A mediados de los años 40, un científico ruso llamado Kalav decidió traer la ficción a la realidad. Él era un aficionado a los libros, pero sobre todo a uno en específico: "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde". Le gustaba tanto que quería que fuese real.
Junto con su equipo de científicos, mandó a traer a dos sujetos de prueba: el primero, un monje shaolin que no opuso resistencia alguna, y el segundo, un asesino psicótico que no dejó de atacar odiosamente en ningún momento a los hombres rusos. Su experimento consistía en pasar toda la maldad e impulsos nerviosos de una persona a la otra.
Se aseguró de que sus sujetos tuvieran un porcentaje cada uno: %100 de bondad, y %100 de maldad, para que, a través de sus experimentos y máquinas, pudiese estabilizar la salud mental del asesino repartiendo la maldad en un 50-50.
Tomó a los 2 hombres y los sujetó a una mesa, conectándolos con un casco en sus cabezas. Encendió la maquina y ambos sujetos empezaron a gritar de forma desgarradora hasta que Kalav ordenó detener el dispositivo.
Cuando despertaron al asesino, se lo notaba más pacífico y estable; al parecer ya no sentía deseos de atacar. El monje estaba algo desorientado, y se lo notó molesto. Luego de pasar unas pruebas, el experimento concluyó en que cada sujeto era estable, a excepción del monje shaolin que seguía raro.
Kalav quiso probar transferir de nuevo las personalidades para que vuelvan a ser como antes, por lo que los conectó otra vez. Encendió la maquina y los sujetos nuevamente gritaron agonizando, pero algo ocurrió: el asesino murió luego de estar sufriendo hasta quedarse sin voz, y el monje continuaba con vida pero atravesando un calvario de dolor, cada vez intensificándose más su grito. Podía notarse que su masa muscular aumentaba y su voz se hacía más gruesa.
La máquina explotó, y el monje, ahora gigante y fornido hasta la deformidad, se soltó de la mesa de hierro y empezó a asesinar despiadadamente a cada científico. Kalav logró escapar con vida del laboratorio y lo hizo volar con dinamita, con esperanza de matar al monje.
Todo estalló, y el incendio lentamente iba cediendo al intenso invierno ruso. Como si nada, Kalav pegó media vuelta y se retiró del lugar.
Al volver a su casa, quemó todos sus libros y tomó su escopeta. Apuntó a su cabeza y justo antes de jalar el gatillo, lo detuvo el sonido del timbre de su hogar.
Fue a la puerta, temblando por la adrenalina y apuntando hacia adelante mientras abría la puerta, solamente para encontrarse con el rostro de Hyde, furioso.