Era una tarde soleada, realmente hermosa, no hacía ni calor ni frío, estaba en punto medio, me gustaba. A mi alrededor se podían ver personas paseando a sus canes, charlando, bailando o simplemente comiendo, y después estaban las personas como yo, que solo observaban a las demás personas.
Nunca me gustó salir, pero era mucho mejor que estar en casa con mi madre criticándome por mi aspecto fisico o mi padre gritándome por no ser como él querría que fuese, y luego estaba mi hermano, el favorito de mis padres, era entendible, tenía las mejores notas y no causaba problemas. Era el hijo perfecto, según ellos.
Mis amigos solo estaban conmigo por lástima, lo sé, hace un mes los escuché hablando sobre eso.
-No me agrada Julie, es desagradable- dijo Clara, mi "mejor amiga."
-No podemos dejarla sola, no tiene a nadie más- exclamó Nicholas.
Realmente no tenía a nadie, por un momento creí que ellos me querían, creí que eran mis amigos. Con las lágrimas bajando por mis mejillas, salí corriendo de aquel lugar.
La noche se fue acercando, y con ella una fría brisa. Decidí que, lamentablemente, era hora de regresar a casa.
Saqué mi móvil para revisar mi bandeja de notificaciones. Nada. Estaba a punto de guardar mi celular cuando comenzó a sonar.
Mark.
Después de una larga inspiración, respondí.
-Hola- dije seca. Sabía que él también me tenía lástima. Y se sentía horrible.
-Hola Julie ¿cómo estás?- preguntó más contento que de costumbre- En realidad no me interesa, solo quería preguntarte si sabes en dónde está Nicholas.
-No, no sé dónde está- respondí seria.
La llamada se quedó en silencio por unos minutos hasta que Mark habló.
-OK, gracias de todas formas, adiós.- finalmente colgó.
Me sentí mal al responderle así, pero quizás no le importe.
Cuando llegué a casa, las luces estaban apagadas, señal de que todos estaban durmiendo.
Sin hacer demasiado ruido, salí al patio y saqué una pequeña bolsa de mi abrigo. Cocaína.
Coloque el polvo en una mesa, y finalmente lo inhalé. Sé que estaba mal, pero quería salir de mi realidad un rato. Quería pensar que todo estaba bien, que mi madre me aceptaba, que mi padre me soportaba, que a mis amigos les agradaba. Pero no, las cosas nunca cambian. Reí en voz baja. Me gustaba pensar que mi vida no era tan de mierda.
Pero por alguna razón, estaba llorando. Genial, nada mejor que llorar mientras estas drogada. El efecto solo permanecía 30 minutos, así que tenía que aprovecharlo.
Sé muy bien que no soy una persona atractiva ante los ojos de las personas, o eso es lo que todos me recuerdan, pero es horrible que te lo repitan todo el tiempo, y más si la que te lo repite es tu propia madre.
-Ay cariño, ¿realmente te miras en el espejo?- preguntó ella- Tú sabes que te digo todo esto porque te quiero, ¿verdad? Recuerda que si alguien menciona algo sobre tu aspecto físico no debes ofenderte, lo dicen porque son sinceros ¿ok? Tú solo debes asentir y sonreír.
Es realmente horrible despertar cada mañana deseando estar muerta. Deseando que toda aquella mierda hubiese sido solo un mal sueño, pero no, es la realidad. Cada vez que echo una mirada a mi reflejo, me insulto, me insulto por no ser como las chicas atractivas que mi madre quiere que sea, me insulto por ser tan estúpida y dar lástima. Me insulto a mi misma por no poder complacer a nadie, y por solo ser un dolor de cabeza para todos. Las personas se burlan de mí, y piensan que no los oigo, pero sí. Escucho todo. Pero no digo nada, porque no se equivocan en lo que me dicen.