Ú N I C O

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14/02/2019

Yoongi despertó.

Sus ojos se ajustaron rápidamente a la leve penumbra que reinaba en el lugar.

A su lado, un cálido cuerpo yacía dormido. Las pálidas manos del recién despertado rodearon la cintura del de tez canela y sus rosados labios atacaron el cuello ajeno con muy suaves besos.

– Despierta, sol – Susurró al oído de su acompañante.

El de cabellos castaños se removió en su lado de la cama, quedando con su rostro dando al azabache. De sus ojos todavía cerrados, resbalaban saladas lágrimas.

– Yoongi – Un gimoteo, un deseo escapó de sus labios de forma lastimera.

– ¿Sol? – Preguntó preocupado. Sus dígitos viajaron hasta el llanto del de puntas rubias, deshaciendo todo rastro de este como si fuese una terrible mancha sobre un pulcro trozo de cerámica fina.

Y como si su tacto quemara, el menor se sentó apresurado, sintiéndose un tanto mareado. Sus propios dedos recorrieron su rostro, sintiendo su corazón estrujarse ante el vívido recuerdo de una reciente caricia. Una sensación tan conocida, tan familiar.

– Solo fue un sueño. – Susurró con notable tristeza impregnada en su tono.

Sus ojos se pasearon por su habitación como si necesitasen encontrar algo, algo que estaba seguro que no aparecería. Y a pesar de estar preparado para aquello, no pudo sentirse más vacío al notarse, una vez más, completamente solo.

Suspiró, creyéndose ya acostumbrado a esa lúgubre sensación, aunque estaba consciente de que eso ere una vil mentira. Nunca podría sentirse bien, o cerca de ello estando así de solo, no después de haber tenido a su lado alguien tan bueno como lo fue Min Yoongi.

Luego de superar aquellos pensamientos que martillaban en su cabeza, se levantó sin ganas de aquella cama. Desde hace ya un año, exactamente un maldito año; sus días habían perdido todo color, quedando de distintos matices de gris y sin un más mínimo sentido.

Mal decía a la vida por ser una hija de puta, teniéndolo a él despierto, obligándolo a balancearse sobre sus ya cansados pies, aún cuando le había arrebatado sin piedad lo más preciado que tenía.

La sincera sonrisa que anteriormente no se despegaba de su rostro, ahora no era más que una farsa, una asquerosa y mala mentira, y lo sabía. Sabía que se veía cansada; forzada, y si podía, evitaba mostrarla. Su asquerosamente hermosa sonrisa no era más que una máscara que no tenía planeada botar hasta el último de sus días.

Muy pronto.

Un día que adoraba, ahora era uno de los peores de su vida, tal vez el peor de todos.

Su mundo se derrumbaba ante sus ojos. No. Su mundo ya se había derrumbado, y no se arrepentía de decir que ni siquiera intentó salvarse. Ya no tenía sentido, su vida ya no tenía sentido sin él.

Con todo el pesar, caminó hasta su cocina, siendo seguido de cerca por un chico relativamente bajito.

– ¿Hoseok, me estás ignorando? – pregunta ya un tanto hastiado. – Si esto es una jodida broma, ya basta. No es para nada gracioso. – Regañó al notar que el contrario todavía no le hacía caso.

Ambos irrumpieron en la espaciosa cocina y el más alto comenzó a preparar cualquier cosa, con la única intención de llenar su estómago.

– Jung Hoseok. – Llamó enojado. Con sus manos rebuscó algo, y cuando sus fríos dedos rozaron lo primero que pasó en su camino, no dudó en tomarlo con firmeza y aventarlo.

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⏰ Última actualización: Feb 15, 2020 ⏰

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