Para René una mujer con curvas es la perfección andante y cuando se muda con su familia a un nuevo vecindario descubre que su nueva vecina es su fantasía cumplida. Elisa, una hermosa morena insegura de su cuerpo por las burlas recibidas teme mostrar...
Para Elisa la belleza era sinónimo de delgadez, lo que ella era incapaz de ver era semejante cuerpo que llevaba puesto por estar pendiente de tonterías. Unos senos turgentes y bien puestos adornaban una cintura estrecha que a medida que descendía formaba unos muslos jugosos y bien provocativos, esa piel canela junto a esa melena rizada hacían de ella un manjar exótico pero los comentarios idiotas de chicos la había hecho sentirse fea, era retraída, tímida y por lo general se cubría con capas de ropa para que nadie pudiera decirle nada con respecto a su físico. Esa tarde se encontraba con su mejor amiga Lucia en su casa, su madre estaba de vacaciones de Finlandia por lo que tendría la casa sola para ella.
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-Mujer ¿Qué debemos entregar mañana?- Lucia cuestionaba a medida que absorbía el café con leche que la morena le había puesto.
-Nada bebe, por los momentos estamos relax así que mañana es opcional ir, por lo menos yo no voy a ir- Elisa se río para luego sentarse en el mesón mirando a su amiga.
-Lo mismo digo, me quedaré en casa haciendo nada y descansando. Oye viste que al lado se están mudando-
-¿Ah sí?- Se bajó del mesón para observar a través del vidrio y visualizar el camión de la mudanza, su amiga tenía razón –Es cierto, mira parecen una familia muy adinerada-
Luego de un rato conversando y bebiendo café Lucia decidió irse a su casa por lo que Elisa subió hasta su habitación, suspiró algo aburrida y se sentó a escuchar mientras veía por el balcón, de pronto alguien llamó su atención. Sus ojos se abrieron como platos al divisar a ese chico, cuerpo de gimnasio hermoso bien trabajado, tez blanquecina y unos hermosos ojos verdosos. Le recordaba a esos chicos de libros románticos y por alguna razón sus mejillas se acaloraron al ver como se quitaba la camisa. Negó con la cabeza y giró su mirada a otro lado para luego sentir una piedra en su ventana que la hizo saltar.
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-¡Hola!- El aludido la saludaba desde su balcón muy sonriente.
-Hola- Su timidez pudo más y apenas pudo saludar.
-Soy el nuevo vecino, soy René-
-Soy Elisa- Hundió su mirada tratando de ocultar su sonrojo, estaba sin camisa y ese cuerpo la hacía estremecer.
