Prólogo

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Era una noche fría en Noruega, se podía ver la nieve caer tras las grandes ventanas de aquella habitación de hospital. Flotando, a los pies de la cama, se encontraba Sariel, un arcángel que observaba con tristeza al chico que yacía en la cama.

Hacía tiempo que pasaba más días en la tierra que en el cielo, cuidando y guiando por voluntad propia a Aage, un jóven de veintidós años que había cautivado su corazón debido a la fé que tenía en Dios. A pesar de ser invisible a los ojos humanos, era consciente de que el contrario era capaz de percibirlo, más aún al borde de la muerte.

- Dulce ángel de la guarda, sé que estás ahí y puedes escucharme. - se escuchó la suave voz de Aage. Por suerte no había nadie más en la habitación, cada vez que el muchacho hablaba con un ente espiritual, su familia creía que había perdido la cordura. - Sé que voy a morir, probablemente muy pronto, por lo que tengo un último deseo.

Sariel, completamente conmovido, hizo temblar la luz de la lámpara, intentando dar a entender que lo estaba escuchando. Por supuesto, el chico entendió, sonriendo tristemente.

- Quiero que mi cuerpo sea usado para una buena causa. El mundo debe conocer al Señor, los humanos necesitan gente que siga compartiendo su nombre alrededor del mundo, deben saber que Dios es bueno y todo lo perdona.

La fé ciega de quien estaba frente a él logró sorprenderlo y, sin esperar mucho tiempo, volvió al cielo, pidiendo una audiencia con su Padre.

Al estar frente a Dios, las palabras se atoraron en su garganta y no pudo evitar atropellarse con sus propias frases, al intentar explicarle la situación. Tras intentar armar una fundamentación válida, o al menos entendible, decidió pedir permiso para bajar a la tierra de forma casi permanente, usando el cuerpo de Aage como recipiente para poder interactuar con el ser humano.

Su idea era simple, no solo intentaría regular y balancear los pensamientos positivos de las personas, sino que también analizaría a cada una, dispuesto a recabar información sobre esa raza tan imperfecta, así poder ayudar al Señor con datos precisos a perfeccionar la vida y experiencia terrenal.

Volvió junto al muchacho, feliz, ya que habían aceptado su propuesta, con dos condiciones: la primera era que no debía caer en deseos terrenales y la segunda era que no podía enamorarse de ninguna mortal. Además, debía cuidar de algún miembro de la realeza, ya que, según expresó el Maestro, era quienes estaban más cerca de la fé.

Lo único que faltaba hacer, era pedir permiso a los padres del chico, por lo que se apresuró a hacer una aparición frente a ellos. Cuando obtuvo un "sí" como respuesta, tras llantos y disculpas, se dirigió a la habitación para expresarle la situación al único hombre al que quería ver, sin embargo, lo único que encontró fue un cuerpo sin vida, en el que aún quedaba el rastro de su última sonrisa.

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⏰ Última actualización: May 04, 2022 ⏰

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