29 de febrero
Estaba agregando las últimas cosas a mi maleta. Miré a mi alrededor y supe que era el momento para partir, dejar atrás mi infancia. Siempre estuve cerca de mi familia, mis mascotas, mis amigos; pero a partir de mañana estaría rodeada de personas totalmente ajenas.
Todo comenzó un 11 de enero, cuando una mañana mi madre me despierta eufóricamente porque había llegado un correo importante al buzón. "Ya voy mamá... no ves que son recién las 6:30 AM?" Con el pelo deshecho, la cara transpirada del calor que hacía, tomé todas las fuerzas para levantarme de la cama y caminar hasta el comedor. Sobre la mesa había una carta dentro de un sobre blanco, que con letras elegantes se firmaba: Universidad de Lausanne. Así que era cierto. Por extraño que pareciera, había por fin llegado una carta desde el otro lado del mundo para decidir mi futuro.
Con manos temblorosas tomé el sobre, lo miré por delante y por detrás para confirmar que esto no se trataba de una broma de alguno de mis amigos, y finalmente comencé a abrirla despacio. Mi familia estaba toda callada, ansiando el momento del veredicto, por lo que rápidamente leí el comienzo de la carta y me salté al párrafo que tenía letras negritas que decía: "Mediante esta carta confirmamos que ha quedado seleccionada para comenzar sus estudios de Medicina en la Universidad de Lausanne para este semestre de primavera". No pude terminar de leerlo en voz alta cuando la mitad de mi familia se abalanzaba sobre mí y gritaba de felicidad. Pude ver en sus ojos una alegría tremenda, pero a la vez, en lo profundo se notaba un dejo de tristeza. Claramente sabían que aquella noticia iba a cambiar mi vida en 180°, al igual que la de ellos.
Los días siguientes a la gran noticia fueron caóticos. Debía organizar todas mis cosas, despedirme de mis seres queridos y mi mente navegaba en pensamientos de cómo sería mi nueva vida en un país lejano. Debo decir que si bien Suiza era un país lejano, no me era ajeno. Mis abuelos provienen de aquel país, y pasé inviernos completos en los alpes Suizos en el hostal de mi familia. Durante mis primeros años me las pasaba jugando con los niños que llegaban de vacaciones y se alojaban en el hostal; y ya en mis años de adolescente ayudaba con los quehaceres y trabajos que aparecían día a día. Definitivamente era muy entretenido, pero cansador a la vez... Sobre todo por el temperamento de mis abuelos que podía llegar a ser un poco agotador.
Volviendo al momento en el cual estaba cerrando mi maleta (que estaba a punto de rebalsar), miré una vez más mi pieza buscando algún objeto que fuera infaltable para mi nuevo cuarto. A mi izquierda estaba mi cama, con un cubrecamas bellísimo que me había regalado mi abuela hace dos años para mi cumpleaños. Lástima que no me lo podía llevar porque habría ocupado la mitad de la maleta. En la pared estaban mis recuerdos más preciados, aquellas fotos que plasmaron los momentos más felices de mi vida. El matrimonio de mi hermana mayor, mi graduación, el cumpleaños número 17 de mi perrito con el cual me había criado prácticamente, y un sinfín de momentos memorables más. Obviamente escogí las imágenes más emocionantes, que me traerían recuerdos bonitos en los tiempos difíciles que podían venir.
¡Casi se me olvidaba! Claramente no se me podía olvidar algo tan importante como el peluche que me obsequiaron al momento de nacer. Tal vez suene patético, pero en los peores momentos podía llorar abrazada a ese peluche y todo lo negativo se pasaba.
Ahora sí era momento, tomé mi abrigo, mi mochila y mis audífonos, para darme vuelta y salir de la pieza que me había soportado durante 19 años.
Bajé las escaleras mirando cada detalle de mi casa para que no se me olvidara la vista que tenía cada día cuando me despertaba y corría con los zapatos desabrochados a buscar mi desayuno; como siempre atrasada para ir al colegio. Sin dudas era un lugar acogedor que iba a extrañar. Miré a mi madre que me esperaba con un paquetito pequeño, parecía un regalo. "Esto te lo entrego mucho amor, para que nos recuerdes como tu familia que es tu fan n°1 y que sabe que serás una excelente profesional". Sentía como se me llenaban los ojos de lágrimas, pero no quise llorar porque sabía que una vez que me lo permitiera, nos iríamos nadando de la casa. Tragué fuerte y le di las gracias a mi madre.
Tomé la cajita y la abrí despacio. Al interior había una cadena con un colgante de forma de corazón brillante. "ábrelo" me dijeron, y al separar ambas partes del corazón se podía observar una foto de toda mi familia junto a Bobby, mi perrito, y yo. Era de la cena navideña que habíamos tenido hace unos meses. "Muchas gracias, los tendré a todos en mi corazón", luego me abrazaron todos y salimos a la entrada de mi casa para subirnos al auto.
Se venía un largo viaje por delante...
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Oxitocina y Cortisol: La mezcla perfecta
Teen FictionNuevo país, nueva universidad y nuevos compañeros. ¿Logrará Isabella lidiar con su vida profesional y personal? Acompaña a esta joven de 19 años en su montaña rusa de hormonas y emociones, en su búsqueda por su vocación y la construcción de su vida...