1. Comienzos.

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En aquella tarde lluviosa de Septiembre, un pequeño niño se encontraba en su habitación. Una habitación espaciosa y con decoración simple, pero bonita. Y una ventana con gotas de agua con una vista a la calle. Una monótona calle.

Aquel chico de pelo corto y pecas, vestido con una camiseta gris claro, un polerón negro, pantalones negros y calcetines blancos, miraba fijamente a las gotas golpear muy suavemente la ventana, mientras la ambientación dejaba escuchar el sonido de las gotas cayendo en el techo. El día dejaba en claro que no existía cosa interesante para hacer.

Así que, el chico empezó a imaginar. Su imaginación volaba sin límites, pudiendo cambiar un simple día de lluvia en una gran aventura. Imaginó que podía volar por los aires, tocando las nubes y viendo la ciudad desde el cielo. Imaginó también que su velocidad era muy alta, llegando a lugares lejanos en tan solo unos minutos, o segundos. Su mente era su mayor compañero, siempre fue así.

Pero después de unas horas, la imaginación de aquel chico dejó de volar, volviendo a su habitación.

Y la habitación era su prisión. Y la lluvia era la causa. Y su mundo se había apagado por la causa. Porque la causa no lo dejaba escapar de la prisión. Y él quería volar, ser libre. Igual que en su imaginación.

A pesar de eso, no podía hacer mucho. Y quitando de lado las gotas cayendo, el silencio era lo que dominaba en ese pequeño mundo que él había creado. No era la primera vez que pasaba, claramente. Pero aún no se acostumbraba totalmente a vivir con ello. Le parecía... Extraño... Tener que estar en su habitación, sin nada que hacer y para peor, con oídos sordos.

-¿Por qué tiene que pasar esto? — preguntó mientras miraba por la ventana, la cual estaba llena de gotas de agua. — No me gusta la lluvia...

Nadie respondió a su pregunta, era algo obvio. Su madre estaba abajo, cocinando la cena y su voz no fue tan potente para que ella la escuchara. Y no importaba si hablaba más alto. El ruido en la cocina ya era lo suficiente como para evitar escuchar ruidos del segundo piso.

Quedándose sin opciones, el chico se lanzó de espaldas a la cama, mirando al techo. Ahora, su imaginación creativa pasó a ser un imán de preguntas. Preguntas las cuales, por el momento, no tenían una respuesta.

Pero las preguntas no duraron bastante en esa pequeña mente. Porque el chico empezó a inventar respuestas a sus complicadas preguntas. Y su imán volvió a ser su mundo. Y el mundo volvió a tener color. Y todo parecía tener sentido, por un momento...

Por un momento, todo parecía ser diversión y alegría. Todo parecía estar bien...

Eso fue hasta que la madre llamó a la puerta de aquella habitación, toda grisácea, toda oscura. Y la imaginación de aquel niño volvió a la realidad, como si se tratara de un profesor llamando la atención a un alumno. O como si se tratara de la gente, cuando decían "Tierra llamando a Marte". Ese tipo de atención la cual hace a uno despertar al momento, y recobrar tus sentidos para enfocarte en el peligro que pueda estar ocurriendo... O tal vez solo para responder al llamado de una madre que acababa de terminar de cocinar.

- ¿Sí, mamá? ¿Qué pasa?

- ¿Estás bien, hijo? — preguntó la madre, con una voz que demostraba firmeza y autoridad, como un comandante, pero a la vez con ternura, como un campo de flores. — La comida ya está lista, ven antes de que se enfríe.

Comida. Aquel alimento que todos necesitan para sobrevivir. No tan necesario como el agua, pero en cierta parte, igual de importante. Ese llamado a comer fue todo lo que el chico necesitaba, por ahora. Ya que interrumpió la diversión de su mente, pero a la vez, no tendría que preocuparse más por la soledad de aquella habitación.

Se levantó de la cama, y se acercó a la puerta, pero no sin antes responder al llamado de su madre.

- Está bien mamá, ahora voy.

Luego de eso, abrió la puerta, y dejó que la luz artificial que iluminaba el pasillo, iluminara la habitación también... Pero solo por unos breves momentos, que fue el corto tiempo que duró abrir la puerta, salir al pasillo y cerrar la misma puerta.

El chico empezó a caminar por el pasillo, yendo al comedor. Desde el punto de partida, se podía oler el delicioso aroma de la comida recién hecha, lo cual empezó a interrogar a su mente, preguntándose que sería lo que va a comer hoy.

Y con eso, el silenció se quedó en aquella habitación.

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⏰ Última actualización: Mar 29, 2023 ⏰

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Silencio. Mi amigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora