Menos por menos

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—Me hago el tonto con vosotros para poder integrarme —dijo Darian, esbozando una inocente sonrisa. —Claro... ¡Ja, ja, ja! —contestó Dom, mirando a Darian por encima del hombro.

Dom era el típico cretino, ingenuo para muchas cosas, con una seguridad en sí mismo injustificada. Alguien con el que te cruzas saliendo para ir a casa de tu abuela, o en la panadería.

Darian, con una probabilidad altísima, estaba diciendo la verdad.

Mientras Darian crecía a golpes de desprecio de sus lazos fuera de su círculo familiar, iba desarrollando unas falsas cualidades que limitarían su vida años más adelante. No era tímido, no era cobarde, no era antipático...

Bendito fue el día que Darian, con una armadura forjada a base de química, emprendió un viaje encerrado en su cuarto. En ese viaje, conoció a muchas personas. Algunas demasiado simpáticas. La mayoría, comparables a una bolsa llena de residuos. También a otro tal Darian.

Ese Darian, desprendía un aura de frenesí por vivir bastante envidiable. Era bastante hablador y no le costaba sonreír y saludar al resto. Al menos, para nuestro protagonista, era alguien bastante envidiable.

Un sujeto bastante peculiar, cuanto menos. Sus piernas no paraban de temblar, con excitación. Enterraba su pulgar en el resto de sus dedos, para abrir la mano a continuación y hacerla chocar con la otra, de manera repetitiva. A pesar de la inquietud que manifestaba, su mirada se clavó con la de Darian en un momento dado.

Y durante unos densos 10 segundos, Darian se deshizo de la fatal idea de evitar la mirada del individuo a toda costa. Esto hizo que de manera recíproca, ambos clavaran sus miradas. No saltaban chispas, sino rayos. Rayos generados por la atracción de estos dos polos opuestos.

—Supongo que soy el electrón.

—Sí. ¿Te gusta?

—No precisamente. Me gustaría ser el protón, alguna vez aunque sea.

—Pues limpia ese espejo. Te deseo lo mejor.

Menos por menosWhere stories live. Discover now