Capítulo 40

6.4K 926 1.2K
                                    

Fue como si hubiese esperado por esto durante un tiempo considerable. O más bien, como si ambos lo hiciéramos. No me opuse, tampoco busqué separar esta repentina cercanía.

La rodeé por la cintura con un brazo; con la otra sostuve su nuca para atraerla más a mí. Nuestro beso pasional aumentó pronto de ritmo.

Quisimos recuperar el aire, pero también seguir con lo que no debíamos. Sus jadeos y los míos poco a poco se volvieron perceptibles bajo la penumbra de un apartamento silencioso.

Avanzamos hasta que su espalda chocó con la pared contigua a la puerta, sin ninguna otra escapatoria. El aumento de temperatura tanto en ella como en mí fue igual de notorio. No dijimos nada, solo seguimos el instinto de nuestros cuerpos y nuestras nada asertivas mentes.

Esto estaba mal, terriblemente mal. Pero no podía encontrar calma en mis adentros para detener lo que los dos tanto ansiábamos.

Podía notarla tensa, aunque solo al principio. No supe si era por su falta de costumbre o a causa del remordimiento de la situación. Traté de ir lento, hacer que se relajase, darle tiempo para que me dijera de una vez por todas si debíamos ir más allá o dejarlo todo como un encuentro casual y no tan íntimo.

Recargó la cabeza contra la pared, me envolvió por el cuello con ambos brazos. Me separé de ella únicamente para besarle en la mejilla, en la oreja, en el cuello. Se tensaba a cada roce nuevo, pero terminaba relajándose a los pocos segundos, devolviéndome la confianza sobre su consentimiento.

Lentamente el calor se me fue subiendo de más al cuerpo, indicio de que la hora para aumentar con las caricias ya estaba aquí.

Me agaché un poco para que mi mano alcanzara a posarse bajo su larga falda. Pronto tuve contacto con su ropa interior. Palpé con el medio y el anular, lento. Mi tacto logró hacer que sus piernas se debilitaran de forma abrupta y sus respiraciones se aceleraran a tal punto, que la nariz ya no le fue suficiente.

Para no quedarse atrás, Sol también se atrevió a meter la mano dentro de mis pantalones. Al no esperármelo nunca, me excité más rápido.

Sin dejar de tocarnos, volvimos a saborear los labios del otro con intensidad. Preferí concentrarme en eso que en la culpa que se ocultaba tras mi agitado corazón.

Ya no podía aguantar más. Quería tener sexo con ella, con una urgencia que pocas veces vi en mí. Dejé de tocarla solo para que me siguiera a la cama, donde seguía durmiendo su hijo.

Jalé una de las sillas, tomé el portabebés y dejé al niño ahí con cuidado, aunque el éxtasis me dijera que de una buena vez lo lanzara por la ventana. Tuve la fortuna de que no se despertara. Iba a ser incómodo que Jun nos interrumpiera con su llanto.

En cuanto me giré para buscarla, Sol-gi me sujetó de nuevo por las mejillas, me besó, me condujo hasta mi propia cama como si este fuese en realidad su hogar. No podía ver gran cosa gracias a mis ojos entrecerrados, lagrimosos por la excitación.

Tiró del cuello de mi camiseta, nos tumbamos juntos; yo sobre ella. Seguí dejándole marcas sobre el cuello sin detener el resto de mis caricias bajo su suéter. Con una mano le bajé la falda hasta los tobillos. Ella cooperó para que la tarea no fuese tan difícil.

Después, y ya con todo el atrevimiento del mundo, la toqué bajo la ropa interior. Podía sentir la humedad.

Sol-gi trató de contener sus temblores, también sus jadeos. Respiró con prisa una y otra vez a cada beso correspondido. Cerró los ojos para que no le apenase tanto lo que hacíamos, para concentrarse mejor en el placer que le brindaba. Yo en cambio, buscaba eliminar de mi cabeza toda esta desesperación y culpa.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora