4ta historia

8 0 0
                                    

Llegué a la esquina sin prestar atención. No venía el colectivo. Tampoco había alguien en la parada como para confirmar mi sospecha de que al haber tanta gente esperando, el bondi claramente tendría que estar por venir. Después de unos segundos, pude detectar la realidad que estaba pisando en ese preciso instante. No había rastros de nada alguno en ninguna de las cuatro esquinas. Era como un domingo o un feriado; era una callecita de algún lugar escondido en la hora de la siesta. 

Casi como adivinando que alguien me miraba, puse mi atención en la cuadra de enfrente. Fundiéndose con el gris de las paredes de la calle, había una mujer que me estaba observando mientras sostenía una bolsa de restos de comida. Su pelo era gris y desgreñado; lo llevaba envuelto en una vincha. Vestía de oscuro, tenía unas zapatillas muy gastadas y un bolso roto que, imagino, guardaba las pocas cosas que poseía. 

Estaba apoyada sobre una vidriera. Sostenía su mirada en dirección hacia mí. Yo no podía ignorarla, no podía evitar sus ojos porque eran ellos los que me estaban examinando. Me paré justo enfrente; nos separaba apenas una calle. En ese momento vi que mi figura se reflejaba en el vidrio que estaba detrás de ella. Yo la veía y me veía. Y se sintió tan triste. Por un momento pude notar una soledad tan inmensa, tan avasallante, tan implacable... Me sentí egoísta. Circundada, a veces, por preocupaciones insulsas, por trivialidades que me da vergüenza tan sólo pensar.

Ahora, cada vez que camino hacia la parada, la encuentro pidiendo cigarrillos a los autos que se detienen. La miro a través de la ventanilla del colectivo y pienso cuán imprevista es la vida que nos deja reflexionando cualquier día en cualquier esquina de cualquier lugar.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 26, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Cuando el viento nos golpea de frenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora