Café - Oneshot

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Erik Lehnsherr llevaba meses yendo a la misma cafetería y no precisamente por el buen café que servían ahí. Si hacia memoria, todo había comenzado con un horrible día lluvioso; la cafetera se había descompuesto, su auto se negó a encender y terminó llegando tarde a una importante entrevista de trabajo. Como si eso no fuera suficiente, mientras esperaba el autobús para volver a casa después del rotundo rechazo, un imbécil le había empapado al pasar a toda velocidad junto a él.

Estaba a nada de cometer genocidio cuando vio una cafetería cerca del paradero. Su estómago gruñó por la falta de alimento y se estremeció cuando una brisa gélida le recordó que estaba mojado hasta los calzones, por lo que ir y tomar algo caliente sonaba como una idea digna del premio nobel.

Una vez dentro del local, el ambiente cálido le recibió y le hizo estremecer ante la diferencia de temperatura entre su cuerpo y aquel sitio. Parecía aquella bestia salida del pantano; empapado, encorvado y de un humor que te hacía temblar con solo darte una mirada.

Y entonces lo vio.

Era un hermoso ángel enviado del cielo. Su sonrisa era capaz de iluminar la oscuridad absoluta y su belleza era tan etérea y mística, que mirarlo mucho tiempo era pecado. Pero recordemos de quien hablamos: Erik Lehnsherr.

El alemán apenas y notó los dulces orbes que le miraban con lastima sino hasta que terminó de beberse la taza del café más amargo que había en la tienda. Y como hablamos de Erik Lehnsherr, este solo decidió irse antes de pescar una pulmonía.

No fue hasta esa noche cuando intentaba conciliar el sueño, que su cerebro unió todas las piezas. Aquel chico le hacía replantearse su heterosexualidad con solo una mirada. Determinó que la pulmonía estaba haciendo estragos en su cuerpo y se durmió.

Y al ser Erik Lehnsherr, hizo lo que se le daba mejor; espiar al chico de la cafetería. Se volvió una rutina ir cada mañana a pedir un café diferente para poder verlo trabajar, logrando averiguar su nombre y edad al oírle charlar con los demás empleados, resultando ser algunos años menor que nuestro torpe alemán.

Las semanas pasaban, consiguió un buen trabajo y luego de reiteradas discusiones con sus "amigos", Emma y Azrael, se decidió a dar el siguiente paso: invitarlo a salir. Pero no resultó como esperaba...

-¡Hola, Erik!- su tan animado saludo hizo que los nervios aumentaran drásticamente.

-Charles...- fue su escueta respuesta.

-¡Tenemos un nuevo café! ¿Quieres probarlo?- mencionó mientras escribía el nombre del mayor en el vaso de cartón.

-¡Si!... digo, no.- frotó su rostro, respirando profundo antes de volver a hablar. –Quería saber... si... tienes algo que hacer... luego.- La alegre sonrisa del castaño tembló por un momento, causando pánico interno en el alemán.

-B-bueno... hay algo que debo mostrarte antes. Salgo a las 5.- el hombre podía ver la incomodidad del chico. Sabía que no debería haber hecho caso a Emma, era evidente que cientos de viejos apáticos se le declaraban al día.

Recogió su pedido y huyo tan rápido como pudo de aquel sitio. Había pasado el resto del día encerrado en su oficina, ladrando a quien se le cruzara por enfrente. Vio la hora en su reloj, pensando si realmente debería presentarse para ser oficialmente rechazado, determinando de que, si iba a perder lo poco que le quedaba de dignidad, no le importaría si se trataba de Charles ojos bonitos Xavier.

Caminó con semblante de quien va a su propio funeral, llegando algunos minutos pasados de la hora. Pudo ver al chico sentado tras unas macetas en el exterior del local, volteando a mirar cada tanto si es que el mayor se dirigía al lugar. Bueno, había valido la pena solo por ir a verlo.

-¡Charles!- se hizo notar cuando estaba a unos cuantos metros. El castaño se sorprendió y dándole una sonrisa nerviosa, bajó sus manos a la silla, moviéndose en su dirección.

Una silla de ruedas. Eso era lo que debía mostrarle.

-Está bien si quieres cancelar tu sugerencia, ya ha pasado otra veces.- Erik pareció más afectado por sus palabras que por el descubrimiento.

-Alto. ¿Estás diciendo que hay imbéciles que rechazaron una cita contigo?- quizás no era buen momento para decir todo lo que estaba pensando. Se mordió el labio, sintiendo como su rostro se calentaba por la vergüenza.

Charles le vio sin entender un momento antes de largarse a reír. Una carcajada que revolvió todas las neuronas en el cerebro del mayor.

En ese momento, Erik Lehnsherr se dio cuenta de que no importaba como fuera el cuerpo de Charles Xavier, él lo amaría hasta el fin de los tiempos.

Café - CherikWhere stories live. Discover now