Nuestra Aflicción
Capítulo 2.Albert había viajado toda la noche, logró llegar al pueblo con la cabeza llena de angustia, estaba cansado de tocar a la enorme mansión, lo hacía como si la vida se le fuera en ello.
Había tenido noticias acerca de Terry y se trasladó lo más rápido que pudo a Lakewood. Las noticias no eran buenas, debía sacar a Candy del camino de Terry a toda costa. Esta vez no podía darse el lujo de ser considerado con él.
—¡Candy! ¡Tía abuela! —Tocaba incesante, pero nadie atendía su llamado. Aquello le daba muy mala espina.
Resoplo y camino hasta la entrada posterior de la mansión, sorprendido de ver la puerta abierta. Si, algo ocurría, entro y lo primero que se encontró era a uno de los jornaleros tirado en el suelo y a un lado de él, un pozo de sangre coagulada y maloliente.
—Mac... ¡Mac, despierta! —Llamo Albert asegurándose de que estuviera vivo. Trago en seco al percatarse de que aquello no era así, tembló en seguida.
Alguien estaba en la casa y le había provocado eso a ese pobre hombre.
Observo a su alrededor a dos mucamas dormidas sobre la mesa, al frente de ellas, estaba una tetera aún con su contenido. Albert sabía que antes de dormir la tía abuela enviaba por el té para relajarse y que las mucamas tendían a beber del mismo al final del día.
—¿Qué es lo que sucedió aquí? —El rubio olfateó el contenido de la tetera, percatándose de un aroma sutil en el mismo, y un suntuoso sabor agrio al finalizar la degustación del mismo.
Sus ojos se abrieron enormes, en sus años como viajero se había topado con algunas sustancias para adormilar a las personas, y grande fue su sorpresa al descubrir que habían drogado a las personas en la mansión.
—¡Tía Elroy, Candy! —Solto la tetera de golpe, desquebrajándose la misma al impactar contra el suelo.
Albert ni siquiera podía imaginar todo lo que ocurrió la noche anterior en aquella casa. Y la nieve había ocultado el único rastro del causante. Escalera arriba, en la habitación de la tía abuela, Albert entro dando una patada certera a la puerta, y ni con todo el escándalo la mujer pudo despertar.
—Tía... Tía despierta, por favor —Corrio hacia ella, la atrajo a sus brazos y empezó a darle golpecitos en las mejillas. Apenas si respiraba, solo Dios sabía lo que les habían dado a todos.
—Will... —El hecho de que la mujer exclamara su nombre en medio de la somnolencia le daba calma.
—Ánimo tía, aquí estoy... ¿Dónde esta Candice?
—Biblioteca... Alistear... Stear... —Apenas si podía recordar algo de los eventos de la noche anterior. La cabeza le daba vueltas.
Albert se aseguró de que no estuviera herida y se dirigió al único sitio que hasta el momento era el único donde ella podía estar.
Nefasta fue la sorpresa al descubrir aquel lugar revuelto, y una pila de libros sobre el escritorio. Había rastros de sangre en el suelo, indicando que en el individuo que asesino al jornalero había entrado a la casa y ocasionó todo eso. Se notaba incluso que había batallado con alguien en ese lugar, y sólo ella seria capaz de enfrentarse cuerpo a cuerpo.
—Candy... No me hagas esto... —Ella no estaba por ningún lado, lo único que pudo encontrar fue su relicario en el suelo y un aroma penetrante en el ambiente, una conocida mezcolanza entre dulce y cítrico... Era cloroformo.
Y en el suelo, entre el reguero de sangre y los libros estaba el relicario de la joven.
Candy había estado ahí y se la habían llevado. Casi no hubo tiempo de reaccionar, había llegado tarde.......
El grueso y frío suelo a su espalda le era incómodo, los ojos y la garganta le picaban, todo el mundo parecía moverse al mas mínimo quejido de su parte ¿Qué paso? ¿Donde estaba? Apenas si podía abrir los ojos, todo le dolía.
—¡Aasshh! —Con su mano derecha se sujeto el tabique nasal.
Estaba demasiado mareada como para tratar de levantarse del suelo, se volvía a echar contra el mismo cuando de repente escucha aquellos pesados pasos que se dirigían a ella.
Rodó en el suelo, intentando ocultarse, pero ya el la había visto.
—Tranquila Candy, todo estará bien —Aquella voz la saco de toda ensoñación que pudo imaginar, se giro y trató de enfocar al dueño de esa voz.
Se incorporó con sus piernas temblorosas, la luz era apenas halos que se colaban a través de las roídas cortinas del lugar donde se encontraban.
El corazón se le agitó como las alas de un colibrí al verlo ahí, sino fuera porque estaba débil correría hacia él. Sin embargó, su sonrisa y sus lágrimas la delataron, haciendo que él la tomará entre sus brazos cálidos.
—¡Terry, estas vivo! —La sensación de aquel abrazo era gratificante, se estrecho mas a él, con su rostro empapándose en lágrimas de alegría.
—Tranquila pecosa. Todo esta bien —Respondio el actor con una sonrisa evidente y un brillo especial en sus ojos al mismo tiempo que el besaba su frente con cariño. Candy apenas si podía hablar, lo tenía delante suyo, después de tanto tiempo, con aquel corazón latiendo enloquecido por él, con aquel amor que no se había extinguido.
—Yo... Creí que... Susana... Yo.. —No podía analizar sus propias palabras siquiera.
—No hablemos de ella. No tiene importancia —Aquello transformó el rostro de Candy.
—¿No tiene importancia? —Dijo en tono irritable —Susana fue asesinada. Te incriminan de ese horrendo crimen ¿Y dices que no importa?
—¡Por supuesto! Soy libre, ahora puedo estar contigo —Se disponía a tocar el rostro pecoso de Candy cuando esta se soltó de su agarre.
Ella lo detallo de pies a cabeza, su rostro era pálido, con ojeras que ensombrecían aquellos hermosos ojos azules, las ropas que portaba eran sucias. No parecía Terry, pero lo que mas atención le llamo era que su mano derecha estaba vendada y sangre salia de la misma. Con pericia ella tomo su mano y retiró el sucio vendaje, tenía una herida abierta y sobreinfectada en la misma, parecía tener semanas así... Aproximadamente tres semanas, el mismo tiempo que tenía Susana asesinada.
—Terry... —Susurro Candy, trago en seco y encaró al joven delante suyo —¿Qué fue lo que hiciste?
Los ojos azules del actor se transformaron de repente, tomo a Candy de los hombros y la coloco delante de una ventana, la luz invernal la hacia verse hermosa, sus ojos verdes temerosos ante lo que él podía llegar a hacer.
—Descuida... Ella ya no sera un estorbó. Lo resolví todo, Candy. Ahora estaremos juntos para siempre. —Con delicadeza descubrió su cuello, la noche anterior en su ataque le arranco el relicario con violencia y la lastimo.
La rubia retiro con furia las manos de Terry, apenas si podía hablar. Él era el responsable de aquel acto cruel y despiadado.
—Tu... Tu mataste a Susana ¿Cómo pudiste hacerlo?
El actor rugió ante esa pregunta, la tomo de los hombros y la apretó contra la pared.
—¿Acaso no entiendes todo lo que he pasado? —Grito al tiempo que golpeó la pared con rabia, espantado a Candy de esa manera —Me até en vida a una mujer que no amaba solo para complacer tu buen y noble corazón. Me até a una maldita lisiada solo por el honor.
—¿En que te has convertido?
—¡No lo se! Solo se que disfrute de cada puñalada que le propicie, de cortar su cuello y dejar de escuchar aquella maldita voz chillona. Se sintió bien al sentir su sangre en mis manos, era la llave de mi libertad.
Sujetaba con más fuerza a Candy de los hombros casi con ira, en esos ojos azules que a ella tanto le fascinaban había una chispa de locura que prendía todo a su alrededor.
—Me lastimas, Terry. Sueltame.
—Oh no, Candy. Esta vez no. —Casi a rastras empujó a Candy a otra habitación, ella no podía creer que ese fuera el Terry al cual no había podido dejar de amar, no le reconocía ¿Dónde había quedado el muchacho que le robo un beso en Escocia? ¿A donde había ido el hombre que amaba con toda su alma?
Era un asesino. Era un monstruo.
El actor sonreía con malicia, la tenía al fin, ella iba a ser suya para siempre. Ella lo recibiría con besos y prepararía sus platillos favoritos, él le leería sus obras de Shakespeare en las noches a la luz de las velas y se dormiría en su pecho contando sus pecas. Se amarían en esta vida y la que les aguardaba en el mas allá.
—Terry, por favor no hagas esto mas difícil ¡Te busca la policía!
—Y para cuando descubran todo, ya nosotros nos habremos ido.
—¿Qué? ¿A donde iremos?
—Aun no olvido que cuando te envíe aquel boleto de tren, seria sólo de ida. Y este es nuestro momento, no hay retorno, Candy. Esta vez el mundo sera para nosotros, esta vez resolveremos aquel dilema que nos unió en Escocia.
La llevó hasta una habitación que era limpia y ordenada, el aroma a rosas era penetrante, había libros de todo tipo en un escritorio. Algunos los reconoció, eran de la biblioteca de Stear, se soltó del actor y con sus manos acarició un libro de física cuántica.
De sus ojos, las lágrimas caían como un arrolló lleno de tristeza. Todo eso lo había hecho él, estaba loco por ella, mataba por su amor. Ella hubiera hecho cualquier cosa para volver a verlo, pero no quería verlo condenado.
—Candy...
—Tu... ¿Eras quien me enviaba regalos acaso?
—Cada uno de ellos fue por todo este tiempo que estuve lejos de ti. Por cada lágrima, por cada instante en que me dormía en tu mirada.
Con delicadeza deslizó su mano por aquel cuello que le era apetecible, empezó a besar aquel ángulo delicioso. Jadeo al sentir aquellos labios masculinos en su piel ¿Por que le hacia sentir todo aquello?
—Terry ¿Qué es lo que significa esa ecuación? La ecuación de Dirac.
—Una vez Stear me la mencionó —Susurró mientras iba dejando una estela de besos en sus mejillas y en sus párpados —Decía que era la ecuación más bonita de toda la física.
—¿Pero que significa?
—Habla del un fenómeno. Si dos sistemas interactúan uno con el otro durante un cierto período de tiempo y luego se separan, lo podemos describir como dos sistemas separados, pero de alguna manera sutil están convertidos en un solo sistema. Uno de ellos sigue influyendo en el otro, a pesar de kilómetros de distancia o años luz.
—Hablas como Stear.
—Algo aprendí de él —Tomo su barbilla con delicadeza, con su pulgar acariciaba aquellos labios que lo enloquecían —Dos partículas que, en algún momento estuvieron unidas, siguen estando de algún modo relacionadas. No importa la distancia entre ambas, aunque se hallen en extremos opuestos del universo. La conexión entre ellas es instantánea... Como nosotros.
Atrapó aquellos labios con ansías, todos esos años los anhelo, deseo su sabor y si singular textura. La atrajo hacia su cuerpo, quería sentirla, quería que fuera suya. Aquel vestido era un estorbó, fue desabotonandole hasta poder admirar aquella menuda figura.
—Por favor, no. Quiero irme... Por favor —Dijo entre lágrimas la joven rubia.
—Necesito amarte Candy. Solo esta vez... Solo esta vez, y prometo dejarte libre.
—Terry yo...
—¿Es que acaso ya no me amas?
—¡No es eso! Te amo mas que a nada, pero... Sabes perfectamente que nuestra historia jamás sera lo que alguna vez soñamos.
—Tu descuida, ese sueño de Escocia sera realidad.
Continuara...
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Nuestra Afliccion
FanfictionSONGFIC - El amor y la locura son una combinacion mortal que destruyen hasta lo mas hermoso, y para ellos, toda su historia acabaria en una desgracia.