Capítulo 38

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Desnudos, bajo las pesadas sábanas de su cama, buscamos ideas para saber qué podríamos cenar en Navidad.

Recargaba la cabeza en mi pecho, mirando hacia arriba. Yo le acariciaba el cabello con los dedos que no tenían que deslizarse en la pantalla de mi celular. Moon también leía y leía recetas sencillas, interesantes y poco costosas, aunque aún le pesaran los párpados por la falta de sueño suficiente.

Llegando del restaurante tras una conversación de pocas palabras y una deliciosa comida, nos encerramos en su apartamento para hacer lo que en público no podíamos. Los dos lo ansiamos durante los últimos minutos de nuestra estadía en el cálido establecimiento y lo intensificamos con discreción mientras íbamos de regreso al edificio. Cuidamos que el conductor no se diera cuenta, volviéndolo un juego tenso, pero divertido.

Tan pronto estuvimos solos, nos desvestimos.

Por aproximadamente media hora solo pude apreciarle el inmenso tatuaje, cuyos últimos trazos yacían en la parte alta del trasero. Moon-jae, por otro lado, ahogó su placer con el rostro hundido en la almohada y los cabellos negros esparcidos por los laterales.

Aquello me hizo recordar a nuestro único verano juntos, cuando su piel estaba lisa e intacta, resplandeciente y un poco bronceada. El invierno se sentía menos denso cuando repasaba aquellas fechas lejanas y jóvenes.

Moon-jae me extendió el brazo para mostrarme un anuncio de KFC, de esos que salían en las páginas web sin querer. Lo llamó "una señal" para escoger lo más rápido, insano y barato. Aunque hablara en serio, me burlé de él. Quería que la cena fuese más que un recuerdo de una noche, la celebración de que mi solitario problema en fiestas decembrinas al fin había terminado.

Entre risas le dije que siguiera buscando.

En el día, el pez koi de Moon-jae resaltaba bastante. La profunda negrura de las líneas contrastaba mucho con su piel pálida. No podía verle el tatuaje con demasiada claridad porque se recargaba de espaldas contra mi cuerpo, pero varios de los símbolos del poema fueron muy apreciables gracias a sus brazos alzados para sostener el celular.

Debió dolerle mucho.

Aquellas molestias de la tinta permanente se sintieron lejanas a mis ojos. Al menos las físicas. El significado y la historia de esta obra de arte no desaparecieron con ellas. Agradecí que, al menos, nuestra poca confianza bastara para que a él se le olvidase que estaba tatuado por las malas decisiones de su pasado.

Moon bajó el teléfono tras el cansancio de sus brazos.

—Ayer la pasé bien —dijo con tono apaciguado, buscando decir la menor cantidad de palabras posibles.

Sonreí con amplitud, lo rodeé por el hombro y lo estreché con cierta brusquedad a mi torso. Moon forcejeó al principio mientras yo no paraba de reír. Dejó de moverse para que lo soltase más rápido, cosa que funcionó.

Dejé escapar un suspiro, todavía sonriendo. Le revolví el cabello antes de subir ambas manos tras mi nuca.

Seguimos callados y concentrados en las pantallas durante varios minutos, hasta que la desesperación llegó a mí. Tenía un platillo en mente desde hacía días, pero él no podía decidirse por nada. Le dije con calma que eligiera el que más le convenciera hasta el momento y que lanzaríamos una moneda entre su elección y la mía. El destino decidiría por nosotros.

Me mostró de nuevo el anuncio de pollo frito; estaba muy decidido a comer eso para la cena navideña. Como sabría que no cambiaría de opinión, lo condicioné con que no lo compraríamos, sino que lo prepararíamos en la cocina. Aceptó sin ningún problema.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora