Un regalo

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Se había quedado estática y sin habla. Con sus mejillas coloreadas de un suave rojo, y sus ojitos azules brillando decididos, incluso, aunque estuvieran temblando de miedo.

Ahí en su pecho donde latía su corazón nervioso, de manera intensa, lograba sostener la caja que le daría al muchacho frente a ella.

O intentaría.

Un regalo.

Que, siendo entregado en el famoso día del amor, significaba algo grande, ¡enorme!, se atreve a decir.

Anna respiró profundo, lista para continuar. Ya le había llamado, ya lo tenía de frente, ya le estaba mirando y era muy claro lo que haría, así que, no podía retroceder como cobarde. No, ella lo haría. Sin duda lo haría.

Aunque termine mal, aunque no sea correspondida.

─Ray... ─la pronunciación de su nombre le salió más bajito de lo que hubiera querido. Miró hacia arriba, a donde estaba él, y extendió sus manos─Para ti. Son, son chocolates.

Sin embargo al final, terminó por bajar sus ojos.

En la rubia el leve rojo que decoraba su rostro se intensificó, ahora sólo le quedaba esperar a que los tomara.

Para Ray, todo aquello era una gran sorpresa, muy inesperado a decir verdad. Él igual se quedó como piedra a penas vio entre las manos de Anna una cajita decorada, y sabiendo el día que es, sólo podía significar una cosa. Claro, cualquiera adivinaría de lo que se trataba el acto, en su mochila se acumulaban varias cajas y envoltorios con el mismo objetivo.

Pero, nunca habría esperado que la rubia lo buscara por la misma razón. No a él.

A diferencia de los demás regalos que recibió durante ese día, ese era diferente, porque para empezar, a Anna sí la conocía. A diferencia de las demás chicas que se le acercaron, a Anna la consideraba una amiga.

Una amiga que de verdad le estaba entregando chocolates, seguramente, hechos por ella.

Entonces, todavía impactado, acercó sus manos y entre ellas tomó esa caja.

Era algo muy imperceptible, pero sus manos temblaban, y el ritmo de su corazón había cambiado.

Quiso decir su nombre, pero ella se le había adelantado, al bruscamente levantar sus ojos y dirigirlos a su mirada. La sorpresa del inesperado movimiento aumentó al escuchar las inesperadas ─o tal vez no─ palabras continuas.

─Ray tú... ¡Tú me gustas!

Tragó saliva, y definitivamente se había quedado sin voz.

Porque ese regalo, esas palabras, eran de Anna. Porque esos chocolates, esos sentimientos, eran de aquella chica a la que sólo consideraba su amiga. De la chica que conoció un día, e increíblemente siguió viendo los siguientes, hasta formar ese lazo de amistad que tienen.

Y, porque, todo ese empeño, se lo estaba dedicando a él.

Siempre creyó que alguien tan dulce como Anna le interesarían otro tipo de chicos. Quizás, más parecidos a ella, o alguien siquiera alegre.

Pero ahí estaba ofreciéndole esos sentimientos.

Ahí estaba él con preguntas y el corazón cada vez más loco y perdido.

La rubia de ojos azules aún tenía su mirada puesta en el pelinegro, expectante a cualquier movimiento. Admitía que el pánico crecía en ella cada que el seño del muchacho se fruncía, pensativo.

Ese momento era otro en donde le gustaría poder entender por completo lo que pasa en la cabeza de Ray.

Aún tendría que avanzar mucho para eso.

¿Él le dejaría continuar ese camino?

Cuando su semblante cada vez decaía más, se dio cuenta, como la cara de Ray adquiría otro color, uno diferente y poco usual en él.

Sí, estaba sonrojado.

Tal vez muy levemente, casi no se notaba, pero lo estaba.

Anna parpadeó confusa. Lo creía posible pero, era tan extraño, y fascinante al verlo de esa manera.

Inconscientemente sus comisuras se elevaron en una sonrisa.

Se veía tan lindo.

─A-Anna ─finalmente había hablado─. Yo... Yo sinceramente. No sé que decir.

Cierto, ella aún esperaba su respuesta.

─Está bien ─le contestó de inmediato─. Si quieres, no digas nada ahora. Con que tomes los chocolates es suficiente.

«No, no lo es ¿verdad?»

Él la miró dudativo, pero realmente era lo único que podía hacer en ese momento.

─Yo, yo ya me tengo que ir ─después de haber quedado en un corto silencio, Ray afirmó rápido, dedicándole una última mirada para ver su reacción.

─De acuerdo, nos vemos mañana en la escuela.

Anna no perdía su sonrisa. A pesar, de estar un poco decepcionada.

Por supuesto, eso era algo que se esperaba.

Lo que no era esperado, era que Ray la abrazara.

Pero sí, lo hacía. Y no de manera floja como hubiera sido uno forzado. La abrazaba con firmeza, sin ninguna duda considerando la situación. Lo estaba haciendo por que así lo quería él.

No tardó en envolver sus propios brazos por su espalda.

─Anna, muchas gracias.

Vaya, tampoco esperaba que le agradeciera.

Con eso, y la pequeña sonrisa que al final le mostró, su corazón se volvió a agitar.

Entonces él se va sin darle oportunidad de decir algo más, ni siquiera un adiós.

Pero, al final, ella está feliz.

Al menos por esos minutos, Ray la hizo feliz una vez más.

En cuanto a él, regresa a casa, con su cabeza hecha un lío por tantas incógnitas y sensaciones nuevas que se hacen un remolino despistándolo por completo. ¿Pero qué pasó? ¿Y qué debía de hacer ahora?

Miró esa cajita con un listón que llevaba entre manos.

Ese regalo tan penoso y tan significativo.

Su seño se frunció y otra vez se sentía perdido. Para empeorarlo todo, la tierna imagen de Anna sonrojada no se le quitaba de la mente.

No, no tenía idea de qué hacer.

Cuando llegó a su casa sintió cansancio extrañamente. Dejó su mochila en el suelo y avanzó con el sólo objetivo de ir a encerrarse en su cuarto. Y, bueno, comer los chocolates de Anna.

─Hey, ¿por qué estás rojo Ray?

Sin embargo el llamado de su madre lo interrumpió, y volteó asustado por lo que dijo y por la sorpresa de encontrarla como si nada a su lado.

La mujer miró entre la cara sonrojada de su hijo y la cajita decorada en sus palmas. Pero no debía ser por eso específicamente, más bien, quien se la entregó debía ser responsable del color inusual en él.

Sonrió, extremadamente curiosa por saber todo.

─Y bien, ¿me dirás?

Pero sólo recibió una mueca enojada.

─No te diré nada.

𝗨𝗻 𝗿𝗲𝗴𝗮𝗹𝗼 ⚘ tpnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora