ELLA
A la señal del cura, la congregación se levantó de sus asientos y se inició la misa. Todo parecería una misa corriente de no ser por el ataúd situado frente al altar, donde descansaba el cuerpo inerte de mi tía Diana.
Sentí un cosquilleo en mi garganta, que se propagó rápidamente a los ojos, obligándome a pestañear para mantener las lágrimas a raya. Me dolía la idea de no haber llegado a tiempo para despedirme de ella.
Una nueva señal del cura y todos nos sentamos para levantarnos poco después y empezar a cantar. El quejido de la puerta se ahogó entre las afectadas voces, al igual que el eco de pasos que se acercaron presurosos a las primeras filas de bancos.
ÉL
No me hizo falta mirar dos veces para reconocerla. El color rubio ceniza que tanto me había fascinado seguía igual de brillante, recogido en una trenza que impedía apreciar las ondulaciones de su pelo.
Sin dudarlo un segundo, me acerqué y me hice hueco cerca de ella. La canción se terminó y nos sentamos, dejando que el cura dedicara unas palabras sobre la vida de mi tía.
Los bancos estaban divididos entre la familia por parte de mi tío, a la izquierda, y mi familia, a la derecha. Aun así, Bea y Ada habían decidido sentarse con nosotros. Las relaciones entre las familias habían ido de mal en peor, pero no pude evitar sentir alivio al verla entre nosotros. Un atisbo de esperanza se hizo paso en mi corazón.
ELLA
Cuando terminó el sermón, llegó la hora del Rito de la Paz. Bea tiró de mi mano y me dio un abrazo. Después, me giré para dar la mano a las personas que habían sido parte de mi familia una vez y que, a partir de hoy, lo más probable es que pasaran a ser simplemente conocidos. Todo por culpa de mi tío.
Me iba a sentar de nuevo cuando vi una mano extendida frente a mí. La estreché y levanté la vista para encontrarme con un rostro familiar.
ÉL
Una oleada de sentimientos entremezclados recorrió mi espina dorsal cuando su suave mano apretó la mía, fijando sus ojos color miel en los míos. Vaciló durante un momento y la tristeza dejó por un momento su semblante para dejar paso a la sorpresa. No se esperaba verme.
Tenerla de nuevo frente a mí tampoco estaba dentro de mis planes, pero era sin duda lo mejor que me había pasado en mucho tiempo. Después de tantos años en los que cada paso que ella dio fue para alejarse de mí, por fin estaba de vuelta y, esta vez, no le dejaría escapar.
ELLA
Habían pasado veinte años, pero me era imposible no reconocerle. Era mi primer amor, Daniel. No pude evitar que mi corazón se acelerara al comprobar el apuesto hombre en el que se había convertido. Las mariposas que llevaban tanto tiempo dormidas en mi corazón alzaron el vuelo y por un momento olvidé completamente dónde estábamos.
Fue Bea, con un carraspeo, quien nos recordó que la misa continuaba. Soltamos nuestras manos y miré al frente, sintiendo mis mejillas arder.
ÉL
La misa terminó y esperé a que ella decidiera moverse. Con treinta y siete años ya no estaba para jugar al gato y al ratón. Tenía que usar todas mis oportunidades, aunque fuera en el funeral de mi querida tía Diana.
Una vez hubo terminado una última oración privada, se levantó y salió fuera. Yo le dediqué un par de palabras a mi tía y salí detrás de ella, encontrándola rápidamente. Estaba hablando con nuestros primos en común, los hijos de Diana. Una vez terminado allí, se encontró con Bea, intercambiando un par de palabras. Se abrazaron prolongadamente, señal de que se estaba despidiendo.
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La Última Vez
RomanceDos personas se reencuentran después de veinticinco años separados. ¿Decidirán cerrar viejas heridas o seguirán sus vidas como si nada hubiera pasado?