Baile Centenal

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La duquesa Juana D. Enríquez entra a su palacio con una nueva reliquia entre sus brazos, traída por correo, esta era la 22 en su haber y lo especial de esta, es el país de donde la enviaron. Su esposo Pedro Enríquez regresaría de un viaje de negocios en el golfo pérsico Irak y le envió una reliquia para avisarle a Juana que pronto llegaría. Ya que era un hombre ocupado se ausentaba mucho de casa y para recompensarle el tiempo perdido suele traerle obsequios a su esposa cada vez que llega a España.

Juana atesoraba cada obsequio que le traía su esposo, los exhibía en el salón de baile con orgullo y pasaba por el salón todos los días para compartir un sentimiento de nostalgia y recuerdos.


En esa noche la duquesa se asomó entre el salón de baile y tomo su ultima adición, una mascara blanca con rasgos muy finos y labios pintados de rojo pasión. al poner un vals danzó con la mascara extendida entre brazos imaginando que estuviese bailando con su pareja. en vueltas y risas recordó el día que compro su actual mansión, ese mismo día bailó por horas con su amado Pedro.

De repente se oye un ruido fuera del salón y la duquesa Juana coloca todo donde estaba y apaga la música. Probablemente era una de las criadas que estaba haciendo algunos de sus quehaceres. No podía dejarse ver bailando sola; podría convertirse en la burla de sus sirvientas, al salir, regreso a su cama con el rostro sonrojado y preguntándose si alguien la habrá visto.


Entre lo mas alto del salón se encontraba una criada de pelo castaño  y uniforme desarreglado observando desde un ventanal del palco 5 aguantándose las rizas decide bajar e ir a la cama también. Pero antes de siquiera de darse la vuelta para bajar del palco, dos de las reliquias empiezan a brillar, una más intensa que la otra. Una silueta de color blanco se manifestó en el centro del salón de baile, esta abre la vidriera que guarda la mascara. La silueta al colocársela, su aspecto se torna mas lúcida, un joven alto con atuendo exótico y ajustado, se ladea de un lado a otro entre las decoraciones del salón. La sirvienta no podía moverse, estaba congelada del miedo e intrigada por la enigmática figura espectral.


El espíritu sin perder el ritmo vuela atravesando el tocadiscos y este empieza a tocar una clásica melodía carismática. Cuando el vals empieza a sonar el espirito saca otra máscara de su vidriera, esta marcara es del mismo estilo que la suya, pero esta tiene rasgos femeninos y los labios pintados de rojo carmesí; líneas muy delgadas decoraban la máscara diciendo «¡mírame! Esta noche bailaré hasta no poder mas» El espíritu baila igual a un conde mostrando sus mejores pasos, la luz tenue de las velas se intensifica y una nueva silueta se incorpora al baile.

Una dama muy refinada y con vestido azul con roza pomposo se acerca al otro espíritu y le arrebata la máscara de sus brazos. Antes de poder ver su rostro el espíritu femenino se coloca su máscara muy grácil, y se prepara para mostrar su habilidad en el baile. 


La silueta del espíritu masculino que vestía tan llamativo era del noble Jacob Yusuf del siglo XIV y la silueta femenina que deslumbraba un hermoso vestido era Ana Maria Monte Real una noble que falleció antes de su matrimonio.

Mientras se intensificaba las música la noble Ana Maria danzaba suspendida en los aires al ritmo del vals y el noble Jacob no le perdía la mirada en ningún momento.


La sirvienta que presenciaba el espectáculo de dos espíritus danzantes, estaba fría del miedo. Aunque quisiera salir corriendo del salón no podía, los movimientos hipnóticos de la pareja espectral no la dejaban apartar la mirada.

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⏰ Last updated: Jan 31, 2020 ⏰

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