No Manners

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Dilo en un tono frío, sin modales

Cuanto peor lo dejes, mejor


Kun siempre se había preguntado qué había hecho para merecer a alguien como Lucas en su vida. Todo el mundo solía decir que ese chico de segundo año era muy intimidante, pero estaba muy lejos de serlo; en realidad, él era el muchacho más amable y cariñoso que podría haber conocido. Era cierto que, debido a su altura y complexión, tenía un aura que emanaba poder, pero bastaba con verlo sonreír, poder admirar ese brillo hermoso de sus ojos, para comprender que era como un oso de felpa enorme.

Y había sido precisamente esa apariencia tan varonil e imponente lo que había causado que Kun tardara meses para invitarlo a salir; siempre creyó que estaba completamente fuera de su alcance. Además, tenía todo el aspecto de ser heterosexual, ya que se la pasaba todo el tiempo con Yuqi, una compañera de la facultad. Fue hasta después que se enteró que sólo eran amigos y que, de hecho, la chica ya tenía pareja.

Estar con Lucas fue como conocer el paraíso mismo. Tenían tantas cosas en común, podían pasar horas hablando sobre algún tema, o simplemente disfrutando una película o serie juntos. El muchacho era tan brillante, tan alegre y deslumbrante, como su píldora de felicidad. En la mayoría de sus citas acababan riendo hasta quedarse sin aliento, siempre a causa de alguna broma propiciada por el menor. Cada vez que estaba con él, el chino sentía que estaba en su pequeña burbuja de alegría, donde nada ni nadie podría hacerle daño.

Pero, a pesar de todas las cosas buenas, había algo que consumía a Kun cuando estaba en la soledad de su habitación: una culpa aplastante que era capaz de robarle el aliento, esa aflicción de no poder ofrecerle a su novio todo el amor que tenía derecho a recibir. Lo intentaba, en serio lo intentaba, pero las ataduras del pasado siempre terminaban impidiéndoselo. El menor no lo notaba, porque se había acostumbrado a su cariño sutil y tranquilo, porque no lo conocía antes.

No merecía a Lucas, y Kun lo sabía. Lo sabía muy bien.




Había conocido a Ten cuando recién se había mudado a Estados Unidos, en el primer año de universidad.

Kun nunca había sido precisamente del tipo sociable, pero cuando lo vio así, tan asustado, y confundido, no pudo evitar acercase a hablar con él. Ambos eran extranjeros, así que no fue tan difícil para ellos poder conectar a raíz de ello. Entre palabras atropelladas y medias frases en inglés y mandarín consiguieron comunicarse las primeras semanas.

Así pudo conocer más sobre él: era de Tailandia y había decidido trasladarse a Estados Unidos para asistir a la universidad y alejarse un poco de su abrumadora familia. También le gustaba bailar y dibujar.

Pasaban la mayoría del tiempo juntos; si no era en clase, era en la habitación de alguno de los dos, haciendo proyectos, estudiando o jugando videojuegos hasta las dos de la mañana. Una de sus actividades favoritas era cuando ambos estaban sumidos en sus hobbies, Kun componiendo música y Ten haciendo bocetos. El tailandés amaba tener la suave música de fondo y al mayor le encantaba ver esa adorable expresión que su amigo hacía cuando se concentraba.

Otra cosa que amaba hacer era verlo bailar. El chico tenía un talento inmenso y siempre interpretaba una canción como si fuera la última vez que iba a estar sobre la pista de baile. Era capaz de comunicar cualquier tipo de emoción a través de su cuerpo y las expresiones de su rostro; muchas veces Kun se halló a sí mismo limpiando las comisuras de sus ojos, ya que las lágrimas amenazaban con caer. Su baile era hipnótico, le robaba el aliento, y estaba seguro de que nunca iba a cansarse de verlo.

No Manners | KuntenWhere stories live. Discover now