es capaz de despertar en mí.

Me frustra aquello, ¿desde cuándo me he atontado yo tanto por un chico? Ni por Liam.

Él asiente, y da un paso hacia atrás. Yo suelto todo el aire que no era consciente que estaba conteniendo y me encamino hacia mi cuarto. Me paro en seco mientras observo el desmesurado desorden que tengo montado. Tengo montones y montones de papeles en el escritorio, alguno ha volado y ha acabado por el suelo debido a que he dejado la ventana abierta. Mi colcha morada está a punto de caerse al suelo y encima de mi cama hay un gran montón de ropa, incluyendo cualquier tipo. Si Etham agudizase su vista, podría diferenciar perfectamente mis sujetadores y mi ropa interior. Cierro de golpe la puerta mientras apoyo la cabeza en esta.

Por el rabillo del ojo veo como Etham me observa con los brazos cruzados y con esa sonrisa ladeada. Pongo los ojos en blanco y le enseño el dedo corazón. Sé que lo ha visto y él sabe perfectamente la vergüenza que aquello me provoca. Él levanta las manos en señal de paz, mientras que una risa se escapa de su boca y su pecho no deja de vibrar por ella. Aunque intento no dejarla escapar, una suave carcajada brota de mí.

—¿Vamos abajo mejor?

N/A: Hemos vuelto también con estos dos jeje.

Opuestos PositivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora