¿Alguna vez oíste el palpitar de tu corazón?
Sí, ese constante golpeteo dulce y cálido que escuchas cuando estás solo. Cómo un tambor en medio de un hermoso carnaval, debe ser por eso qué amamos tanto los carnavales.
Ese dulce sonido que te hace sentir vivo, muchas veces lo oímos cuando estamos solos. Incluso muchas veces cuando vamos apurados para nuestras citas o escuelas.
Aveces... simplemente lo oímos cuando sentimos ese dulce aroma, esa deliciosa comida o esa bella pintura.
Incluso cuando corremos con la persona indicada.
Te dire mi pequeña historia. Mi nombre es Rosebearry soy una coneja albina con características humanoides cómo todos en este mundo. Es tan maravilloso cuando puedes conocer a diferentes especies de diferentes colores, tamaños y complexiones.
Sin embargo jamás había podido pensar en algo como lo que vi una noche; vivo en Francia o bueno lo que ustedes conocen como Francia aunque aquí lo conocemos como Frenci. Sip nombre curioso para nuestro país, teníamos Francia como nombre pero... no convencía del todo.
Bueno me desvío, una noche de verano salía de trabajar...
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La campanada de un aparador suena debido a la apertura de una puerta de vidrio sumamente limpia, de esta una hermosa coneja de piel blanca, cabellera albina y una esponjosa cola en su parte baja de la espalda sale con una pronunciada sonrisa sin caer en la exageración. Ema natural su forma Yam suave de moverse, con cautela y delicadeza como solo un conejo sabía hacer.
Gira detrás de sí para ver a su compañera, una Poodle con un esponjado pelaje gris, facciones un poco más hanchas que la coneja pero su cara de seriedad contrastaba mucho con la de su animal compañía.
-Hora de irse Ms. Saferry— Dijo la coneja con una sonrisa dejando que la Poodle pudiera cerrar la puerta con llave una vez que salió.
-Sí, una larga noche me espera— Dijo ella con una voz de desagrado, para fortuna de la coneja no iba dirigido hacia ella aún puesta en tela de duda debido a su comportamiento de no verla a los ojos.
-¿Problemas?— se acercó curiosa la coneja.
-Solo es Estuard con esos monólogos de entusiasta de la ciencia, a veces no entiendo cómo llegue a casarme con ese hombre y sus "Relativamente querida" o "Consigo tu punto de vista pero declinó la idea" cuando simplemente le pregunto por una rebanada de más de pastel— le respondió la Poodle con una risa pícara a la coneja la cual reía con una suave risita.
Ambas se miraron y asintieron, la canina guardó las llaves en un bolso negro con un broche de color dorado. Se despidió de la coneja para empezar a avanzar y darle unas últimas palabras.
-Cuídate Rose, no te desveles mucho— Dexia la compañera alejándose entre las iluminadas calles de noche.
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En ese momento comencé a caminar de regreso a casa, el viento que levemente soplaba en las calles me animaba un poco más a querer explorar.
Era de noche por lo que debería tener cuidado, pero aún con todo era divertida esa curiosa idea en mi cabeza.
Mis zapatillas hacían eco al chocar con el suelo, mi bolso colgaba de mi cadera dejando una sombra debido a la luz tan blanca y reluciente de la Luna.
Levante la cabeza un momento notando una intensidad de brillos sumamente bello,. Una claridad nocturna que muy rara vez se da.
Pero debido a mi distracción un sonido en un callejón hizo que me alterara un poco, cuando giré mi cabeza en dirección a donde estaba el sonido vi algo que no podría describir bien. Una figura entre las sombras de un callejón solitario se levantaba de lo que parecía ser una caída, se acariciaba la espalda imaginando que se había lastimado
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La coneja y la sombra.
RandomEs un pequeño corto para un universo que hago con un amigo.