Prólogo

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Papá de Shaden

El cielo grisáceo anuncia la lluvia torrencial que se aproxima. Los pájaros ya no cantan, el sol se escondió, y no parece querer salir jamás. Cada flor del jardín conserva su color, pero de un tono más muerto. Tal vez sea por la ausencia del sol, o porque están de luto  debido a que su fiel cuidadora falleció. Con amor puro cuidó cada flor de ese jardín, así como me amó a mí cada instante de su vida, hasta el último momento.

Todo marchaba a la dirección correcta. Por fin después de tanto intentarlo logramos tener un hijo. Solo faltaba ese juntos por siempre, cuya falta me deja un mal sabor de boca. Desde su muerte todo cambio para mí. La comida proveniente del mejor chef, no deja de ser insípida. Aunque el sol salga, los días no dejan de ser grises, y aunque tenga un hijo por el cual velar, al mirarlo me recuerda tanto a ella… Mi corazón se estruja, al saber que no me quedan más lágrimas que llorar, hace mucho las acabé todas.

El entierro fue hace una semana. Nadie de la familia fue. No teníamos amigos, cortamos relaciones con todos por nuestro escape pasional, para comenzar desde cero, para que nadie pudiera juzgarnos, escapar por fin de las miradas de la gente.

¿Ahora de que sirve?

Solo quedamos un niño de 7 años y yo. Ni siquiera me puedo suicidar, porque tengo que cuidar al pequeño infante.

¿Qué clase de castigo me fue impuesto y por que?

El cielo ruge, y las nubes se adornan de destellos blanquecinos fugaces. Relajo mi espalda en la costosa silla de mi oficina, le doy un trago largo a la botella de Whisky. Gracias al gran ventanal de mi oficina, me limito a esperar a que inicie la tormenta, observando el gran jardín que le perteneció a la mujer que más amé.

La puerta de la oficina se abre ,y hace el característico chirrido de la madera nueva, poco después se cierra con delicadeza. La otra persona además de mi en esta inmensa mansión, es ese niño que me robo tanto tiempo de ella. Y por si fuera poco, es el principal culpable de su muerte.

Sí…Es verdad…

Es culpa de él que ella muriera… Si él no hubiera nacido, ella estaría a mi lado. Nunca debí apoyarla en eso, debimos adoptar… debí insistir en la idea.

Me giro en la silla para observarlo, el parecido es abrumador, con certeza podría decir que no tiene nada de mí, sus facciones son casi idénticas a las de su madre.

De nada sirve.

Mi corazón ha sido envenenado lentamente en su contra. Lo único que siento hacía él es repulsión…

Se limpia las lagrimas con la manga larga de su pijama, y de la otra mano sostiene el peluche de felpa que ella le compró 5 meses antes de la operación. La operación donde todo salió mal y ella tuvo que dar su corazón para salvarlo.

—Papá tengo miedo.—Lloriquea
La casa está sumida en la oscuridad, debieron cortar la luz hace 3 días. Es lógico que tenga miedo, pero inexplicablemente una rabia inconmensurable me invade al oír su voz.

Lo odio.

Lo ignoro y doy otro trago a mi whisky.

—Papá…—Repite.

Le doy un último vistazo a la botella antes de aventarla en dirección del pequeño ser. La botella se desvía a la pared y explota en pedazos. El licor se esparce por todo el piso y la desilusión se impregna en mi sistema al ver que su sangre no está unida al líquido.

El niño cae de rodillas, aterrorizado llorando y cubriéndose la cabeza. Está temblando del miedo… Me llena de satisfacción verlo así… es lo menos que se merece.

—Devuélvela… ¡Quiero a mi esposa de vuelta!

La rabia acumulada después de tanto tiempo, estalla, la sangre me hierve, tanto que puedo sentir como una vena sobresale en mi frente.

El silencio, acompañados de los sollozos de ese mocoso, es mi única respuesta. Hasta que una maravillosa idea ilumina cada espacio de mi mente.

Voy a tener a mi esposa devuelta.

De unos pocos pasos me acerco al mocoso, para poder apretar su cuello entre mis manos. Patalea y patalea, solo me detengo cuando su cara comienza a perder color. El latir desbocado, esa adrenalina, solo la tenía cuando tenía sexo con ella.

¡Por supuesto!

Ella sigue viva dentro de él... Le voy a arrancar el corazón para retornarlo a su dueña y así seremos felices por siempre.

Tomo uno de los pedazos de vidrio vagando por el piso y miro al niño, mi rostro se retuerce en una sonrisa que jamás había usado, pero ahora me define más que nunca.

Sus ojos brillan del miedo y mi sonrisa retuerce tanto mis facciones que en algún punto empieza a doler.

—Vas a devolver lo que no es tuyo…¡Maldito demonio! —Digo antes de abalanzarme sobre el pero no alcanzo a tocarlo.

Una onda expansiva me lanza contra el escritorio detonando un fuerte dolor en mi columna.

Con rabia aprieto el pedazo de vidrio en mi mano, y este se entierra en mi carne liberando, gruesas gotas de sangre. El niño se encuentra de pie, pero su mirada es distinta. Sus ojos verdes ya no reflejan miedo, están teñidos de una superioridad que nunca había visto.

—Tu esposa pagó su deuda. —El oso de felpa cae al suelo, y su voz casi parece la de un adulto. —Hizo un pacto con Dios y el Todopoderoso le concedió un hijo. Ella incumplió su parte del trato, y por si fuera poco, vivió en pecado con su hermano. —Hace una mueca de asco.

—¡Yo la amaba! — Espeto

—Puedes engañar a la humana… Pero no a Dios, la ibas a matar... tarde o temprano. —Se acerca lentamente. —Y por cierto… No me llamo “Maldito demonio” —Un relámpago ilumina toda la estancia y en la sombra del chico, por un instante pude divisar unas inmensas alas— … Me llamo Shaden.

A partir de ahí solo recuerdo oscuridad.

La loba / +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora