ÚNICA PARTE

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Nota de autor: ¡Hola chicos! Ania (@readersbrokenhearts) y yo estamos muy contentas de traer esta historia a Wattpad, es un proyecto que quisimos trabajar para el 14 de febrero y esperamos que, si les encanta el romance como a nosotras, lo disfruten mucho. Los amamos <3

Nueva York jamás podría ser una ciudad tranquila; ni siquiera tan temprano en la mañana. Es más, mucho menos temprano en la mañana. El sonido angustiante del ajetreo fuera y el aroma asqueroso a alcantarillado y drenaje que estaba tan presente en mi zona fue el primer recibimiento que tuve al abrir la puerta del lugar donde Rose y yo rentábamos nuestro apartamento. En el camino me encontré con un gato negro. Grandioso.

El clima era exquisitamente agradable, a pesar de todo. Las nubes presentaban en su color grisáceo la promesa de una nevada y frío. Dejé la basura en el callejón de al lado y me encontré con la Señora Lewis, la mujer a quien le estábamos rentando el apartamento.

—Buenos días, Señora Lewis.

—Señorita, cariño.

—Lo siento, señorita Lewis.

—No te preocupes. Espero que al menos tú sí estés teniendo un buen día, porque ciertamente yo no. —No me atrevía a preguntarle por qué. La verdad era que la señorita Lewis me daba un poco de miedo.

—Sólo queda esperar que eso cambie para bien... —respondí con esa frase que nació de mi desesperación por decirle algo a la mujer.

Hizo una mueca amarga y se encogió de hombros. Su cara era de aquellas que se notaba habían causado suspiros de añoranza y miradas de envidia en la juventud. Las arrugas parecían ser su único defecto, sin embargo las portaba con orgullo, como si cada una de ellas contara una historia. Su cabello lacio y canoso estaba retenido en un moño y sus ojos celestes parecían haber visto todo lo que alguna vez habían deseado.

Ella hizo un gesto restándole importancia.

—¿No tenías una entrevista hoy?

—Sí, pero hasta las nueve.

—Querida, son las ocho.

—¿Qué? —me giré, frente a nuestro apartamento había una cafetería excelente que solía abrir temprano, por lo que los ventanales dejaban ver un reloj digital al fondo que marcaba exactamente las 08:01—. Oh mon dieu!

La señora Lewis frunció el ceño, pero antes de que tuviera la oportunidad de reprenderme —dado que a ella claramente no le gustaba que hablara en francés— me fui corriendo de vuelta al apartamento. Creía que me había levantado antes de que sonara la alarma no después y ni siquiera me molesté en corroborar mi suposición. Maldije todo el camino, subiendo los seis pisos por las escaleras, ya que el ascensor se encontraba fuera de servicio esa mañana. Abrí la puerta del apartamento y corrí al cuarto de baño.

Putain! —solté mientras azotaba la puerta de nuevo en su lugar y salía de ahí, bloqueando todo rastro del hombre desnudo en medio de mi regadera, quien era probablemente la nueva conquista de Rose—. ¡Rose!

Corrí hacia la cocina y ahí estaba ella: guapa, alta y relajada; la pelirroja de mi amiga, dándole un mordisco al sándwich que justamente había preparado para mí momentos antes. Conté mentalmente hasta cien y me recordé a mí misma lo mucho que la quería.

—Rose, ¿puedes decirme por qué justo hoy se te ocurre traer a otro... hombre? ¡Necesito darme una ducha! ¡Voy tarde!

Despegó la vista de su celular y me miró, regalándome una sonrisa.

—Buenos días, cariño. No te apures por Alexander, seguramente no tarda en irse.

Tomé una taza de la alacena y comencé a prepararme un café.

Sophie & JoshWhere stories live. Discover now