Ese día mi madre me había dicho desde muy temprano que tendríamos una cena en la casa de una de sus amigas, que me vista presentable, que está vez me quería ver con un vestido, lo que yo siempre evitaba usar. Sin embargo, le cumplí el capricho.
Mamá, cuándo íbamos de alguno de sus amigos se vestía muy elegante, le encantaba verse femenina. Ella quería lo mismo para mí, pero desgraciadamente yo era como mi padre, un alma amante de lo "casual", por no decir que amaba vestirme cual vagabundo.
Nos tomo muy poco tiempo arreglarnos (a mi padre y a mí), mi madre había preparado la ropa el día anterior, así que solo debíamos bañarnos y vestirnos. Ella estaba particularmente emocionada, nunca la había visto arreglarse tanto, se cambió 8 veces de ropa, y retocó su maquillaje más de 10. Luego de 45 minutos de arreglos de parte de mamá, nos fuimos rumbo a la casa de su amiga.
A una cuadra de llegar creí saber de la razón de porque mi madre estaba tan preocupada arreglándose; cada una de las casas, era una más linda que la otra, es más no eran casas comunes, eran mansiones, jamás había visto pastos tan verdes, jardines tan bien arreglados, incluso aquellas que contaban con grandes muro en la entrada mostraban elegancia y riquezas.
En donde nos detuvimos no era la mansión más linda, pero no se queda atrás, incluso era mil veces mejor que nuestro departamento, y no creo que exageré. El jardín frontal tenía gran variedad de flores rojas, rosadas y blancas, de las cuales solo podía distinguir rosas. El sendero por el que caminamos tenía una extensión de aproximadamente 30 metros, y era de grandes piedras negras, grises y blancas, no había nada que pudiera criticar.
En el porche (que por cierto era espléndido, cómo el resto de la casa) tenía columnas que me recordaban a los templos romanos. Allí, nos esperaban los anfitriones, un hombre de aproximadamente 32 años, castaño, con buena figura, traía un pantalón negro de vestir, una camisa del mismo color y una corbata, también negra, bastante guapo a decir verdad. A su lado se encontraba una mujer que aparentaba no más que unos 27 años, alta y con un hermoso y elegante vestido blanco, que acompañaba con joyas y un maquillaje sutil, fue la primera vez que veía una mujer más hermosa que mi madre. Ambos nos recibieron muy amables, y nos invitaron a pasar dentro.
El interior de la casa era hermoso, mis ojos jamás se habían sentido tan mimados. Las baldosas y paredes blancas hacían que el lugar se viera aún más grande, las escaleras de la entrada tenían barandas negras de metal con patrones interesantes. Por debajo de el pequeño balcón interno entre las escaleras se veía una especie de sala, dónde nos quedaríamos hasta que fuera la hora de comer.
Pasaron un par de minutos escuchando las charlas entre los Martínez - Herrera, y los Moreno - Rios, y me di cuenta que el marido no parecía ser la mente inteligente de la casa, hablaba con poca gracia, y por hablar. Por el contrario, la señora Herrera de Martínez era una persona bastante interesante, sabía de los temas que se tocaban, y tenía la habilidad de agradar a todos, no cometía ni el más mínimo error que la dejase mal. Mi padre solo se limitaba a dar comentarios vagos para extender las conversaciones y evitar los silencios incómodos, no era la clase de persona que le gustase hablar, y más sobre temas que no entendía, pero le gustaba escuchar y aprender. Mí mamá sorprendentemente sostenía con buenos argumentos la conversación, claro, no tenía la misma habilidad que la dueña de casa, pero se defendía.
No tuve mucho tiempo de seguir escuchando aquélla conversación, porqué se escuchó un portazo tremendo, que parecía provenir de la puerta principal. Todos nos quedamos en silencio, mis padres y yo estábamos sorprendidos, el señor de la casa parecía querer que lo tragase la tierra, y la señora, ni se inmutaba.
- Dije que me fueran a buscar ustedes, dos horas esperando como pelotudo. - Gritó un nene de pelo castaño claro, con ropa de colegio, una mochila cargadisima, un poco más chico en altura que yo.
- Bueno. - Contestó la señora de la casa. - Después me contas, ahora hay que entender a los invitados. - Sonrió al concluir su frase. Tanta calma daba algo de miedo, parecía tan perfecta que no desearías tenerla de enemiga.
- Ah... - Su mirada confusa viajó por sus al rededores con destino hacia "los invitados". - Me disculpo por mi comportamiento. Espero no haberles causado alguna incomodidad, y de ser así ofrezco nuevamente disculpas. - Su voz no tenía una pizca de sarcasmo, o alguna mala gana. Su actitud era completamente distinta a la que había tenido hacía unos momentos, y siendo sincera me perturbaba un poco.
¿No será está una señal de cómo son los anfitriones en su vida diaria? Mí madre no debería juntarse con gente que mantiene tan bien apariencias, no son sinceros, y mienten muy bien.
Divagando en mis pensamientos acerca de está gente me olvidé de que es lo que sucedía en mí entorno, aquél chico ya no estaba, y los adultos volvieron a su amena conversación. Poco tiempo después el nene de la casa había vuelto esta vez con ropa diferente, más cómoda, un pantalón de buzo negro, zapatillas del mismo color y una remera blanca básica. No podía dejar de pensar en lo asquerosamente versátil que era está familia, se percibía falsedad en cada poro de su ser.
- Vení, vamos a jugar. - Su sonrisa era la octava maravilla a pesar de que yo sabía que no era era más que otra treta. Era lindo, muy lindo ¿Y cómo no lo iba a ser con unos padres casi perfectos?
Respondí levantandome de la silla, en aquella época era una persona de pocas palabras, y a mi compañero de juego parecía molestarle eso, todo se volvió digno de una pregunta. Respondí con lo justo y necesario, esa familia no me daba la confianza para mostrarme, menos ese chico.
- Mira, vamos a jugar a un juego que se llama tochi, o algo así. Yo cuento y vos te escondes, y cuando te encuentre tenés que correr hasta esta pared y tocarla antes que yo. - Comenzó a contarme con mucha paciencia. - Sos medio callada así que me va a tardar en encontrarte. - Río tratando de ser simpático, sin embargo mi rostro estaba estático. Mi cara de culo no era común, pero a veces la sentía necesaria. - Bueno, por más qué para salvarse este en el patio te podes esconder por toda la casa, ¿Dale? - Me miro en busca de una respuesta por más o menos dos minutos.
- Si. - Respondí un poco arta de ese incómodo silencio, además el juego parecía interesante.
Empezó a contar y yo entré a la casa, me parecía lo más adecuado para esconderme, pese a que no conocía el lugar. Una señora, aparentemente cocinera se apiadó de mí, en cuanto me vió intentando desaparecer detrás de un florero con 50 cm de alto. Me dijo que pase a la cocina y me meta abajo de la isla mesada, que nadie me iba a encontrar ahí. Abrí la puertita de los gabinetes y me metí ahí.
Pasaron al rededor de cinco minutos, y el ruido de los tacones me hizo agitarme un poco.
- Hace mucho no me deleitabas con esa cara preciosa. - Comentó la señora Elena.
- ¿Y vos? Me hacía falta escuchar tu voz sin las distorsiones del teléfono. - Contestó mi mamá.
Son muy raras las amigas de mi mamá.
Estaba por salir de mi escondite cuando escuché un ruido muy extraño. Sonaba como...
¿Un beso? Imposible mamá ama a mi papá.
Pasaron unos minutos de ese intercambio de comentarios bastante extraños, y besos entre esas amigas hasta que se fueron, pero rápidamente alguien volvió a entrar.
- Te encontré. - Se escuchó coordinado al ruido de las puertas del gabinete abriéndose.
- ¿Cómo hiciste? - Pregunté sorprendida.
- Me trajo hasta aquí tu olor particular. - Me miró con una sonrisa un poco aterradora.
- ¿Olor a qué? ¿Olor a perfume de pobre? - No sé porqué respondí de esa manera, quizás por lo que había descubierto sobre mi mamá.
- ¿Era perfume? - Se rió muchísimo hasta que pudo decir la última oración. - Porque... Porque... Porque pensé que era aguarrás.
Sin duda fue la segunda cosa mas fea que me dijeron en mi vida, pero me reí. Me reí cómo nunca antes en mi vida. Quizás porque estaba nerviosa por lo de mi mamá, quizás porque era tan incómodo que lo único que podía hacer era reír, porque su risa era perfecta que jamás había oído.
Continuará...
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Martina.
RandomUn día Simón le cuenta a su mejor amiga Celeste, que encontró un diario intimo, el cual contaba una historia un tanto extraña... ADVERTENCIAS • Violencia. • Muerte de un personaje • Tal vez tenga uno que otro error ortográfico, pero es entendible s...