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No me quiero levantar. Es tarde. Demasiado incluso para ser verano. Muy tarde. Llevo despierta toda la noche, pero a cada segundo que pasa mi cuerpo se pega cada vez más a las sábanas. Solo hay silencio. Un silencio que me va hundiendo poco a poco. Lloro porque me siento sola. Tanta gente que tengo conmigo y me siento sola. Solo deseaba dormir. No quería más abrazos, de nadie. Miento, sí los quería, pero por eso lloro, porque no me hago a la idea de que tenga que aceptar que los únicos abrazos que me podrían consolar son los mismos por los que lloro.

Nadie se lo esperaba, y yo daría mi vida por estar unos minutos más con él.

Mierda, se supone que ya ha pasado un mes que los adolescentes cicatrizan antes las heridas, que me había esforzado todo el curso para poder ser libre en verano. Se supone que no tengo que estar deprimida, ser fuerte y todas esas chorradas que se dicen. No quiero asimilar que le he perdido, ¡No quiero ir al Psicólogo! Solo quiero sus besos, verle otro día más, pasar el tiempo con él. No es justo, no puede ser real. Alguien vendrá diciéndome que todo esto solo forma parte de un absurdo sueño.

Que todo va volver a ser como antes, que no tendremos motivos para estar mal.

¿Cuánto se supone que llevo aquí encerrada? No lo sé, ni lo quiero saber.

Mi única morfina ahora mismo son los recuerdos, y es irónico que cuando vuelvo a la realidad el dolor fuese más fuerte que antes. Pero me da igual.

Mi habitación huele a cerrado, todo está patas arriba, y mi almohada está mojada por los dos lados, ya no les puedo volver a dar la vuelta. ¿Cuándo fue la única vez que dormí? No lo sé. Quiero que esto acabe ya.

Tampoco es justo para mis padres, pero ahora me permito ser egoísta. Por muy duro que sea que me vean sufrir. Y lo siento por ellos, de verdad que lo siento.

Y por mi hermana. Ha pasado en casa todo julio, solo por si yo necesitaba algo, y no puedo evitar sentirme culpable.

Un doble toc interrumpe mis pensamientos.

-¿Puedo entrar?

-Pasa mamá.

-Cielo.

Enciende la lámpara que está encima de mi mesita blanca, que me hace daño a los ojos, aunque sé que no tiene mucha intensidad. Me mira, y se sienta. Tiene ojeras, y la cara pálida, pero sonríe de ese modo tan tranquilizador que solo ella sabe expresar. Con su mano derecha me acaricia suavemente la mejilla, y me aparta parte del pelo de la cara. Odia que mi pelo me tape la cara. Durante segundos nos miramos, hasta que ella toma las riendas de la situación:

-Cariño, no puedes estar así.

,Ha dicho solo unas palabras y ya estoy conteniendo las lágrimas en los ojos.

-Todos lo hemos pasado mal, sé que no es fácil no vida. Pero no puedes seguir así. Tienes quince años, es verano. ¿No crees que estar tumbada a oscuras en una cama todo el día te va a ayudar? Sé que ahora mismo crees que no puedes con nada. Pero mi niña, de verdad,  sé que él no querría que estuvieses así. Las últimas seis palabras se clavaron como cuchillos en mí. Y no puedo evitar pensar en él otra vez. Me aterra ser fuerte.

Dicho esto me da un beso en la frente, me aprieta las manos con fuerza, y se va.

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⏰ Última actualización: Nov 26, 2014 ⏰

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