Solo eran dos adolescentes, con caminos diferentes pero aun así destinados a cruzarse.
Ella hundida en el éxtasis que provocaban las drogas y el alcohol. Las calles aun recordaban el sonido de esos tacos aguja en la acera, las estrellas intentaban hacer memoria para visualizar alguna vez que no hallan bañado con su luz esa cabellera negra que divagaba entre las multitudes de personas que bailaban siguiendo su propio ritmo. Su ropa aun con el olor a humo del ultimo cigarrillo fumado y vainilla.
Así era ella, tan cautivadora y con ese dejo de misterio, llevaba consigo secretos y una mirada apagada, tan fría que quemaba, quizá tan rota que cortaba. Era como la luna, rodeada de estrellas pero eternamente sola. La melancolía como su amiga del alma, y la depresión como su inseparable amante.
Pero llego un momento
en el que el sol se enamoro de la luna
y la luz de la oscuridad
la alegría conoció al dolor
y Ashton a Noa.