Esta historia podría comenzar con una clásica noche fría de noviembre, una neblina penumbral, en una ciudad elegante y desolada, sintiendo el misterio asomarse en cada palabra, sin embargo, deberé adelantar la narración a un momento más exacto de la historia, un momento crucial que dará apertura a un sinfín de tragedias; desde ahora advierto que este cuento no asegura ser comedia romántica, más bien es una historia de un vampiro, un humano y un amor condenado. El primer personaje que deberían conocer es Hiro Hamada, un hombre esbelto y alto de aparentes 27 años de edad, de cabello azabache y con un corte bien entallado, salvo un par de mechones que caían por su frente; sus orejas ligeramente puntiagudas sobresalían al costado de su rostro, de piel pálida con tonalidades lilas, carecía por completo de carmín, un hombre que más parecía un muerto viviente; lucía prendas elegantes, un traje de gala negro con un corseé en morado y una camisa de botones negra, un par de pantalones del mismo color del saco y unos zapatos de charol. Entre esos labios delgados sobresalían unos colmillos blancos y afilados, cualquiera podía sentir un profundo terror al verle llegar, sin embargo, su mirada era gentil, aunque seria y fría, podía sentirse la gentileza que el monstruo ocultaba, solo con observar esos hermosos ojos verde limón.
Todo un personaje salido de cuentos clásicos sobre seres sobrenaturales y tan terribles como la oscuridad misma; como antes había mencionado, aparentaba 27 años de edad, sin embargo, su existencia en la tierra podía calcularse de al menos 227 años, quizás para un humano resultaba mucho tiempo, pero él era uno de los seres más jóvenes de su especie. Para completar la tan pintoresca facha de "conde Drácula", Hiro era dueño de una mansión y unas cuantas hectáreas de terreno y parte de un bosque; todo un hombre poderoso reservado en las sombras, por si fuera poco, era dueño de una empresa de talentos, curioso trabajo para alguien que no puede ser registrado por ninguna cámara. Dicha mansión se situaba al sur de Irlanda, en una Isla donde el sol rara vez hacía presencia, por lo que le permitía rondar a plena luz del día sin problema alguno; eso no significaba que el lugar donde trabajaba estuviera en la misma ciudad, su hogar se movía de una manera peculiar y en cada sitio tenía una cochera designada para moverse en auto como los mortales.
Al ser dueño de tan amplio terreno, Hiro había optado por ofrecerlo como asilo para seres que lo necesitaran, debido a la creciente evolución del poder tecnológico del humano, muchos seres mágicos perdían sus casas, o eran cruelmente perseguidos; no era un comportamiento común entre los vampiros ser tan cordiales con otras criaturas, esa era la cualidad de Hiro, el único fragmento de su humanidad que luchaba por no olvidar; pese que carecía de sentido del humor y solía dar algo de miedo, muchas criaturas le tenían un gran aprecio. Había terminado su rutina laboral en la oficina, al ser el dueño, de vez en cuando se daba sus escapadas más temprano de lo normal, total, no había nada por qué preocuparse.
Al llegar a su hogar fue directo a visitar a sus inquilinos, quienes habían creado pequeños pueblos dependiendo de su especie; todos le saludaban con un amigable "buenas tardes, señor Hamada", no faltaban algunas miradas curiosas de los nuevos y algunos temerosos que se escondían donde pudieran. Había gnomos, duendes, hadas, kappas, algunas quimeras, unicornios, incluso un pequeño pueblo de elfos se había instalado en la parte del bosque que le pertenecía al vampiro; realmente tenía un santuario. Pero no todo era color de rosa, se había ganado cierta fama entre los vampiros, le tenían etiquetado como el más débil de todos por no matar a todos esos seres, simplemente celos de aquellos que de verdad son débiles; a Hiro no le preocupaba en lo más mínimo saber en qué posición le tenían, poco le importaba formar parte del círculo de los de su especie, él no estaba en la tierra para satisfacer al clan, él tenía otros planes aún más importantes. Retomando su paseo por su terreno, para cerciorarse que cada criatura se encontrara a gusto, también para conocer a los nuevos que llegan a pedir posada. Dentro de su hogar la situación era distinta, una casa generosamente grande, había tantas habitaciones como para albergar a la mayoría de sus inquilinos, compartiendo cuarto claro está; aunque claro, lo había ofrecido, ellos se negaron alegando respetar el espacio del vampiro. El aroma a piedra húmeda y madera combinado con un ligero aroma a lavanda, era notable en cada rincón de la casa, podía ser una combinación inusual pero agradable. Claro que cada mañana había otro delicioso aroma que reinaba en la parte baja del hogar y era ese delicioso y hogareño aroma a café recién hecho, pero eso lo dejaremos para otro momento. Casi todo en esa casa era perfecto, salvo un pequeño detalle; al ser una casa enorme las ventanas debían sería proporcionales en cantidad y tamaño, por lo que para un vampiro no sentaba nada bien. Así que Hiro, al hacerse cargo de dicha "mansión", mandó colocar cortinas suficientemente grandes y gruesas como para dejarlo en completa oscuridad. De esta forma su hogar sería acogedor para él.
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Petricor
Fantasy"Sin importar que tanto me aleje de ti, siempre vas a encontrarme" "No hay nada que me haga olvidar tu alma" Estas por entrar a un universo donde la melancolía puede ayudar al alma, como causar tanto daño.