Dumbledore se encontraba en su despacho horas después de que Harry hubiera sido elegido campeón del torneo. Su mirada se hallaba perdida allí donde sus pensamientos se encontraban. Los retratos en las paredes murmuraban entre ellos. Estaban acostumbrados a contemplar a un Dumbledore siempre inmerso en sus pensamientos, pero esa vez era diferente. Llevaba horas inmóvil con la mirada fija en algún punto de la pared. Las duras obligaciones y consecuencias de ser un elegido del torneo lo tenían realmente preocupado por Harry. Era solo un niño de catorce años, no estaba preparado para aquello.
Fawkes apareció planeando desde lo alto de la torre hasta posarse junto a su mano. Despertó, como si dormido hubiera estado, al sentir como el fénix le picoteaba los dedos, y lentamente se levantó acariciando sus plumas y tomó su varita. Dumbledore se dirigió hacia el pensadero con los ojos casi cerrados mientras parecía dibujar una espiral con la varita cerca de su sien y con un toque suave extrajo de ella una delgada membrana traslúcida que introdujo en el pensadero con un ligero movimiento de muñeca. Las imágenes se empezaron a arremolinar ante sus ojos y su cuerpo se vio sumido en un torbellino de colores que lo aturdieron hasta que sus pies tocaron suelo firme.
Corría 1898, Dumbledore se encontraba en su séptimo y ultimo curso en Hogwarts. El gran comedor lucía repleto de estudiantes que ocupaban las mesas de las cuatro casas y un joven Albus ocupaba uno de los bancos de la mesa de Griffindor, quien parecía estar inmerso en su volumen de historia de la magia mientras todos prestaban atención a los alaridos del sombrero seleccionador.
Como era costumbre, el banquete de bienvenida se iniciaba con la ceremonia de selección de casas por cuenta de éste, que desde fechas desconocidas, había tenido una canción diferente cada año para dar la bienvenida a los alumnos de primero. Albus recordaba, cómo si hubiese sido el día anterior, el momento en el que el sombrero se posó en su cabeza. Después de un largo tiempo de espera sobre su cabeza, el sombrero tomó la decisión de enviarlo a Ravenclaw pero más tarde lo hizo volver a sentarse para terminar asignándolo a Griffindor, convirtiéndose así en el primer alumno en la historia de Hogwarts en pasar dos veces bajo la decisión del sombrero seleccionador. Él siempre había pensado que Ravenclaw sería la casa a la que pertenecería. Conocía lo ilimitado de su inteligencia, aunque también era conocedor de su valentía, su bondad y su ansia de poder. Podría haber sido asignado a cualquier casa y no se hubiera planteado las razones. La mayoría de su ascendencia había pertenecido a Griffindor, pero sabía que el apellido Dumbledore había estado presente en todas las casas. Su hermano Aberforth, que en ese momento estaba en quinto curso y con el cual no tenía una relación muy cercana, había sido seleccionado para Slytherin, al igual que su padre, Percival.
Aberforth siempre había estado a la sombra de las hazañas de Albus, ya que este resaltaba por ser un mago muy talentoso y académico y, debido a esto, todos le idolatraban, quedando él en un segundo plano donde parecía no existir. Ya Albus , durante sus años en Hogwarts, había sido galardonado con el premio Barnabus Finkley de hechizos excepcionales, se convirtió en representante de las juventudes británicas en el Wizengamot y fue seleccionado prefecto en su quinto año. Era el alumno más brillante que, hasta la fecha, había asistido al colegio.
Esto conllevó que la envidia invadiera a Aberforth hasta el punto de intentar sabotear sus exámenes finales en quinto curso (T.I.M.O.S) utilizando el encantamiento Confundus contra él, así como encantamientos desmemorizantes a varios profesores y alumnos que lo veneraban. Además, hacía sólo tres meses que su padre había fallecido en Azkaban, la prisión de magos custodiada por dementores, y desde entonces el rencor de Aberforth se había multiplicado ante la negativa de Albus de asistir al funeral.
En un instante, todas las mesas del gran comedor se vieron repletas de comida. Pasteles de calabaza, estofado de buey, empanadas de Cornualles, meigas fritas… y las copas se llenaron del tradicional zumo de calabaza y zumo de arándanos. La ceremonia del sombrero seleccionador había terminado y los alumnos relataban, entusiasmados, sus vacaciones de verano mientras arrasaban con las bandejas de carne y devoraban las empanadas.
- ¡Hola Albus! Siento llegar tan tarde – jadeó un joven Elphias Dodge mientras llegaba cojeando a la mesa con la túnica descolocada y totalmente embarrada- Los thestrals de mi carruaje han perdido la cabeza. Alzaron el vuelo y nos han tenido sobrevolando el castillo hasta terminar estrellados en el invernadero tres. Pobres Bowtruckles- lamentó- el profesor Hubbert se va a poner furioso.
Elphias Doge había sido el mejor amigo de Albus desde su primer día en Hogwarts. Era un chico de baja estatura, con la tez pálida y llena de cicatrices. Sus ojos eran grises como la ceniza, al igual que su cabello que le caía a mechones dispares a la altura de las cejas. Meses antes de entrar en Hogwarts había contraído la viruela de dragón, y aunque no era contagiosa, su aspecto enfermizo y su piel verdosa y llena de pústulas había provocado el rechazo de los demás estudiantes dejándolo como un marginado. Albus interactuó con él sin reparar en su aspecto físico y desde entonces se habían vuelto inseparables hasta el punto de tener planeada una vuelta al mundo cuando terminaran sus estudios en Hogwarts.
- ¡Hola Elphias!, tienes mal aspecto. – respondió entre risas Albus levantando la mirada de su libro de historia de la magia– Deberías comer algo. Si la señora Diggory te ve así te atiborrará a pudin de avena y no te dejará salir de la enfermería en una semana.- lo abrazó cuidadosamente reparando en su pierna derecha que se dejaba ver ensangrentada bajo la túnica.- Déjame que arregle este estropicio. – con un movimiento de varita, arregló los ropajes desgarrados de Doge e hizo que la herida cicatrizara instantáneamente. Los libros se cerraron y los pergaminos que había estado garabateando se doblaron dejando sitio libre a su lado. - ¿Qué tal el verano? No he recibido ni una sola lechuza para saber de ti. – Doge tomó asiento junto a él y se bebió la copa de zumo de un trago.
- Nada reseñable Albus- suspiró sacudiendo el hollín restante que quedaba en su hombro - He estado todo el verano ayudando a mi padre en el ministerio archivando los casos de uso indebido de la magia de los últimos cuatro años. Nada envidiable a mi pesar. ¿Y tú? ¿Cómo llevas tus informes acerca de la sangre de dragón? ¿Tenemos novedades?
- Todavía sigo investigando querido amigo- respondió mientras guardaba la varita en algún pliegue oculto de su túnica- estoy ultimando el informe de sus propiedades curativas. ¿Sabias que son incluso mas potentes que las de las lágrimas de fénix?
Albus y Doge continuaron hablando todo lo que duró el banquete. Los proyectos de Albus eran tan extensos e interesantes que tenían que ponerse al día después de tres meses. Doge idolatraba su sabiduría e inteligencia y siempre intentaba colaborar en sus quehaceres, algo que le había provocado algún que otro problema con Aberforth, quien lo tachaba de ser el perrito faldero de su hermano.
El gran comedor se quedó totalmente en silencio y la intensidad de las velas disminuyó hasta dejar la estancia casi a oscuras. Los estudiantes murmuraban entre ellos mirando de un lado a otro esperando que el director comenzara con el mítico discurso de bienvenida, pero no fue él quien apareció ante el atril, sino el ministro de magia, Faris Spavin.
Faris era un mago de muy avanzada edad, de corta estatura y con innumerables arrugas en el rostro que apenas dejaban ver sus ojos y vestía una túnica de gala color púrpura acompañada de un gorro con ribetes dorados. Se rumoreaba que había sido el mago mas anciano en llegar al cargo de ministro con ciento tres años, y que en ese momento todavía desempeñaba con ciento cuarenta y cuatro. Durante su mandato se dio la introducción de una pieza muy importante en la legislación mágica: el Decreto para la Prudente Limitación de la Magia en Menores de Edad, así como la introducción de algunas reformas para el juego de Quidditch.
- ¡Bienvenidos todos!¡Bienvenidos!- comenzó el ministro su discurso carraspeando para aclararse la voz. - ¡SONORUS!- pronunció seguidamente apuntando con la varita debajo de su mentón. – Es un placer para mí presidir esta noche la ceremonia de las casas. Gracias al director Dexter Fortescue por cederme el puesto- su voz, ahora multiplicada por diez, resonaba con eco por cada rincón del gran comedor como si en una cueva se encontrara. El director le devolvió el cumplido alzando una copa desde el centro de la mesa de profesores. – ¡Enhorabuena a todos los nuevos magos que hoy inician su aventura en este castillo! Aquí aprenderéis a descubrir vuestras mentes, a interiorizar en lo más profundo de la palabra “magia". Aprenderéis todo tipo de hechizos y encantamientos, conoceréis la historia de nuestras casas, nuestros colegios y nuestro mundo. Aprenderéis a defenderos de lo que vino, lo que viene y lo que está por venir. Conseguiréis canalizar vuestro torrente mágico hasta saber que destino escoger y hasta saber que tan capaces sois de controlarlo.
Faris avanzaba por mitad del gran comedor arrastrando sus polainas de almirante observando detenidamente a todos los alumnos mientras seguía enumerando los logros que estos serian capaces de conseguir. Su aspecto y su porte encorvada lo hacían parecer frágil y débil, pero al contrario, su voz sonaba con fuerza y entusiasmo.
- ¡Sois el futuro del mundo mágico! - continuó volviendo tras sus pasos. – Se esperan grandes cosas de vosotros y esto solo lo conseguiréis con disciplina, esfuerzo y mucho entusiasmo.
Pero esta noche no solo estoy aquí para daros la bienvenida a vuestro nuevo hogar. Mas tarde el director os hará saber las reglas y normas a seguir en el castillo – señaló jocoso con la varita a Dexter, quien asintió con un movimiento de cabeza. – Este año se celebra la edición número 331 del torneo de los tres magos. La comunidad mágica internacional se ha reunido y me ha hecho portavoz y juez de esta edición y estoy aquí para hacéoslo saber.
El silencio del gran comedor se rompió con esta noticia. El barullo apareció poco a poco a lo largo de las mesas. El torneo era un acontecimiento muy esperado por los alumnos, a pesar de conocer el peligro que conllevaba. Todos soñaban con ser elegidos campeones del torneo y se imaginaban victoriosos. Algunos alumnos de primero preguntaban a los mayores ante tal revuelo y otros ya alardeaban de conocer la historia de algunos antiguos campeones.
- El torneo de los tres magos es una competición internacional que se realiza cada cinco años donde participan los tres colegios de magia más prestigiosos del mundo- siguió explicando el ministro ante la mirada de los presentes- La academia Beauxbaton, el instituto Durmstrang y el colegio Hogwarts de magia hechicería. De cada colegio es elegido un solo campeón, que deberá enfrentarse a tres trepidantes y peligrosas pruebas sin ningún tipo de ayuda externa. El ganador no solo se hará de gran fama y prestigio, sino que ganará un premio en metálico de tres mil galeones.
He de advertiros, que ser elegido campeón conlleva una gran responsabilidad. El campeón, una vez elegido, está obligado a participar en la competición, desde el momento que es asignado es como si firmara un contrato mágico vinculante, y en caso de no hacerlo le esperarán graves y horribles consecuencias.
Albus y Doge escuchaban atentamente las palabras del ministro apenas sin pestañear. Cinco años atrás, cuando ambos cursaban segundo, el torneo se celebró en el instituto Durmstrang, donde resultó ganador Zenon Allamand, un alumno de sexto curso de la academia Beauxbaton, al conseguir superar las tres pruebas en primer lugar. Entonces ellos eran muy jóvenes para participar, a pesar de que las normas del torneo no incluyeran restricción de edad. Consideraban que la crueldad y dificultad de las pruebas no eran propias para magos de su edad.
- Deberías presentarte Albus- susurró Doge con la boca llena de pastel de calabaza- eres el mejor alumno del colegio. Imagina como te adorarían si resultaras ganador. Fama y prestigio. -exclamó con énfasis- creo que yo también debería presentarme.
Albus continuaba pensativo sin quitar la vista de Faris. Ser un campeón del torneo era algo con lo que había fantaseado en alguna que otra ocasión, pero hasta ese momento, no se había planteado participar. Si resultara elegido campeón de Hogwarts sería el fin de su escasa relación con su hermano. Aberforth no soportaría a un colegio entero adulándolo y honorándolo.
- Es tentador, no te voy a decir lo contrario- le respondió Albus todavía sin apartar la vista del ministro- pero ¿de verdad crees que estamos preparados para afrontarlo? Además, las posibilidades de salir elegido son remotas. Todo Hogwarts quiere participar.
- Nadie lo está- siguió Doge- por lo que sé los campeones no conocen las pruebas hasta una vez que estas comienzan. Es muy difícil estar preparado para todo. Pero improvisaremos.
El ministro había vuelto al atril donde comenzó su discurso después de haber recorrido varias veces el gran comedor. El susurro estaba presente en las mesas de las cuatro casas, incluso los profesores en la mesa presidencial parecían haber olvidado que ya había pasado un lustro desde el último torneo. La profesora de transformaciones, Madame O'Carrol, cuchicheaba con el profesor Brennan, quien impartía pociones, en uno de los extremos de la mesa. Mientras en el otro, Edgar Hubbert, de herbología; Callum Flynn, profesor de vuelo; y Mathilda Knowlan, de defensa contra las artes oscuras, parecían estar inmersos en una conversación ajena a las palabras del ministro.
El director Fortescue se puso en pie lentamente y avanzó hasta situarse junto a Faris, quien seguía explicando las reglas del torneo, esperando el momento adecuado para intervenir.
Dexter Fortescue era un hombre de edad media, esbelto y elegante. Lucía una corta y perfilada barba castaña que resplandecía a la luz de las velas y su cabello liso, de varios tonos más claro, caía por su espalda a la altura de la cintura. Su túnica color turquesa compaginaba con el verde mar de sus ojos, y su gran estatura era intimidante, casi triplicaba el tamaño de Faris.
El director Fortescue, perteneciente a la casa Hufflepuff, había sido nombrado director solo dos años después de ejercer como profesor de pociones en Hogwarts, y ocupaba dicho cargo desde hacía trece años. Había sido seleccionado en repetidas ocasiones por la confederación internacional de magos y considerado mejor director del siglo por el consejo británico de magia. Participó en la reforma del estatuto internacional del secreto de los brujos, añadiendo de su puño y letra una cláusula según la cual, esconder las criaturas mágicas que residen en territorio nacional pasaba a ser responsabilidad del ministerio de cada país. Además, fue premiado por el Wizengamot con la medalla Orden de Merlín, primera clase, en reconocimiento a sus servicios en la legislación mágica internacional, así como la implantación oficial de nuevos derechos a beneficio de la comunidad mágica.
El ministro parecía haber acabado con el discurso y retrocedió unos pasos dejando al director ocupar el atril. El gran comedor todavía seguía sumido en un tenso silencio que nadie era capaz de romper.
- Poco más puedo añadir a las palabras del ministro- comenzó Dexter retumbando su voz en cada rincón- sin más preámbulos, solo me sumaré a sus palabras de entusiasmo hacia vosotros. Sed bien sabidos, que Hogwarts siempre prestará ayuda a aquel que la necesite. A todo aquel que decida participar en el campeonato he de advertir, que no es un camino fácil. En el torneo lidera la dificultad y la crueldad en cada prueba. Hay quienes han preferido morir antes de terminar. No obstante, recordad, que caminar en la oscuridad con un amigo es mucho mejor que caminar sólo en la luz. Vuestros amigos son los que os acompañarán en este viaje a través de la magia. No debéis olvidarlo.
Dexter se giró lentamente buscando de nuevo a Faris, que había ocupado su asiento durante estas últimas palabras.
- Señor ministro- reclamó a Faris con un movimiento de brazo- ¿sería usted tan amable de informar a los alumnos de cómo podrían participar en el torneo? ¿Qué les puede contar acerca del cáliz de fuego?
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ALBUS DUMBLEDORE Y LA COPA DE LOS TRES MAGOS
FanfictionCorre 1898, Albus Dumbledore esta en su último curso en Hogwarts. ¿Queréis conocer sus aventuras? Sigue mi historia capítulo a capítulo.