Mi Dulce Valentín. (OneShot)

Capítulo único.

Unas aclaraciones, me pasé por el arco del triunfo el acuerdo con el Vacío, acá no existe...otra, escribí ciertas cosas escuchando Who Wants To Live Forever de Queen, creo que queda perfecto para este...y ah sí. CONTINUACIÓN Y FINAL DEL ESPECIAL DE HALLOWEEN.

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A veces Dean se cuestionaba si era obligatorio que ningún monstruo acechara en la segunda semana de febrero, realmente se sentía aburrido de estar encerrado en el búnker rodeado de libros en un intento de solucionar todos sus problemas sabiendo que no había nada que hacer. Debería ser honesto y admitir que desde halloween se ha sentido así de vacío, como si le faltara algo de importancia dentro de su ser, era una picazón en un lugar donde no podías rascar, Dean lo sabía, por eso se la pasaba amargado todos los días.

Le habría dicho algo a Sam, habría hablado sobre lo que pasó en halloween hace meses pero no había querido expresarlo en voz alta porque, si lo hacía, entonces sería un problema y tenían que tratar con él cuando, de momento, estaban funcionando tal y como antes...bueno, eso era mentir terriblemente, nada se sentía como antes pero peor era nada ¿verdad? ¿Cierto? Era mejor tener a Castiel así que no tenerlo, era mucho mejor mirarlo y ya no sentir lo que llegó a sentir antes que no poder hacerlo porque ya no estaba, más liberador no obstante seguía sintiendo ese pequeño vacío que intentaba llenar con algo, lo que fuera, sin lograrlo.

El cazador cerró el libro que leía y miró fijamente hacia el frente esperando que algún caso le lloviera del techo, un caso que le mantuviera ocupado hasta el quince de febrero. Sí, cualquier cosa que quisieran otorgarle y él sería feliz, ¿un hombre lobo? ¿Un vampiro? ¿Un Metamorfo?

—Afrodita.

Aquello fue lo que se le ofreció a cambio de su paz mental haciendo que Dean frunciera el ceño y mirara a su hermano que entraba con la computadora en las manos. Sam parecía muy quitado de la pena mientras le colocaba el aparato frente a él; Dean no iba a aceptar que el sólo hecho de escuchar aquel nombre le revolvía el estómago y hacía que esa picazón que no sabía rascar volviera haciéndolo sentir inquieto.

— ¿Cómo sabes que es Afrodita?—preguntó Dean mirando a Sam.

—Han aparecido varios casos de enamoramiento extremo en el pueblo de Gatlin—aclaró Sam sin más—Entre Carolina del norte y Carolina del Sur; gente que se enamora de sus objetos, de sus animales e incluso de sus plantas—Dean arrugó la nariz mirando las noticias—Y, mejor, hasta hace unos días todo iba bien pero él...—en la pantalla colocó la foto de un hombre algo rechoncho y calvo—Arthur Lincoln, las noticias dicen que se arrancó el corazón, otras fuentes que se lo arrancaron.

—Puede tratarse de un hombre lobo—sugirió Dean deseando cualquier cosa menos Afrodita.

—También lo pensé pero la autopsia de Arthur declara que había pedazos de su propio corazón en su estómago—el mayor enarcó las cejas contemplándolo con interés—Exacto, ¿qué me dices? Andando.

Sam palmeó su brazo con entusiasmo haciendo que Dean lo sintiera terriblemente fastidioso. Se quedó un momento ahí sentado esperando por algo más, cualquier otra cosa que no le recordara lo que renunció hace meses, que le hiciera seguir adelante como había estado haciendo; si era honesto no había pasado nada malo después de que renunció a Castiel, el ángel fue y vino y ellos le recibieron felices de tenerlo de vuelta, arreglaron las cosas y volvían a ser amigos, realmente se veía mucho más tranquilo el ángel como si...como si todo aquel tiempo lo que sentía por Dean hubiera sido una carga para él.

—Llamaré a Cass en el camino—anunció Sam.

Dean hizo un sonido de afirmación lo suficientemente alto para alertar que le había escuchado. Se planteó seriamente en desaparecer, en fingir demencia y dejarle el caso a Sam pero huir no iba a solucionar nada. Sonrió ladinamente al recordar a la chica pelinegra de oscuros ojos que le resultó terriblemente fastidiosa, ¿acaso podría volver a verla? Lo dudaba mucho pero se conformaba con volver a tener junto a él al hombre que no tuvo la oportunidad de amar correctamente.